Laudio - A sus casi 7 años, Himilce Alonso Vaz va a cole, hace gimnasia, sale a divertirse al parque con sus amigos y amigas y acude a clases de danzas, zumba y natación. Lo que se puede considerar habitual en una niña de su edad, una niña de carácter tranquilo, de amplia sonrisa y, sobre todo, sana "aunque con un corazón diferente", como le gusta decir a su amatxu Yone. Y es que la pequeña padece estenosis pulmonar moderada, una cardiopatía congénita que la ha obligado a conocer sus limitaciones físicas "porque no puede correr con la misma intensidad que los demás y si se siente cansada se tiene que parar", pero por la que sus aitas nunca han querido "protegerla en una burbuja y esconder su enfermedad, sino todo lo contrario, asumir la situación y contarla".

Llegar hasta este punto no ha sido fácil. Ha requerido su tiempo. El segundo embarazo de Yone -al igual que el de su primera hija, Lierni- fue normal, a excepción de las dos ecografías realizadas en las semanas 20 y 22 "en las que no consiguieron ver el corazón de Himilce pero lo achacaron a mi sobrepeso", explica. El parto fue largo, de 72 horas, y complicado, "ya que al final tuvieron que recurrir a la ventosa". Lo peor fue "ver a mi hija morada" y que se la llevaban con urgencia. "Pensé que se había muerto". Tras esos instantes de angustia, llegaron las primeras noticias para Yone y su marido Richar. "El pediatra nos informó de que estaba bien, pero había problemas en el corazón de la niña y que tenía que acudir al cardiólogo". La cita fue solo un día después de recibir el alta. "Nos tranquilizaron. Dijeron que no era grave y que no había que operar. Yo aún estaba como en una nebulosa, agotada por el parto". Tres meses después, en la segunda consulta, el diagnóstico fue más claro y contundente. "Un médico que no conoces te suelta la bomba de que a tu hija no se le ha formado bien el corazón y que tiene estenosis pulmonar moderada con el añadido de un soplo. Debía ser vigilada y controlada", relata.

Yone reconoce que tardó mucho tiempo en reaccionar y asumir esa realidad. Prácticamente un año. "Iba a las revisiones del cardiólogo cuando tocaban y seguíamos con nuestro día a día. Y, aunque el médico insistía en que la niña podía hacer vida normal, llegó un momento en el que empezaron a surgir muchas dudas. Cogí el informe de Himilce, tecleé en Internet lo que tenía y busqué información".

Comprensión Nunca es tarde si la dicha es buena y ese impulso de Yone acabó siendo determinante. "Fue así como descubrí la existencia de Bihotzez, la Asociación de Cardiopatías Congénitas del País Vasco. En su página vi todo lo que hacían y llamé. Concerté una cita con Janire, la psicóloga, y me dejó más tranquila. No dudé en hacerme socia y ha sido todo un acierto. Te sientes más arropada y comprendida al conocer a otras familias con niños y niñas con cardiopatías. Todo son ventajas", asegura.

En la actualidad, la implicación de Yone, Richar, Lierni e Himilce es plena. No solo acuden a talleres, jornadas y actos de la asociación. También aportan esfuerzo y tiempo para darla a conocer y recaudar fondos. "Es una entidad pequeña que cuenta con dos psicólogas y una trabajadora social y toda aportación es buena. Hay que pagar a estos profesionales, organizar talleres y asesorar a los colegios donde estudian menores con cardiopatías", explica. Y uno de los objetivos a nivel de Araba es contar con una delegación en la zona. "En la única provincia donde no hay porque solo somos cinco socios, y todos en el Alto Nervión. Nos gustaría disponer de una sede para contar con un psicólogo más cerca".

Para ello, ya se han organizado varios eventos solidarios como las sesiones de zumba realizadas gracias a la monitora Izaskun del Cerro o la aportación de dos euros por dorsal de la última Areta Trail Lasterketa. Y mañana será muy especial, ya que todo lo recaudado en la subida popular a Babio será para Bihotzez. Allí estarán Himilce y su familia.