lOS horizontes y cielos que Isabel Garay (Muskiz, 1946-Santander 2016) veía a través de las ventanas de su taller, en el pueblo cántabro de Galizano, quedaron plasmados en sus dibujos, unas imágenes que ahora contrastan con las níveas paredes de la Sala Rekalde, en la que también se han instalado varias de sus esculturas. La pinacoteca bilbaina acoge, hasta el 4 de junio, una retrospectiva que resume la producción de la artista a lo largo de cuatro décadas, desde los ochenta hasta el año pasado, cuando falleció tras una larga enfermedad.
Isabel Garay es reconocida fundamentalmente como escultora, pero la práctica del dibujo y de la pintura sobre papel fueron también una constante. Así lo asegura Hubert Besacier, comisario de esta muestra y profesor especialista en el trabajo de esta creadora vizcaina que llegó a convertirse en una de las modelistas de referencia en el panorama nacional.
El comisario francés trabajó con Garay en varias ocasiones realizando catálogos para sus exposiciones en Madrid, Gijón o Santander. “Poco a poco se fue convirtiendo en una amiga. Más que hacerle un homenaje, creo que es importante que el público vea el trabajo entero de esta artista, porque muchas personas solo conocen un tipo de piezas de su obra y no se dan cuenta de lo que abarcó su trabajo por completo”, afirma Besacier. Por ello, para esta exhibición ha logrado reunir piezas que suponen “una muestra de todos los periodos de una carrera que abarcó casi 40 años en los que puede observarse una evolución muy fuerte y visible”.
Isabel Garay trabajaba de manera pausada, poniendo su atención en los materiales, su entorno y el sentido de la evolución. Siempre tenía en su taller numerosos bocetos de sus futuras obras, e incluso maquetas que precedían lo que serían sus esculturas. En ese sentido, Besacier resalta la importancia de “entender el entorno para comprender su obra, porque sus trabajos están muy unidos a lo que le rodeaba”. En las cuarenta obras que recoge la Sala Rekalde pueden contemplarse los inicios de su carrera, pasando por sus piezas de los años 80, en los que su trabajo escultórico alcanzó plena madurez. Tal y como señala el comisario, en un primer momento modela figuras de barro que pronto pasarían de tener aspecto antropomórfico a poseer formas arquitectónicas. Más tarde evolucionó hacia formatos geométricos y abstractos en los que intervienen otros materiales, como el acero: “La piel de la arcilla y la superficie de todos los materiales es primordial para ella en sus obras”.
Figuras en serie En la década de los 90 se produjo un cambio en sus piezas y comenzó a utilizar la escultura modular. Ejemplo de ello es la serie Barras y estrellas, en la que alternó módulos de barro y módulos de acero de iguales formas. “Ella era totalmente libre, tenía un gran conocimiento de la historia del arte, lo que le llevó a experimentar una evolución muy personal”, apunta Besacier.
Siguiendo el recorrido, la muestra recoge piezas de su serie Aire armado, en la que “lo fundamental es el aire”, según argumenta el comisario, y en la que los módulos que la componen se llevan a cabo a partir de hierro armado, configurando cuadriláteros vacíos de los que solo quedan las aristas. “La idea que quiero mostrar con esta retrospectiva es que Garay continúa con la misma idea, con la misma forma de pensar y de sentir las cosas a lo largo de toda su carrera”, puntualiza el comisario, que además ha elaborado un catálogo que también alberga las obras de la series Sobre triángulos y la serie Fugas. En esta última Garay trata la superficie con plata o con oro y comienza a tomar la luz como otro elemento más de sus piezas.
El recorrido se cierra con la última serie de pinturas que realizó la creadora, El cielo y su geometría, en la que captó los colores y los movimientos cambiantes del cielo atlántico, a los que unió una segunda imagen en la que dichos colores se reorganizan en composiciones geométricas. “Al final de su vida, como estaba muy enferma, hacía únicamente pinturas, y dejó cosas en su mesa sin terminar”, recuerda Besacier.
Esta exposición se une a la que le dedica a la artista la galería Vanguardia, El origen, configurando ambas una retrospectiva que resume la trayectoria de la artista vizcaina, que supo encontrar coherencia y equilibrio entre sus piezas pictóricas y sus obras en el campo de la escultura.