ES frecuente que cuando nos desplazamos de vacaciones a otros lugares visitemos sus museos. Una costumbre que no solemos ejercitar en nuestro propio entorno, donde nos cuesta bastante acudir a los lugares cercanos de interés cultural. Sin ir más lejos, en la localidad alavesa de Artziniega tenemos la oportunidad de pasar un día fantástico en un paisaje maravilloso con la excusa perfecta de un recorrido por el Taller-Museo Santxotena, que este próximo mes de mayo cumplirá el séptimo aniversario de su apertura.

Desde que abrió en 2010, enraizado en el entorno, el artista ha tratado de aunar la fuerza tradicional de la propia tierra con una mente abierta a nuevas formas de imaginar la madera, de plasmar en ella la poesía y la mitología, recreando en ello la mirada.

Frente a la idea tradicional de museo como obra terminada o muerta del pasado, en este Taller-Museo, el agote Santxotena intenta permanentemente establecer una relación directa y en constante ejecución entre el visitante y la obra del artista. Es un museo pero también un taller, un espacio abierto y didáctico donde se recogen, desde los bocetos iniciales de una obra, hasta su término pasando por sus múltiples facetas intermedias. Pero, además, es factible hacer cosas, participar en el taller, elaborar artesanalmente lo que el visitante quiera expresar. Este punto es especialmente atractivo para los niños y niñas que acuden al museo y para los cuales se organizan talleres donde ellos pueden plasmar en el mundo real sus apuestas por la armonía, por la paz, por las leyendas, rememorando cuadros que les transportan a Gernika, a Sarajevo, a Kosovo, a Siria, al Anboto? “Sí, queremos que los visitantes y los niños/as puedan plasmar su visión de la vida y de la muerte desde la esencia de la naturaleza, especialmente a través de la madera, no solo que vean obra ya hecha”.

La idea, como apunta el propio Santxotena, es que la misma esencia de taller se convierta en un espacio de arte actual donde, partiendo de lo tradicional y apoyándose en contenidos audiovisuales, se pueda sentir y comprender el mundo artístico que intenta transmitirnos este artista que prefiere autodenominarse artesano.

su tercer museo El de Artziniega es el tercer Museo de Santxotena; el primero lo abrió en el barrio de Bozate, en Arizkun en el Valle del Baztan, en Gorriena. “En él trato de plasmar un homenaje a los agotes tan vilipendiados a lo largo de la historia”, dice con satisfacción un agote practicante.

En 2003 abrió también en Bozate el segundo museo, más bien un parque escultórico sobre arte y naturaleza de la mitología vasca. En los tres, manteniendo un profundo respeto por la naturaleza, cincela desde la raíz la obra de toda su vida. “Todos mis antepasados, tanto por línea materna como paterna, son agotes que han trabajado la madera. De hecho, en Bozate conservo el taller familiar con todo el instrumental de ebanistería, con el sello propio que durante cinco generaciones mis antepasados usaban para firmar sus trabajos”, explica Xabier, que tal vez por esta herencia insista en tildarse a sí mismo tan solo de artesano.

Viendo su obra en este museo y sabiendo que vino al mundo en el seno de una familia de artesanos agotes donde vivió desde niño tanto las técnicas de ebanistería y carpintería como el respeto por la naturaleza y la cultura vasca, podría pensarse que Xabier siempre tuvo la escultura como dedicación exclusiva. Nada de esto. En 1970 conoció a Jorge Oteiza cuando este realizaba la obra de sus apósteles en la Basílica de Arantzazu y fue el escultor navarro quien le animó a dedicarse a la escultura cuando acudía casi a diario al restaurante que Xabier tenía cerca de Arantzazu. Porque el escultor agote antes que al arte se dedicó a la profesión de cocinero, regentando desde 1966 a 1997 varios restaurantes. Y era entre puchero y puchero cuando se ocupaba de lo que entonces era solo su afición: trabajar la madera. El impulso y el apoyo de Oteiza fue decisivo para que dejase los fogones y se dedicase a tiempo completo a esculpir como forma de poner en tres dimensiones su otra impronta, la pasión por la poesía.

