STE oficio de cronista lleva, en el pecado de poder asistir a casi todo, la penitencia de disfrutar plenamente de casi nada. Eso sucedió, una vez más, ayer con la presentación de Las Manos en el auditorio de Azkuna Zentroa. Se trata de una performance original. Inusual. Potente en su sencillez: un artista, el piano, la palabra y el público.

El ovetense Jorge Bedoya es un tipo joven, alto, moreno, con barba, la melena recogida en un moño sobre la coronilla. Viste de negro, camisa abierta y americana desestructurada. Cuando se apagan las luces, aparece desde un lateral del escenario: camina elástico, con el flow que se le supone a un guitarrista de jazz en lugar de con el envaramiento que cabría esperar de un pianista clásico. Saluda, en silencio, inclinándose. Sin dejar que concluyan los aplausos de bienvenida, se lanza sobre las teclas como si estuviera hambriento de música.

La mecenas de Bedoya, Susana Marcos, sostiene que "ayudar a un artista, y más en este país y en estas circunstancias, es duro; y también muy gratificante". Describe al artista como un intérprete "con fuerza, que reúne la capacidad de componer, tocar y actuar. Y todo, con mucha alma, conectando muy fácilmente con el público".

Es cierto. Bedoya destila energía. Por momentos, sus manos casi no se ven. Es como si el gran Ray Charles desgranara una composición del no menos genial Paco de Lucía. Resuena una guitarra flamenca en el lugar en el que los macillos del piano chocan contra las cuerdas tensas que esconde la caja de resonancia.

La melodía trae el salitre de la bahía de Cádiz. La música pide un bailaor. Y el intérprete taconea sentado en su escabel; mitad pianista, mitad bailaor. Un centauro.

Se pone en pie entre tema y tema, transformado ahora en monologuista. "Compuse por primera vez después de que me abandonará mi primera novia; repetí cuando me dejó la segunda; con la tercera empezé a pensar en grabar un disco", cuenta. El auditorio disfruta. Es como si la carcajada equilibrara las intensas descargas del piano. Y viceversa.

Su mecenas, Susana Marcos, que ha llegado desde Madrid junto a su marido, Francisco Ríos, explica que Bedoya ha actuado en el Foro, en Barcelona y en distintas ciudades de Italia, el Reino Unido y otros países. En su curriculum figura haber compuesto el himno del 80 aniversario de la Vuelta a España. Al contrario de lo que resulta habitual, el público que ha acudido al auditorio de Azkuna Zentroa es heterogéneo. Ni muy joven, como en algunos eventos, ni honorable muestrario de canas como en otros. De todo. Susana Boyero y Beatriz Fragua, por ejemplo, siguen al artista en redes sociales y les interesa mucho. Begoña Muneta e Itziar Beldarrain, hija y madre, se declaran melómanas. A los hermanos Jesús y José Luis Lasúen les encanta tanto el piano como el acordeón.

Entre quienes no se perdieron la performance de Jorge Bedoya se contaban Isabel Cabello, Jesús María Platón, Marisa Aceituno, Diana González Doiz, Mikel García Pereira, Miguel Ángel García, Carmen Romo, Felipe Villaño, Victoria Pereira o Diego Lasheras.

También disfrutó del espectáculo la familia formada por Maite Sáinz de la Maza, José Donado y sus hijas Esther y Elena.

Bedoya comenzó a estudiar piano a los 10 años con el maestro húngaro Arpad Bodó antes de ingresar en el Conservatorio Profesional de Madrid bajo la tutela del doctor y profesor Luis Noain Calabuig. Además, se licenció con la especialidad de interpretación textual en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid. Ahí es nada.

Bajo el síndrome de Luis Miguel Dominguín, quien saltó de la cama de Ava Gardner por correr a contarlo, el cronista debe, como siempre, abandonar a medias el espectáculo para redactar esta página

El pianista, compositor y actor asturiano Jorge Bedoya, presentó ayer en Azkuna Zentroa su espectáculo 'Las Manos'

Con la única compañía de un piano, Bedoya combina un torrente musical de creación propia con ingeniosos monólogos