Marta Hernández

Getxo - Juan Torre le propuso a Sole Giménez: “Sujeta este plástico con las manos delante de la cara”. Y la excantante de Presuntos Implicados respondió: “¡Si veo todo borroso!”. Perfecto. “Así vemos muchos de los que tenemos una limitación visual”, argumentó el fotógrafo getxotarra. Y esa es una de las instantáneas que forma parte de la colección Imágenes para tocar, que apura sus días de exposición en la Sala Torrene de Algorta (la muestra estará hasta final de mes).

Mikel Erentxun, Martirio, Ainhoa Arteta, Paco de Lucía, Kepa Junkera, Luz Casal y una importante nómina de artistas se prestaron a posar para este proyecto de imágenes con relieve para que las personas con discapacidad visual puedan observar pedazos de realidad congelados a través de una cámara. “Soñé con que se podía llegar a tocar una foto”, afirma el autor de este álbum táctil real. Es Juan Torre, de 60 años, que no ve nada por el ojo derecho y tiene un 8% de capacidad visual en el izquierdo. El síndrome de Bechet le empezó a apagar su objetivo vital a los 29 años. “Es como si se bajara una persiana y se quedara todo a oscuras”, describe. “Se trata de una hemorragia en las venitas de la retina, la ruptura de esas venitas son puntos ciegos y se va necrosando el ojo”, explica el propio Juan. La enfermedad asestaba golpes cada tres meses, cerrando cada vez más esa persiana que parecía conducir al fundido a negro. “Como las hemorragias se producían por la noche, me despertaba siempre abriendo rápido los ojos, acojonado”, ilustra.

Ese enfoque del destino fue brutal y más, si cabe, para un fotógrafo de prensa. Entre 1980 y 1987 trabajó para La Gaceta del Norte, Tribuna Vasca, Diario 16, Emakunde, Tiempo, y Cambio 16, entre otros medios. Todavía recuerda perfectamente cómo fue testigo de las feroces movilizaciones de los trabajadores del Euskalduna ante el cierre de la compañía naval. Además, una de las fotos que realizó de esas batallas fue premiada en el Fotopress de 1985 (Barcelona). También rememora cómo al ser corresponsal, tenía que mandar el material por avión a Madrid, confiándole los negativos a algún pasajero buen samaritano. “Yo describía a mis jefes cómo era esa persona y además le esperaban en el aeropuerto con un cartel con su nombre”, evoca.

Crac Pero el síndrome hizo añicos su profesión. “Vendí todo el equipo. Pensé: No voy a volver a hacer fotos jamás”, reconoce. “Tienes una vida y no sabes qué hacer con ella”, asegura. Y es que, encima, los médicos no atinaban a saber qué es lo que le ocurría a Juan. “Me empeñé en que me diagnosticaran lo que tenía y en buscar una cura. Me recorrí Barcelona, Madrid, París... Y, finalmente, a través de un oftalmólogo de Madrid, acabé en Coimbra, en la universidad, donde un catedrático de Oftalmología me diagnosticó el síndrome de Bechet. El tratamiento era completamente experimental y no lo hice. Estuve muchos años con ciclosporina, que tiene unos efectos secundarios muy fuertes en el riñón y en el hígado”, comenta este getxotarra.

Vivió en Venezuela, donde entró en contacto con la acupuntura “y en el plazo de dos años dejaron de aparecer las hemorragias”. Eso fue hace quince años y a día de hoy “todas las semanas voy a acupuntura, puntual como un reloj”. Así que la dolencia parece estancada.

Tras un tiempo de rechazo, Juan se reconcilió con su vocación. Y con un teleobjetivo que funciona a modo de prismático y con un talento innato y la experiencia acumulada puede sacar fotos. “Ahora me siento uno más. Veo muy poco, pero nada más. Tengo ganas y predisposición para seguir mi vida y emprender nuevos proyectos”, proclama Juan.