Un fanzine contra la soledad, pero también contra el estigma de la vejez. Un fanzine para contar lo menos contado. Un librito artístico con fotos y palabras desde dentro. En la habitación es una narración visual de la experiencia amarga del confinamiento, en el peor momento de la pandemia. Marta Lorenzana y Jara Roset, como estudiantes, han puesto “manos y herramientas” para coordinar y encajar el producto final, pero la historia es de ellos, los protagonistas: los residentes de IMQ Igurco Unbe.

Es un proyecto que lanzaron en 2018 las profesoras Izaskun Álvarez y Ione Sagasti, de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU): aunar las experiencias vitales de los mayores y crear conjuntamente un fanzine para comunicar esas historias. Esta vez el lugar común y compartido en esas historias individuales que componen la narración es la habitación, el aislamiento. “La experiencia fue muy dura”, dice Teresa, que cumplió 100 años en esa habitación. “Mi familia no pudo venir a verme porque anularon su vuelo”, recoge el fanzine al lado de su retrato.

Teresa abre el fanzine, pasa las páginas y se topa con su imagen. “¡Qué fea salgo!”, comenta en alto. Las estudiantes explican que no sale fea, que se ve rara por el tratamiento fotográfico que se ha dado a la imagen, en blanco y negro. María, a su lado, pregunta: “¿Y estas manos? ¿Dónde están mis manos?”. Las manos de María también ocupan una página en esta creación, son protagonistas, de hecho, abren y cierran el montaje.

Tanto Lorenzana como Roset han sido vitales desde el punto de vista artístico. Desde el punto de vista humano no habría sido posible sin Nahia Zamanillo, terapeuta ocupacional de la residencia: “A pesar de las restricciones, hemos tenido encuentros para poner en común emociones, sentimientos y cuidados. El fanzine es un registro artístico e intergeneracional de esas emociones y experiencias”. Una “ventana al mundo de la creación”, según Zamanillo, bidireccional entre estudiantes y residentes.

EL PROCESO CREATIVO

Como Marta Lorenzana y Jara Roset buscaban la perspectiva desde dentro, les hicieron llegar unas cámaras desechables para “que guardaran en una fotografía algún lugar donde se sientan bien y mostraran la memoria del confinamiento”. “Compartimos material, pero pusimos nuestras manitas en el proceso”, expone Roset. “Es una idea muy bonita, pero también muy social, real. Queríamos mostrar otro tipo de situaciones que no se cuentan”, añade Lorenzana. “Y queríamos añadir lo que vosotras decíais”, concluye, mirando a las residentes, la estudiante, que es interrumpida: “Esto nos ha enseñado a tener paciencia y a ver las cosas más claras”. Vuelve a ser María, que sigue pasando páginas del fanzine que protagoniza.

En las páginas 4 y 5, una foto desenfocada y unas palabras. “Yo estoy aquí muy bien cuidada y mi marido está en la planta de personas dependientes. No me dejaban verlo, pero pensaba: ‘Él está bien cuidado’. Así que estaba tranquila”. Es otro de los testimonios desde dentro de esta “experiencia gráfico-plástica” que trata de mostrar la vida desde otro prisma. Un prisma donde no cabe el estigma.