José Mari Uriarte Astarloa tenía una cualidad de la que muy pocas personas hacen gala. Era un transmisor. Si hay un verbo positivo en esta vida es el de transmitir. Y este durangarra que falleció en la madrugada del jueves al viernes tenía ese don de hacer llegar a una persona una información, un mensaje o una noticia. Y con ilusión, con (auto)crítica, con desparpajo y, como docente que era, discreción. Su pérdida llega a los casi 65 años y motivada por un cáncer.

Uriarte fue un impulsor de divulgaciones como la revista Ibaizabal (1979-1981), junto a personas de la talla de Joseba Sarrionandia o Jose Julian Bakedano, o el anuario Astola, que publica Gerediaga Elkartea, sociedad de amigos en la que aportó lo indecible, caso de libros que documentan el pasado de Durango. Tres ejemplos son: una biografía del lingüista Pablo Pedro Astarloa, con quien emparentaba, o un tomo sobre el Arte de los minuteros y otro sobre fotografía de la villa en el siglo XIX. En Gerediaga, durante un tiempo fue el encargado de elegir la persona que debía diseñar el cartel de la hoy Durangoko Azoka. Formó parte, asimismo, de la junta del Museo de Arte e Historia de Durango. Como profesor, aportó docencia en las escuelas de barriada de Zaldibar y también en Berriz, Iurreta y Durango. Su alumnado reaccionó con tristeza y palabras de bonito recuerdo a su persona en las redes sociales.

Buen compañero

Sus compañeros de Gerediaga también despiden desde la distancia del confinamiento a este buen compañero que sin buscarla siempre estuvo en la sombra. Afectados, dolidas, “jodidos”, hacen llegar sus impresiones. Es el caso del invetigador Jon Irazabal. “Amaba a Euskadi y en especial a la Tierra de Durango por encima de nombres y siglas y para bien de ella trabajaba con quien hiciese falta. Era de los que opinaban como Telesforo Aranzadi otros podían hacerlo mejor, nosotros lo hacemos y hacía lo que podía sin esperar ninguna gratificación”, enfatiza y va más allá: “Amaba las cosas pequeñas y sencillas. No tenía necesidad de embarcarse en proyectos grandilocuentes para trabajar por los suyos. La discrección era una de su principal seña de identidad estando siempre dispuesto a ayudar y muchísimas veces sin aparecer para nada. Esta discreción patológica genera que no sepamos apreciar en su verdadera dimensión el trabajo que ha desarrollado. El tiempo mostrará su labor y aportación a nuestra sociedad. Era el que hacia sin hacer”. Otro compañero inseparable era el fotógrafo Txelu Angoitia. “Podríamos hablar del Jose Mari militante antifranquista, del historiador de la fotografía, del fundador de revistas como Ibaizabal o Astola, del profesor querido por sus alumnos… pero cuando pienso en él, lo que antes me viene a la cabeza es que era una persona buena. Íntegra, humilde, generosa. Una persona de esas que te dejan muy solo cuando se van”.

Sola también se siente Itziar Irazabal. “Le recuerdo cuando estábamos en Astola -Abadiño-, en el archivo, estudiando, revisando fotos, compartiendo con Jon los hallazgos para el archivo. Trayéndonos el cartel de la feria correspondiente que había encargado a algún artista del Duranguesado. Esperando que nos gustase. Irónico, discreto, sin hablar por hablar, pero acertando cuando lo hacía, con principios sólidos, enamorado de su tierra... Le vamos a echar mucho de menos”. Del mismo equipo de trabajo es la periodista Izaskun Ellakuriaga. “Admiro poca gente, pero Uriarte era uno de ellos, porque desde la discreción era incansable y muy cuidadoso, generoso y muy bueno en todo lo que hacía. He tenido la gran suerte de trabajar con él sobre todo en la revista Astola los últimos trece años”. Esther García también estuvo a su lado codo a codo. “Ha sido un placer descubrir con él la fotografía antigua. Para mí ha sido un trabajador ejemplar y un amigo siempre dispuesto a ayudarte. Echaré en falta su humor irónico y su persona”.

Decía Albert Camus que los sueños varían con cada persona pero que la realidad del mundo es nuestra patria común. “Para él era Durango”, apunta la documentalista de ETB Marian Díaz Gorriti. “Para nosotras, era el sobrino de Astarloa, del vascófilo Pablo Pedro cuya estatua fue erigida en Ezkurdi durante las fiestas euskaras de 1886”. Decía el mismo Camus que la verdadera generosidad con el porvenir consistía en darlo todo en el presente. “Eso es lo que hizo un tipo de bigote risueño y de un moverse muy característico; amante de la fotografía y de nuestra patria común. De su pasado hizo su presente y su futuro, este del que ahora se despide, con un cielo de azul maravilloso. Tu imagen subiendo la calle no se repite pero nos dejas libros generosos, imprescindibles, inolvidables”.

Uriarte ha subido a un tren de los que le apasionaba. Quién sabe el destino.