Seguramente el de ayer fue uno de los momentos más tristes del año. Todo comienzo tiene un final y ayer Bilbao enterró y quemó a la Sardina para despedirse de cinco días intensos, en los que la fiesta, el color y el buen ambiente han sido protagonistas. El tiempo acompañó la tristeza de muchos bilbainos y el color que predominó en la villa la transformó en absoluta oscuridad. Pero el sirimiri no fue capaz de destrozar todo el festejo que se montó.

Los rostros de los asistentes al entierro reflejaban sus sentimientos. Muchos de ellos no querían que se terminaran los carnavales; sobre todo los más txikis de las familias. "Me he disfrazado de Pikatxu, de pingüino y de Spiderman", dijo Ander, un niño de 11 años apasionado de los carnavales. Su ama Izaskun asegura que si es por él, iría disfrazado siempre. "Creo que también está triste porque mañana tiene que volver al cole...", relató entre risas.

De hecho, entre los asistentes se pudo ver a alguna que otra persona disfrazada de muerte, para ir muy acorde con la ocasión. "Es la última oportunidad que tenemos de vestirnos así sin que nos miren mal, así que tenemos que aprovecharla", manifestaron. El primer encuentro se dio en la Plaza Nueva. De hecho, pocos minutos antes de la llegada del cortejo fúnebre, las personas que quisieron estar presentes en el entierro comenzaron a encender sus velas. La poca iluminación creó un ambiente tenso, emocionante y, por momentos, terrorífico. Los rostros, muy asombrados, se dejaron ver entre la oscuridad y los flashes de las fotografías alumbraban uno de los instantes más especiales. "A mi amama siempre le ha encantado este momento. Está ya mayor y es la primera vez que no viene, así que estoy sacando fotos y vídeos para que de una manera u otra pueda vivirlo. Mañana, en cuanto vaya a visitarla a casa, será lo primero que le enseñe porque he bajado solo para poder hacerlo", explicó Susana, que fue acompañada de su ama.

Llegó el momento. Y entre el público, el silencio fue protagonista. "Heldu gara! Bueltan gara! Necesitamos a la Sardina! La gente antes terminaba sudando en estos momentos, sobre todo quien estaba en la hoguera", gritó el juez. El tambor y la gaita fueron los instrumentos que guiaron todo el recorrido. El cortejo fúnebre, vestido de riguroso luto y portando velas, partió desde la Plaza Nueva, recorriendo las calles del Casco Viejo hasta llegar a la plaza del Arriaga.

Una tradición para muchos Entre el público se encontraban muchas personas que nunca fallan a esta cita. Viven los carnavales "como cuando éramos niños" porque consideran que "si pierdes la ilusión lo pierdes todo". Un grupo de amigos de 60 años, resguardados bajo los paraguas, pasaron desapercibidos pero se consideran una de las cuadrillas más fieles de los carnavales. "Lo vivimos con tanta intensidad que la mayoría de los días de Carnaval no pisamos nuestras casas", explicaron entre risas. "En algún momento sí que lo hacemos porque tenemos una edad, pero la ilusión hay que intentar tenerla siempre presente. Aprovechamos para hacer comidas, cenas, potear por la mañana y por la tarde... todo por la zona del Casco Viejo", afirmó Aurelio entusiasmado. Bien es cierto que sus rostros reflejaban tristeza. "No es que nos estemos metiendo bien en el papel, estamos serios porque nos da pena de verdad. Pero después nos vamos a ir a cenar todos juntos y se nos pasará", dijo entre risas. Sin embargo, para muchos otros fue la primera vez que acudían y sus rostros les delataron. "La verdad que me he encontrado con todo este montaje de sopetón. Estábamos tomando algo en el bar y hemos escuchado tal alboroto que no hemos podido evitar salir para ver qué es lo que era", indicó Igor, un bilbaino de 23 años.

El cortejo hizo dos paradas para seguir con la representación en la que la frase más escuchada, sin duda, fue la de "gaur erreko dugu!". Y llegó la hora de juzgarla. A su llegada a la plaza del Arriaga, cientos de niños aguardaban su espera entusiasmados, muchos de ellos portando velas, para ver cómo las llamas convertían en cenizas a la Sardina. "Tú, Sardina, por impulsar a que la gente salga de fiesta, por dejar utilizar disfraces y por defender un buen ambiente festivo, con el poder que me he otorgado yo mismo, te castigo enviándote al fuego, condenándote a la hoguera", dijo el juez.

Tras hacer partícipe al público, las llamas comenzaron a quemar la Sardina y los aplausos fueron protagonistas, arropando a la víctima en sus últimos segundos de vida. La tristeza y el asombro se adueñaron de la explanada del Teatro Arriaga y entre muchos ciudadanos despidieron cinco intensos días de color y fiesta de la capital vizcaina.