BILBAO - Los lectores de DEIA podrán adquirir mañana, al precio de 6,95 euros, Hiri (Elkar), uno de los trabajos capitales de Junkera, en el que compartió experiencia con músicos de múltiples latitudes, de Glen Vélez a Voces Búlgaras, Alain Bonnin y Andy Narell, entre otros. Agrupa temas que evocan lugares, recuerdos e inspiraciones creativas surgidas en Reno, Rekalde, Buenos Aires o Tbilisi. “Es un viaje lleno de luz y alegría”, indica el músico.

Grabó ‘Hiri’ en 2006. ¿Cómo lo recuerda?

-Es un disco bonito para recuperar. Tiene mucha luz y contrastes de sonidos y timbres, y suena muy bien. Sus recuerdos son inolvidables, como la participación de los percusionistas Bottari & Enzo Avitabille, que descubrí en un festival de Marruecos. Tocan toneles de vino, y les grabé en Nápoles. Está el momento de las Voces Búlgaras, de Melonious Quartet, de Glen Vélez.... Es un disco muy abierto, en el que aparece la biela de Francia, el timple canario, percusiones curiosas, cantos indios, aires de Brasil? Tiene sonidos en algunas canciones que habrían dado para un disco completo en cada caso. Es como si hubiera muchos discos dentro de él.

Es muy ambicioso en matices y colaboradores, sigue la estela iniciada en ‘Bilbao 00.00 h’.

-Fruto de la necesidad de compartir y que gente creativa me aporte ideas. No se limitan a interpretar lo que les das en un papel, algo que nunca hago, sino que aportan arreglos y sugerencias. Acaba funcionando como una escuela para mí.

Cuando lo editó venía de publicar ‘Athletic bihotzez’ y de cerrar una primera parte de su carrera con el directo en el Teatro Arriaga.

-Sí, fue como el inicio de otra etapa. Quizás por ello sea un viaje lleno de color, luz, optimismo y alegría.

Los títulos de las composiciones aluden a lugares y ciudades concretos. ¿De ahí su título, ‘Hiri’?

-Alude a lugares en los que he estado y tocado, y con los que tengo una gran conexión. Por ejemplo, está Kokkola, que lo compuse en Finlandia cuando fui a dar un curso para que conocieran los instrumentos vascos. Surgió trabajando junto a los alumnos. Tbilisi nació del viaje que realicé a Georgia con Oskorri. Era todavía la Unión Soviética y es algo que siempre tendré ahí. Hubo un enganche total con esas voces.

¿La inspiración surgió in situ, estando en esos viajes, o es posterior a ellos?

-En algunos lugares surgió la inspiración allí, aunque es algo que sientes constante, que no surge de sentarse sin más. Son temas que nacen en cualquier momento, a veces de manera inconsciente. Y en algunos casos, tienen partes surgidas fuera y otras, ya en el regreso.

El título alude a la urbe cuando la triki ha sido un instrumento secularmente rural. Esa imagen recurrente la rompió usted.

-Bueno, es algo que trabajamos en el disco desde las fotografías de Aitor Ortiz. Queríamos dar una imagen de ciudad pero sin olvidar que esta música está muy arraigada en los pueblos. Nuestros aitas y aitites nos la transmitieron cuando tuvieron que ir a los barrios de las ciudades. Mi abuelo era de Zollo, un pueblo muy pequeño. ¡Imagínate lo que le supuso marchar a Bilbao! Nosotros partimos ya de la capital pero guardando esa raíz y esencia rural. A veces no te das cuenta, pero surge.

Es un disco de canciones muy potentes en su discografía, como ‘Tatihou’, la propia ‘Hiri’ o ‘Ataun’.

-Sí, lo son, aunque ahora no las interprete porque voy con las Sorginak. Hiri lo hice después con la Orquesta de Euskadi porque es un tema muy importante. Tengo problemas para elegir el repertorio (ha compuesto unas 300 canciones) y me da pena que vas a tocar a algún sitio y siempre hay gente que te descubre. Me entristece que no me hayan oído con otra formación previa o tocando otras canciones. Ahí está la curiosidad de esos nuevos seguidores, que siempre acaban pidiendo discos antiguos a través de Internet. Eso me causa una ilusión enorme.

