Durante casi setenta años Mikis Theodorakis ha sido a través de su obra el embajador más brillante que ha tenido la cultura griega en el siglo XX y a la vez incansable militante de la izquierda. Ahora su voz se ha apagado para siempre.

Cuando a nadie le sonaban los nombres de Yannis Ritsos, Odysséas Eltis y Yorgos Seferis, tres de los poetas helenos más importantes del siglo XX (dos de ellos con un Premio Nobel en su haber), Theodorakis convirtió sus versos en música y se los llevó de paseo por el mundo. De pronto, el gran público reconocía en esa poesía contemporánea la lengua de los antiguos filósofos y los versos de los poetas empezarían a cantarse de memoria en todos los rincones del país.

Con su composición en 1964 de la banda sonora de "Zorba, el griego", dirigida y montada por Michael Cacoyannis y basada en la novela "Vida y aventuras de Alexis Zorbas", de Nikos Kazantzakis, Theodorakis consiguió llevar la música popular griega al mundo entero.

Además de su colaboración con Cacoyannis, Theodorakis compuso la música de otras películas, como "Z" y "Estado de sitio" del director heleno Costa-Gavras o "Serpico" del estadounidense Sydney Lumet.

Su militancia en la izquierda le llevó a ser detenido y torturado durante distintos periodos negros de la historia griega, a sufrir en carne propia las consecuencias del autoritarismo y a ser forzado al exilio. Cuando el país cayó bajo la bota de la dictadura de los coroneles, Theodorakis respondió trabajando sin cesar en lo que mejor se le daba: componer y comunicar la necesidad de buscar el camino para unir al pueblo en la lucha contra la desigualdad.

Personalidades de todo el mundo, como Fidel Castro, Pablo Neruda, Salvador Allende, François Mitterrand y Arthur Miller le adoptaron como un símbolo internacional contra el fascismo.

Su carrera política estuvo, sin embargo, marcada por varias controversias. Diputado del partido de izquierda legal -la Izquierda Unida Democrática (EDA)- antes de la dictadura de los coroneles, y del partido comunista de 1981 hasta 1989, se sumó en 1990 al Gobierno conservador de Konstantinos Mitsotakis.

Partidario del acercamiento entre Grecia y la Antigua República Yugoslava de Macedonia en los años noventa en la disputa sobre el nombre, en 2018 pasó a convertirse en el orador principal en una de las manifestaciones ultranacionalistas contra el acuerdo entre Atenas y Skopje, que solucionó este conflicto y renombró la exrepública como Macedonia del Norte.

Theodorakis nació el 25 de julio de 1925 en la isla de Quíos, pero pasó su infancia mudándose de un lugar a otro, siguiendo al cabeza de familia que debía de cambiar con frecuencia de destino, como alto funcionario que era. Desde pequeño mostró talento para la música. En 1942, con 17 años, presentó su primera obra, "Kassia".

En 1943, tras una breve detención en la ciudad griega de Trípoli por las fuerzas de ocupación nazi, escapó a Atenas donde se unió a la resistencia comunista.

Detenido de nuevo durante la guerra civil, pasó varios años en campamentos de concentración hasta su puesta en libertad en 1950. El regreso a la normalidad le permitió concluir sus estudios de música en el Conservatorio de Atenas y continuar en París, donde profundizó en el análisis de la tradición musical occidental.

Compone el ballet Antígona para Ludmila Tcherina, representado en el Covent Garden. En 1957 obtiene el primer premio del Festival de Música de Moscú por su Suite nº 1 para piano y orquesta, y escribe diversas piezas sinfónicas y de cámara. De vuelta en Grecia, compone la música de Epitafio, con versos del poema de Yannis Ritsos, lo que marca su vuelta a la música popular griega.

En este periodo compone más de mil canciones y se convierte en el compositor más popular del país. Las siguientes décadas vuelven a estar marcadas por la política. En otoño de 1967 es detenido por la Junta de los Coroneles, que desde su llegada al poder había prohibido su música. En 1970 es puesto en libertad y expulsado del país tras una intensa campaña internacional en su defensa. Hasta la caída de la dictadura se dedicó exclusivamente a la composición de cantos de resistencia al fascismo y a la denuncia del régimen.

Regresado a Grecia en 1974, tras la caída de la junta, vuelve a las composiciones clásicas y compone varios oratorios, óperas y sinfonías. En ningún momento abandona la militancia y su voz incómoda nunca deja de oírse, inclusive en los momentos más delicados de su salud. Hoy, su voz se ha callado para siempre a los 96 años.