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El vaho del recuerdo

El vaho del recuerdo

NO sé si es una corriente escapista, cuyas respuestas resultan admonitorias respecto a la actualidad, o una tendencia que demuestra incomprensión frente a la compleja realidad de hoy. En cualquiera de las interpretaciones, el caso es que buena parte de la creación contemporánea está empeñada en dialogar con el pasado. Como si el presente no interesara demasiado, son muchos los autores que parten de hechos acaecidos en contextos sociales, históricos o artísticos muy diferentes a los actuales. Alain Urrutia se apunta a este planteamiento y ha empleado fotografías de acciones desarrolladas por importantes artistas entre los sesenta y el comienzo de la década siguiente. Felizmente no es un proyecto que acabe del todo en el esteticismo fútil del formalismo ni en el arte por el arte en el que resulta fácil caer para alguien que domina la pintura. Tampoco se trata de la enésima visita metalingüística sino que, por el contrario, solo mantiene un inevitable cordón umbilical con lo que le antecede. Se asienta en el presente por medio de borrosidades y desdibujamientos pictóricos que hasta camuflan los precedentes y propician nuevas valoraciones. Unos tonos blancos y negros que parecen traducir los estragos de la memoria y el proceso del tiempo que cae sobre unas imágenes que están en la historia del arte y sus manuales. Ofrece una uniformización estilística de la mirada que se sitúa en la ambigüedad: Entre la confirmación de que todo pasa y el homenaje desteñido a Joseph Beuys, Wolf Vostell, Shigeko Kubota, Rudolf Schwarzkogler, Günther Brus, Piero Manzoni, Vito Acconci, Chris Burden, Ulay y Abramovic o Gina Pane, la artista nacida en Biarritz. Urrutia mantiene el pulso de un sí es no con la distancia establecida y ofrece el vaho del recuerdo de unas performances que suponían la liberación y el atrevimiento frente a la encorsetada sociedad de su tiempo. Claro está que la recepción de las obras varía entre quien conoce al dedillo los sucesos en los que se basan y el que los ignora casi por completo y percibe tan solo lo que tienen delante. Ello produce una nueva invitación a la relativización con la que debe observarse toda representación. Un ejercicio polisémico capaz de aguantar estratos de sentido que, incluso, pueden estar en las antípodas.

Compuesta por dieciocho tintas sobre papel, la exposición Aktionismus, de Alain Urrutia (Bilbao, 1981), forma parte del programa Berriek para jóvenes becados de la Diputación Foral y se presenta en la sala Rekalde de Bilbao hasta el 1 de julio. El arte es un devenir y la estética es el control del gusto adquirido y madurado reflexivamente. Siempre es más necesario lo primero que lo segundo.