LAS consecuencias de aquella Carta Puebla que mandó otorgar María Díaz de Haro a Portugalete y que le fue entregada a la localidad el 11 de junio de 1322 siguen vigentes, Pero el ciclo de vida del documento original que certificaba el villazgo jarrillero fue efímero, ya que apenas duró unas horas en poder de los portugalujos. El hecho de que la localidad fuese distinguida como villa fue algo muy celebrado y fue en el transcurso de la celebración inmediatamente posterior a la recepción de la Carta Puebla cuando el documento cayó a las aguas de la ría y quedando inservible.

Al parecer, había varias personas de la comitiva en una embarcación en el cauce de la ría y entre las muestras de alegría y el movimiento de la barca, la Carta Puebla acabó cayendo al agua. Merced a esta situación, la ciudadanía portugaluja solicitó a Doña María Díaz de Haro una reiteración de su nombramiento como villa, algo a lo que la Señora de Bizkaia accedió y como las cosas de palacio van despacio, se materializó en un documento que llegó a

poder de los jarrilleros justo once años después de su fundación como villa, el 11 de junio de 1333. Dicha reiteración de la Carta Puebla otorgada a Portugalete tampoco se ha conservado en el tiempo y, por ello, la primera referencia de este tipo de documentación que se cuenta archivada en Portugalete es la confirmación de la Carta Puebla que otorgó en 1432 Juan II, rey de Castilla. Ese es el documento que, hoy día, cuelga de una de las paredes del salón de plenos del Ayuntamiento de Portugalete y del que hay una reproducción en el archivo histórico de la villa. La pervivencia de este documento es lo que ha permitido que hoy en día se conozcan los privilegios con los que contaba Portugalete

en la Edad Media por ser villa, ya que, habitualmente, cuando había cambio de rey, las villas solicitaban una confirmación de su villazgo al nuevo monarca. Eso fue lo que hizo Portugalete con la llegada de Juan II al trono del Reino de Castilla de forma efectiva en 1419 (era rey desde que tenía un año por la muerte de su padre) y esa nueva solicitud de confirmación de su estatus como villa es lo que ha hecho que los jarrilleros del siglo XXI puedan conocer mucho mejor lo que significó ser villa, porque el primer documento original quedó inservible en plena celebración del villazgo.