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Hayman alucina en Roubaix

El australiano toca la gloria del adoquín en una clásica que vuelve a engrandecer la figura de Erviti

Hayman alucina en Roubaix

Bilbao - Nadie esperaba a Hayman. Tampoco él. Lo suyo fue un acto reflejo. Inopinado. La rebeldía de un veterano invisible en un carrera que es el mejor de los escaparates: la París-Roubaix. La clásica para las estrellas, para la heráldica de los especialistas del adoquín, tipos capaces de levantar piedras con vida propia. Seres animados. Entre esos senderos polvorientos, duros y agrios del Infierno del Norte, el triunfo de Hayman, un australiano con el diario repleto de horas de vuelo -37 años- fue como el golpe del martillito de un doctor en la rodilla para que esta reaccione. De repente, la articulación responde porque sí. Fuera de control. Vida propia. Hayman, que se elevó por encima de notables como Boonen -cuatro París-Roubaix en las estanterías reforzadas-, Stannard, Vanmarcke y Boasson-Hagen en el velódromo más famoso del planeta ciclismo, fue el martillito del doctor. Los brazos de Hayman se elevaron. Acto reflejo. Había ganado, pero no lo supo hasta más tarde. Le negaba su mente. En shock. La boca abierta, la mirada buscando una explicación, algo a lo que agarrarse. Las manos le cogieron la cara. Desorientado. Recibía abrazos, felicitaciones, el aplauso del público, pero Hayman, en estado onírico, en éxtasis, místico, no reaccionaba. Todo era una sorpresa. Un flipe. Entonces cayó en la cuenta. El jaleo y jolgorio era por él, una sorpresa sobre la bicicleta. Una exclamación. Varios fotogramas después de la boca abierta y los ojos como platos, acarició el peñasco, esa piedra, una onza de pavés que le recordará siempre su mejor día en las carreras.

No pudo decir lo mismo Fabian Cancellara, que se despedía de una clásica que ha achuchado en tres ocasiones, magullado. Un recordatorio de la París-Roubaix, que no hace prisioneros. Espartaco mordió el polvo. El suizo se fue al suelo en uno de los tramos de pavés. Peter Sagan, habilidoso, un saltimbaqui en bicicleta, pudo esquivar la caída con una maniobra circense, pero al campeón del mundo, un solista, se le escapó la clásica, que relinchaba al galope. Sobre esa grupa se subió Imanol Erviti, otra vez sublime. Estupendo en el Tour de Flandes, séptimo, fantástico en la París-Roubaix, noveno. El corredor navarro del Movistar, un gregario brillante, puede pensar a lo grande. Su actuación, colgado entre los mejores desde la escapada inaugural hasta el epílogo de la clásica, supone un golpe de autoridad y una palanca con la que abrir la puerta del futuro.

Matthew Hayman tiene más pasado que porvenir, pero el presente fue suyo. Un tipo con un pedrusco que vale un potosí. Se lo ganó a pulso entre un grupo de experimentado jinetes del Grand National. Vanmarcke, siempre dispuesto a incendiar la carrera, Boonen, un francotirador del Bosque de Arennberg, Stannard, un poderoso trotón y Boasson-Hagen, un forzudo noruego. Un joyero. De ese grupo, un avispero, se desprendieron numerosos ataques a la hora de la merienda. Todos contra todos hasta la vuelta y media al velódromo de Roubaix, un anillo de tensión, pasión e incertidumbre. Un thriller con un final inesperado. El alucine de Hayman.

1. Mathew Hayman (Orica)5h51:53

2. Tom Boonen (Etixx)m.t

3. Ian Stannard (Sky)m.t

4. Sep Vanmarcke (LottoNl)m.t

9. Imanol Erviti (Movistar)a 1:07