Otras son más calmadas, no seducen de inmediato, pero dejan un gran poso, caso de ‘Nagoya’.

-Tienes razón. En ese tema le doy un gran protagonismo a la txalaparta, a la de madera, piedra? es un viaje bonito. Ese tema podría haberse desarrollado y crear un disco entero. Bueno, es algo que ya hice con Oreka TX. La triki solo aparece al final, como un detalle colorista.

El exotismo lleva el nombre de ‘Tbilisi’ y ‘Kiruna’.

-Sí, suenan exóticas. Kiruna es un viaje al Cáucaso con triki y txalaparta que descoloca. Lo sentí así, queriendo desubicar al oyente y darle libertad. Ahí está las panderetas y voces de Aygun, con su color especial y sus ecos flamencos. Es una gran cantante de Azerbaiyán.

‘Reno’ y ‘Rekalde’ (“Rekalde beti”, se oye) también son especiales.

-Absolutamente. Siempre hago referencias a mi entorno. A Reno le tengo mucho cariño. Bueno, a toda la zona de la diáspora vasca. Tuve la suerte de tocar en Boise y estar allí una semana. ¡Y qué voy a decir de Rekalde!

‘Hiri’ quedó “empequeñecido” en espectacularidad con la trilogía posterior (‘Etxea’, ‘Kalea’ y ‘Herria’) y sus cientos de viajes y colaboradores. ¿Fue un primer paso?

-Sí, sin duda. Mi carrera es como un Tetris levantado de abajo hacia arriba. Si quitara una pieza, se caería. En el nivel de sonido y experiencias, necesito siempre dar un paso para afrontar el siguiente, lo que impide que me quede con un disco o una canción como favoritos. Todos importan y el contraste y el aprendizaje son evidentes.

Agus Bariandaran, de Korrontzi, hablaba de usted recientemente como “el maestro”.

-(Risas). No sé... Si alguien se ha fijado en mí, como yo lo hice en Laja, Epelde, Fasio y Oskorri, entre otros, me parece bien y es un orgullo. Pero no es algo en lo que piense porque estoy centrado en una agenda de conciertos bonita y amplia y en varios proyectos. El motivar a gente es bueno, que enciendan chispas, como me sucedió a mí. Lo importante es soltar esas referencias y hacer algo propio después. Me pasó con Oskorri, de quienes aprendí mucho pero me desligué porque quería hacer algo mío.

¿Cuál cree que sería su aportación principal?

-¡Ufff, eso deberían decirlo otros! Siempre he intentado compartir con el resto del mundo la música de trikitixa. Llevarla más allá de nuestros territorios naturales y cercanos. Abrirla. Y que mi música sea libre, no tocar nunca igual, aportar siempre algo. Y siempre trato de ser generoso con las fotos, las portadas? darlo todo. La triki está bien en las romerías pero también en otros foros.

Tras ‘Galiza’ ha regresado a las raíces con ‘Trikitixaren historia txiki bat’, junto a Sorginak. ¿Cómo va?

-Fantástico. Y ha sido una sorpresa trabajar con estas chavalitas que lo están dando todo y están aprendiendo un montón en este último año. Vamos a tocar o ya hemos tocado en Cracovia, Italia, Dinamarca, Euskadi, el Estado? en todos los sitios gustan y se agradece esa fisonomía de gente joven que toca, canta y baila. Y está su sonrisa? Ir solo con triki, coplas en euskera y panderetas era un riesgo, pero la gente está encantada. ¡Y creamos cantera! Hay que creer en la gente joven vasca. Yo lo he hecho tras trabajar durante muchos años con profesionales.

Está embarcado en la gira de su 35 aniversario. ¡Es de locos!

-Quién se lo imaginaría, ¿eh? No se piensa en ello, pero da respeto tras tantos encuentros y experiencias. Estoy feliz y emocionado con esta aventura, que no cambiaría por nada. Tengo varios proyectos en la cabeza, entre ellos la producción de un disco con Josep María Ribelles, centrado en el arpa catalana. Es una delicatessen, algo especial y diferente. Y he colaborado con Eliseo Parra, Xavier Díaz y la Orquesta de Jazz de Galicia, lo que es un orgullo.