Tímidamente, los bares y restaurantes de Bilbao volvieron el miércoles a llenarse de clientes que en su mayoría aplaudían la reapertura de la hostelería autorizada el martes por El Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV). La polémica decisión, que contradice las directrices del Gobierno vasco para mitigar la propagación del coronavirus, generó opiniones contrapuestas en la calle. Sin embargo, ni siquiera los que estaban en contra de la apertura quisieron perderse la oportunidad de tomar un café o un vermú en una terraza. Lo que no admitió discusión es la certeza de que en gran medida son los clientes quienes tienen en su mano la posibilidad de demostrar que los riesgos pueden ser mínimos en la hostelería: todos apelan a la responsabilidad individual.

“Creo que una decisión de tipo técnico debería dejarse a los técnicos y no al TSJPV. Agradecemos mucho que se abran los bares, pero eso no quita para que haya prioridades”, aseguraba José Mari Arriola, sentado en la terraza del Gure Toki en la Plaza Nueva, mientras tomaba un vino. “Todo lo que represente una unión de un colectivo de personas conlleva riesgo, no solo los bares”, añadía este notario jubilado que salió a celebrar su cumpleaños. En ese sentido, a su lado, Javier Martínez Urkaregi, apuntaba al riesgo de los asintomáticos. “Una cosa es bajarte la mascarilla para dar un trago a la bebida y volvértela a poner, y otra cosa es no llevarla puesta en todo momento mientras estés en una terraza”, exponía. “Como norma general la gente está dando un ejemplo de civismo con el cumplimiento de las normas. Aunque las normas siempre tengan que tener alguien que las infrinja”, afirmaba Arriola.

Según la sentencia del TSJPV, la hostelería puede abrir incluso en los municipios pertenecientes a las zonas rojas, respetando las medidas restrictivas decretadas por el Gobierno vasco en diciembre. De esa forma, el aforo en el interior de los locales debe ser del 50%; las distancias, de al menos metro y medio entre personas sentadas en mesas; las agrupaciones, de cuatro clientes máximo por mesa, está prohibido el consumo en barra o de pie y el cierre de los locales debe ser a las 20.00 horas, con entregas de pedidos hasta las 21.00 horas y reparto domiciliario hasta las 22.00. Se trata de las limitaciones que ya estaban previstas para la hostelería en aquellos municipios cuya tasa de incidencia acumulada estaba por debajo de 500 casos por 100.000 habitantes.

Recurso del Gobierno vasco

El auto judicial cayó como un jarro de agua fría en el Gobierno vasco, que estudia recurrirlo al considerar que “debilita las herramientas para preservar la salud en una situación tan delicada y vulnerable como la actual”, según Gotzone Sagardui, consejera de Salud. En una comisión parlamentaria aseguró que desde Lakua no comparten ni entienden esta resolución porque las medidas anticovid desplegadas en Euskadi fueron adoptadas “en línea” con las directrices del Consejo Interterritorial de Salud y de instituciones europeas e internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS). En ese sentido, el portavoz Bingen Zupiria señaló el miércoles que las restricciones adoptadas en Euskadi “no son un capricho de los políticos” y que “ningún político, y menos el lehendakari, anda por el mundo a ver cómo fastidia a la gente”.

A pie de calle, ante la imposibilidad de determinar de forma científica hasta qué punto incide la apertura de los establecimientos en el repunte de contagios, la empatía con el sector de la hostelería era palpable entre la ciudadanía. “Hay que tomar medidas, pero la hostelería es la que más está sufriendo. Nosotros disfrutamos de ella, pero para los hosteleros es vital”, evidenciaba Berta Ruiz Alejos, profesora de castellano en el Instituto Hemingway, mientras tomaba un café entre clase y clase con sus compañeros en un bar de la calle Bailén. “Es cuestión de responsabilidad individual”, consideraba, por su parte, Jone Aldekoa, dando a entender que la clave para demostrar que la hostelería no es un peligro la tienen los propios clientes.

En el mismo grupo de cuatro personas, agradecido por poder retomar su habitual hamaiketako, Rodrigo Llorente exteriozaba que “el supermercado o el metro están abarrotados, mientras que los hosteleros se preocupan muchísimo de que todo esté limpio al momento”. La misma situación observaba Berta en las tiendas de ropa, “donde hay un montón de gente tocándolo todo y no hay control de aforo”. Jone Aldekoa concluyó que, en todo caso, con las restricciones “los que más sufren son los negocios más pequeños. Las grandes empresas no sufren tanto las pérdidas”.

En la calle

La divergencia de opiniones presente en la sociedad era manifiesta incluso en una mesa de dos. “A mí me parece bien que hayan abierto”, afirmaba Ana Aurtenetxe en un bar de Ledesma. “A mí, mal. Aún así, me aprovecho”, respondía frente a una copa de vino su amigo Jon Urrutia, quien consideró que “los jueces no tienen ni idea de sanidad”. En ese sentido, argumentó que “la información que maneja el Gobierno vasco pertenece al Departamento de Salud”, por lo que debería tener más peso que el dictamen judicial. Ana no se amilanó: “Se están cargando a todas las familias que viven de la hostelería; ahora te pongo y ahora te quito, jugando como si fueran cartas. No hay una alerta sanitaria por culpa de los bares, sino por culpa de quienes hacen mal las cosas. Y son los clientes los que lo hacen mal”, expuso, alegando que si a su amigo le parece mal debería ser consecuente con su sentir y quedarse en casa.

Como parte implicada, Álvaro Recuenco, Cristian Real y Ámbar Cisneros, trabajadores del restaurantes Ola y Patri Gastrobar ubicados en el Hotel Tayko, se mostraban satisfechos con la medida cautelar adoptada por el TSJPV. Sentados en una mesa del Café Bar Bilbao, en la Plaza Nueva, aseguraban que la hostelería no es un foco de contagio, entre otras cuestiones porque tienen mucho cuidado con la desinfección. “Estando la hostelería cerrada los contagios siguen subiendo, así que está probado que no tiene nada que ver”, consideraba Álvaro Recuenco, quien explicó que a los clientes se les detalla en todo momento cuáles son las medidas de seguridad e higiene que favorecen y que deben respetar. “La clientela acata lo que se le dice porque quiere que la hostelería permanezca abierta”, reveló este camarero del restaurante que lleva la firma de Martín Berasategui. Frente a él, Cristian Real recalcó la importancia del sector en la ya maltrecha economía, razón por la que no debe permanecer cerrada.