LA pasada década fue un periodo difícil en Barakaldo al igual que en el resto de lugares. La galopante crisis económica que comenzó en 2008 estaba causando estragos en las clases sociales media y baja, y las tasas de desempleo y los desahucios comenzaban a dispararse. En un marco tan difícil, además, Barakaldo luchaba por consolidar algunos de los progresos realizados en la década anterior como era la puesta en marcha del metro -llegó a la ciudad en 2002, pero, por ejemplo, no tuvo conexión con Santurtzi a través del suburbano hasta 2009-, y BEC inaugurado en el año 2004 que trabajaba por convertirse en un referente a nivel estatal y continental de las ferias de muestras.

En mitad de una época tan complicada y de tanto cambio, los Karmenak se convertían en un respiro, en ocho días de vía de escape para gran parte de la ciudadanía que estaba viviendo unos momentos tan difíciles. A Jolín no había crisis que le frenase en su empeño de llenar Barakaldo de fiesta y alegría. Uno de esos muchos barakaldarras que se entregaban en aquella época al endiablado ritmo que marcaba Jolín durante los ocho días de fiesta es el fotógrafo Unai Endemaño. “La verdad es que no suelo tener muy buena memoria, pero tengo el recuerdo muy claro de que, por aquel entonces, las txosnas estaban justo al lado de mi casa, en Lasesarre”, rememora este fotógrafo especializado, fundamentalmente, en actuaciones musicales.

El hecho de tener el recinto de txosnas tan cerca era un arma de doble filo para Unai. Por un lado, tenía la garantía de poder irse a casa en cualquier momento de la noche y no tardar apenas nada en poder descansar, pero también la tentación latente de salir a disfrutar con el resto. “Está claro que tener las txosnas cerca también tenía sus cosas malas. Los días de diario me costaba dormir un poco más de la cuenta y, al día siguiente, tenía que ir a trabajar. Pero también he de decir que aquel recinto de txosnas tenía mucho encanto, a mi me gustaba más que el actual”, indica. Reconoce que este año echará de menos los Karmenak, aunque lo que, sin duda más va a echar de menos son los conciertos.

El fotógrafo barakaldarra tenía por aquel entonces un plan de fiesta bastante abierto en los Karmenak. “Quedábamos a las 10 o así, nos juntábamos y estábamos hasta que el cuerpo aguantase. Podíamos porque éramos jóvenes”, apunta Unai entre risas. Para él los Karmenak fueron también una manera de socializar en la localidad fabril y de conocer gente nueva. “Yo me considero ya de Barakaldo, pero por aquel entonces acaba de haber venido a vivir aquí y tengo que reconocer que las fiestas me sirvieron para conocer gente e ir ampliando el número de amistades en la ciudad”, señala el fotógrafo. En su labor actual, Unai fusiona sus dos grandes pasiones: la música y la fotografía. Es por ello que, para él, los Karmenak son también sinónimo de disfrutar de conciertos. “Recuerdo con mucho cariño, por ejemplo, un concierto que dio S. A. en el frontón de Lasesarre”, explica. Eso por mencionar solo alguno de los muchos conciertos que Unai ha presenciado en las fiestas de Barakaldo, pero Endemaño también conoce los conciertos de los Karmenak desde dentro, trabajando. “Hace un par de años estuve trabajando en un concierto que dio Su Ta Gar en fiestas y fue una experiencia muy buena”, rememora Unai Endemaño.

Este profesional que ya se considera barakaldarra, comenzó a echar raíces en la localidad gracias, en parte, a algunas de las amistades que conoció en los Karmenak en sus primeros años de residencia en la ciudad. Y es que la fiesta puede ser un punto de unión y de armonía y así debiera ser en todos los casos.