BILBAO - Metódico, perfeccionista, directo a la hora de exponer sus ideas, cordial en el trato y amigo de la ironía y de la buena mesa, Günter Neuhold (Graz, Austria, 1947) se ha entregado a la Orquesta Sinfónica de Bilbao durante los últimos seis años. Deja su puesto de director pero seguirá colaborando con la BOS. "Bilbao ha sido una fuente de inspiración constante para mí", asegura.

Cuando llegó usted dijo que no iba a promover una revolución, pero ha instaurado algunos cambios notorios. ¿Ha cumplido sus expectativas?

-Me he quedado muy satisfecho. He sido consciente en todo momento de que la programación es para el público, para la orquesta y para la tradicional cultural de la ciudad. Por eso he cuidado mucho el repertorio, introduciendo pequeñas innovaciones: jazz, tango, nuevos compositores...

Ser director artístico y técnico a la vez, ¿le ha facilitado esa labor?

-Sí. También es mayor la responsabilidad. Pero en otros aspectos es más fácil, porque solo tengo que hablar conmigo mismo, aunque discuto constantemente (risas). Soy exigente, necesito madurar el resultado, no es suficiente una idea suelta por acá, otra idea por allá.

Pero no ha podido sacar a la Orquesta fuera del Estado español.

-Tal y como están las cosas, eso es un lujo. De todos modos, la última visita a Madrid fue magnífica, con grabación de RTVE incluida.

Cuando llegó quiso sorprender, descubrir nuevos autores a los aficionados bilbainos. ¿Cuál ha sido la respuesta del público?

-Tenemos más público ahora que hace seis años. Pero lo importante es si el público mantiene el interés en el tiempo, si la orquesta y la dirección mantienen ese interés...

Y los medios, ¿hemos sabido alimentar ese interés?

-Nosotros organizamos muchas cosas, pero el efecto que tiene en los medios de comunicación es mínimo. Antes la crítica era muy importante, y ahora no existe. Nuestro canal de comunicación es el público, el boca a boca. Por eso el día del concierto debe ser especial.

¿Y cómo es el público de la BOS?

-Los viernes es más caliente, los jueves menos. Es un público abierto y digiere bien las novedades. Pero hay que mimarlo porque el público de hoy tiene gran disponibilidad para escuchar cualquier tipo de música, en cualquier momento; no le interesa lo mismo, necesita algún aliciente nuevo para ver a una orquesta en directo, y yo he tratado de convertir cada función de la BOS en un evento especial, en un acontecimiento cultural único. Es la única forma de fidelizar al público y de atraer a gente nueva. El evento tiene una respuesta inmediata, la del público que compra la entrada, y luego otra a largo plazo, cuando alguien compra un abono.

¿Le ha sorprendido el público vasco?

-Aquí no hay tantos bravos como en Madrid o Andalucía. La gente tiene diferente carácter, al público aquí le cuesta un poco más expresarse, pero no es un público frío. Considero que es muy emocional, estoy seguro de eso. Además, lo del aplauso es relativo, porque hay piezas que no invitan a eso, porque son depresivas.

Usted quería trazar también una línea estética, quería que la orquesta acabara pensando estéticamente como usted. ¿Lo ha conseguido?

-Cada director es diferente, representa un estilo personal, un estilo de gusto y dinámica, de referencias... Es complejo transmitir todo eso. Además, yo no soy quién para decir si se ha conseguido o no. Yo trabajo al cien por cien para que eso ocurra, pero la respuesta la han de dar otros, no yo.

¿Y cómo ve a la Orquesta? ¿La ve mejorada?

-En general, en los últimos 20 o 30 años las orquestas sinfónicas españolas han subido muchísimo de nivel y están al nivel de las mejores del mundo, no solo de Europa. Desgraciadamente, esta crisis está frenando la proyección de las orquestas. En España tienen magníficos auditorios, con muy buena acústica. Eso es increíble. La BOS está a ese nivel.

La crisis, por ejemplo, le ha impedido hacer más giras.

-Sí, más giras y más grabaciones. Pero esta crisis afecta sobre todo a la periferia de las orquestas, a las cosas más secundarias, no al corazón de la misma. Al final las carencias se resuelven con flexibilidad, con ideas nuevas, y estamos preparados para eso. Con menos recursos ofrecemos lo mismo, y eso es fundamental.

Al menos las instituciones han mantenido las aportaciones...

-Sí, es un esfuerzo que mantienen. Son conscientes de la importancia de la BOS.

El violinista Ara Malikian sugiere que habría que cambiar el concepto de cómo tocar una orquesta sinfónica, que resulta todo muy protocolario... Y así le parece normal que la gente joven no acuda a este tipo de eventos. En algunos conciertos, usted ha roto con la estructura típica de los mismos. ¿Eso ayuda?

-No es fácil hacer grandes cambios, porque las opciones son limitadas. Lo que pasa es que el público joven descubre la música clásica tarde, y antes no han madurado la sensibilidad suficiente como para entenderla. No hay educación musical suficiente en los colegios. Por eso, no es tanto un problema de formato o de repertorio, sino de educación musical. Si la gente joven tiene la suficiente sensibilidad como participar de la atmósfera de un concierto sinfónico, le resultará un regalo, sentirán que han acudido a una recreación muy especial.

¿Solo depende de los centros educativos?

-Y de la familia. Si la familia inculca ese amor por la música, la música clásica está salvada.

¿Le gustaría resaltar algo de lo acontecido durante estos seis años?

-Más importante que eso es el nivel medio que una orquesta mantiene durante un periodo. Si la media es alta, no necesito un punto álgido. La verdadera satisfacción, el verdadero termómetro de una orquesta es su modo de trabajar. Como la cocina y el restaurante: si la carta es alta tú puedes hacer muchas combinaciones. Eso es más importante que el flash de un día. Calidad y línea de trabajo. Pero, por destacar algo, destacaría la grabación de Gurrelieder, de Schönberg.

Deja la BOS pero seguirá trabajando y volverá pronto a Bilbao, ¿no?

-Para mí es importante volver, porque tengo mucha información de la ciudad y esa información se nota después en el trabajo. La ciudad influye en mi trabajo. Todo lo que he vivido aquí es abono para mi trabajo. Por ejemplo, el tema de los pintxos es casi una competición múltiple, donde se derrocha mucho trabajo para mostrar pequeñas cosas, muy concentradas. Esto para mí ha sido una escuela, una inspiración constante, porque los pintxos aúnan exigencia y fantasía, esfuerzo e imaginación. Un gran trabajo para mostrar algo tan sencillo, que no simple.