Apenas amanece en Urdaibai y ya hay un pequeño escuadrón verde que se dirige hacia los humedales, a colocar las primeras redes en las que caen las pequeñas aves que se mueven entre los cauces de agua y las amplias áreas de los carrizales. Se dirigen hacia Nekesolo, un terreno años atrás ganado al mar -o polder- ubicado en la localidad de Gautegiz Arteaga, a un par de centenares de metros de Urdaibai Bird Center. Son cuatro de los 16 voluntarios que han pasado, pasan y pasarán sus días en el centro ornitológico, donde David, Gorka, Julen y Adrián se afanan en cumplir con su misión: ahondar en su formación mientras pasan su particular verano elaborando campañas de seguimientos de aves. “Estar aquí es aprender. Estar aquí es todo un lujo, no nos supone ningún sacrificio”, rematan.Y es que Urdaibai Bird Center, el centro ornitológico de referencia de una Urdaibai que a su vez es referencial para la naturaleza de Euskadi, lleva largos años atrayendo a voluntarios en verano. “Y, desde luego, su aportación es muy importante para el centro”, desvela Edorta Unamuno, que supervisa su labor durante el tiempo que pasan en la Reserva de la Biosfera, ya sea sobre el terreno -en una campaña de seguimiento de aves que es subvencionada por el Gobierno vasco- o en las instalaciones, ejerciendo de guías de los millares de personas que pasan por allí. Unamuno acompaña a DEIA mientras asiste a una jornada de trabajo de los voluntarios. En este periodo concreto son cuatro y de procedencias bien diversas: un madrileño de Leganés, un guipuzcoano de Arrasate y dos vizcainos, de Barakaldo y Durango concretamente. Componen un equipo bien engrasado y bien avenido. “Formamos lo que ahora se dice una burbuja”, califican, “en la que hacemos todo juntos. Más que vivir aquí, convivimos”, señala Gorka. “Nos despertamos a las 06.00 de la mañana y estamos todo el día juntos, incluso cuando comemos o cenamos. Hasta que sobre las 22.30, alguno un poco más tarde”, se ríen, “caemos rendidos”. No en vano, Urdaibai Bird Center les procura el alojamiento en el propio centro, en un espacio habilitado exclusivamente para ellos.

Todos tienen un objetivo común y han sido seleccionados por el centro ornitológico entre un centenar de aspirantes: “aprender”, simplifican, pero también vivir una “experiencia única”. Aunque algunos también buscan horas de vuelo para poder sacarse en carnet de anillador, un examen complejo que ya ha superado David, de Leganés que lleva varios veranos a sus espaldas en Urdaibai Bird Center, lo que le convierte en responsable del grupo. Los requisitos para poder acceder a hacer el examen son duros: previamente hay que tener entre manos a 1.500 aves de al menos 60 especies diferentes. “El examen ya es otro nivel: 20 preguntas en cuatro horas y hay que contestar al menos 15 de ellas correctamente. Además de teoría, hay dos pruebas prácticas también”. Casi nada. Solo estar presente en una de sus jornadas deja bien a las claras lo dificultoso y el carácter técnico de una campaña ornitológica. Una vez capturado un ave en las redes que instalan, es llevada a un chamizo en el que toman todo tipo de datos: peso y tamaño, edad y sexo, volumen de grasa, plumaje, característica de las alas, especie... si es necesario, incluso echan mano de un libro especializado. Y, de repente, cae un mosquitero ibérico, especie poco conocida aún y de la que no hay excesivas referencias. Es entonces cuando se suceden los debates entre David, Gorka, Julen y Adrián. Cuando cada uno da su opinión, mientras Unamuno tercia. Y concluyen lo señalado en sus primera impresiones. Acto seguido, y con sumo cuidado para no infligir daños al pequeño pájaro, toman un par de plumas para así poder elaborar un análisis más concienzudo que se realizará en la Sociedad de Ciencias Aranzadi, entidad clave que consigue los permisos necesarios ante la Diputación Foral de Bizkaia.

Convivencia

“Los voluntarios son en general jóvenes que quieren profundizar en sus conocimientos”, apunta Unamuno, que ha visto pasar a numerosas generaciones por el centro situado en Urdaibai. “Ahora mismo tenemos a tres vascos y un madrileño. Quizá sea fruto del coronavirus, pero sí es verdad que en la edición de este años tenemos gente más local. Pero ha habido turnos en los que los grupos eran como se suele decir en los chistes: un gallego, un francés y un alemán...”, se ríe. “Ha habido hasta chilenos”, remarca. “Pero hacen una gran labor, que desde Urdaibai Bird Center agradecemos profundamente”.

Mientras ellos se forman también se conforman unos lazos entre los jóvenes, pero también con respecto al centro. De alguna manera, Urdaibai Bird Center también crea una cantera de ornitólogos que podrá servirle en un futuro no muy lejano. Y teje una red año a año. “Ten en cuenta que estos jóvenes volverán a sus pueblos, pero que seguirán con sus estudios sobre aves”. Los propios voluntarios lo tienen claro, y a la pregunta de si aconsejarían a sus conocidos pasar una temporada en el centro ornitológico no albergan duda alguna: “Desde luego que lo aconsejaría. Urdaibai Bird Center es un lujo. De hecho, he venido cinco años consecutivos”, asevera David.

“Los voluntarios que vienen al centro son gente muy formada que realiza una labor imprescindible”

“Para el voluntariado de este verano hemos recibido más de un centenar de solicitudes”

Urdaibai Bird Center