Y desde la tutela de Oteiza captó también la idea que el maestro le lanzó. “Jorge siempre me decía que todo artista debía tener su museo” y Xabier, siguiendo su consejo abrió primero en Nafarroa uno, luego otro en el mismo Bozeta, y por último, hace siete años, el de Artziniega”.

familia de obras Ya desde sus primeras creaciones, Xabier adoptó las fórmulas de series o familias de obras, por ejemplo una serie de cabezas de pro-hombres del país, desde el terrorífico Lope de Aguirre hasta santos como Francisco Javier o Ignacio de Loyola, pasando por Sabino Arana o Sancho III.

En su museo podemos admirar series homenajeando a poetas, ensalzando la pelota, recordando los menhires, la paz y la guerra en bombardeos como el de Gernika, pero en especial, y partiendo de su idea de que el país es eminentemente matriarcalista, elevó a personaje imprescindible de su obra la presencia de la mujer. Desde la mitología y Mari hasta la mujer actual, su maternidad, su imagen y sobre todo su realidad.

Recuerda que una visita de la directora de Emakunde, Txaro Arteaga, en 2003 a su museo de Nafarroa le hizo ver que la ausencia de la mujer era clamorosa. “Aquello trastocó mis planes hasta la fecha e hizo que me volcara en buscar mujeres que habían sido y que eran tan destacables como podían ser los hombres”. La Pasionaria, Juana de Albret, Catalina Erauso, Graciela Barrenetxea y otras muchas mujeres pasaron a formar parte del parnaso de la obra de Santxotena.

la mujer real Pero no solo plasma a la mujer real, porque como es permeable a la inspiración por cualquier tema de Euskalherria, la mitología también está presente en su obra y en esta la mujer es pieza clave, en especial, en aquellos momentos en los que los relatos se transmitían de abuelos/as a nietos ante el fuego cuando no había tebeos ni móviles, pero sí comunicación. Esta mitología que tanto atrae a Santxotena le impulsa al homenaje de aquella mitología, de aquella magia que desde el Anboto al Gorbea excitaba las creencias de nuestros antepasados, historias recuperadas por Barandiaran, Lekuona y Satrustegui, que Xabier intenta plasmar en tres dimensiones. “El ejemplo lo tengo en Bozate, la Lami Herri, una fuente en bronce donde intento representar esta magia mitológica”.

Tal vez esta deriva de su obra artística hacia la mujer como eje hiciera que se dejara más fácilmente empujar por su esposa Teresa Lafragua, hacia Artziniega donde comparte espacio artístico en el Etnográfico y el Arte Sacro.

Aunque apasionado de su trabajo y en su momento tutelado y empujado por Oteiza, reconoce que su paso de una profesión laboral al mundo artístico tuvo sus complicaciones y que hoy en día es difícil vivir del arte. “Creo que las instituciones deberían de apoyar más a los artistas. Reconozco que el Guggenheim es una maravilla pero tendría que potenciarse más lo que también tenemos en casa. No pediría tanto ayudas económicas como que haya una promoción, un apoyo de verdad y no una cortedad de visión en el mundo del arte donde se les llene la boca porque han apoyado a dos”. Lo dice convencido de que si se apostara por este mundo y por una red interactiva de museos “seríamos entonces el país más importante del mundo culturalmente, artísticamente. Una red que cobijara a filósofos, pintores, antropólogos y a otros artistas, potenciados y sin recibir zancadillas como le ocurrió al propio Oteiza de cuyo desprecio y ninguneo artístico fui testigo”.

Reclamación de una visión donde el arte y su cosmogonía no sean vistos como mero negocio, sino como el abrazo de madera real y poesía inaprensible en la obra de Xabier. Un abrazo donde se llegan a besar los corazones.