U hija le solía preguntar: "Mamá, ¿por qué siempre estoy sola?" y a Luz Dary, con una historia rota a jirones y cosida a cicatrices, se le partía el alma. Porque, tras empaquetar su vida en Colombia, en Bilbao solo se tenían la una a la otra. Porque la necesidad obliga y tuvieron que separarse un tiempo. Porque se vieron abocadas a vivir en una habitación, donde la niña "no se sentía libre". Por fortuna su hija ha vuelto a reír. Y haciendo los deberes. ¡Quién lo diría! El milagro lo ha obrado el proyecto de apoyo socio-escolar Biziki de Cáritas Bizkaia, adonde acudió en busca de ayuda con las tareas del cole y encontró tanta ilusión y afecto que le dio la vuelta a su ánimo como a un calcetín. "No es solo una ayuda con los deberes, a mi hija le ha dado mucha fuerza y autoestima", agradece su madre, quien anima a colaborar con esta iniciativa porque "si sembramos una semilla buena, puede dar sus buenos frutos".

Precisamente la entidad necesita voluntariado no solo para tender la mano a 600 menores de forma presencial en todo el territorio, sino para poner en marcha, previsiblemente en noviembre, "una nueva línea de apoyo educativo on line" con la que acompañar a "familias, ya detectadas, de localidades que están dispersas y que de otra manera no podrían tener esa respuesta", explica Monika Martín, responsable del Área de relaciones familiares de Cáritas Bizkaia. Para poderles ofrecer este refuerzo telemático se precisa "un manejo mínimo de las nuevas tecnologías, tener interés en el mundo educativo y lo más importante, establecer un vínculo con las familias porque si se crea, el voluntario busca recursos", asegura.

"No quería ni ir al colegio"

Luz Dary desembarcó en Bilbao en 1995, "antes que el Guggenheim y el WhatsApp" y, tras regresar una temporada a su tierra natal, terminó volviendo sobre sus pasos. Esta vez con su hija, de poco más de dos años, en brazos. "Empezó en una escuela, luego la tuve que cambiar a otra... Para ella ha sido muy duro. Llegó un punto en el que no quería ni ir al colegio porque tanto estar de un lado para otro... Ahora ya llevamos un tiempo que estamos fijas y está muy contenta", cuenta esta madre colombiana, sin más red que la que teje el voluntariado. "Si ya una familia normal echa mano de los abuelos o los tíos para que les cuiden a los hijos, cuando estás sola estás un poco perdida. Sin apoyos sociales, te faltan manos, no das abasto. Necesitábamos ayuda", reconoce Luz Dary, que ya no recuerda "ni qué películas" le gustan "porque todo es para la niña". Volcada en su hija, oyó hablar del proyecto de apoyo socio-escolar Biziki, que Cáritas desarrolla en los locales de la parroquia La Asunción de Nuestra Señora, en el barrio de Matiko, y pensó que le "vendría bien" acudir para hacer los deberes. Su sorpresa fue que, además de para reforzar las asignaturas, le ha servido para relacionarse y le ha dotado de "identidad". "Ella pregunta por qué no tiene abuelas, por su padre... Siente mucho ese vacío y ahora Biziki ya es su vida, es su familia", asegura su madre, que por fin respira con cierto alivio. "Los demás amigos se van de vacaciones, tienen un coche... Yo a la niña siempre la veía agachada y decía: Ay, Señor, ¿qué voy a hacerIncluso estuvo yendo un poco al psicólogo. Eso se acabó. Ahora dice tan feliz: Pues yo voy a Biziki, donde estoy con mis amigos y voy a merendar", deja constancia del cambio.

Acompañadas en el confinamiento

Mientras su hija comparte la tarde con otras niñas y niños necesitados de apoyo, Luz Dary recuerda cómo durante el confinamiento pudo dedicarle el tiempo que anteriormente no tenía. "Estaba haciendo un curso en la Cruz Roja y con las labores diarias y la niña no me quedaba tiempo ni de hablar con ella. En la pandemia dije: Voy a tener tiempo de estar con ella. Acompañadas por Cáritas, en ningún momento se sintieron abandonadas a su suerte. "Nos apoyaron mucho con material escolar y con un voluntario, que llamaba a la niña. Para mi hija fue superimportante sentir que alguien se preocupaba por ella en la pandemia. No tenemos más familia. No se sintió sola y para mí que ella esté bien lo es todo. Yo creo en Dios y esa es mi fortaleza, pero la niña necesita a alguien que la llame. Ni su padre lo hizo desde Colombia", lamenta. De no ser por ese seguimiento, dice, "la niña igual estaría con secuelas psicológicas porque con lo que lleva arrastrado de antes... Las palabras que diga son pocas para agradecérselo al voluntario de Biziki", recalca.

Visto cómo "el cariño que siente" le ha cambiado la vida a su hija, Luz Dary anima a "educar a los niños y niñas para que el día de mañana sean hombres y mujeres de provecho para sí mismos y para la sociedad" y hace un llamamiento para que la ciudadanía colabore con este tipo de proyectos. "Es una forma de mejorar la sociedad. Todos podemos hacer algo y nos podemos ayudar de alguna u otra forma", defiende. La recompensa. "Ver a un niño que te sonríe con ese amor, ver cómo aumenta su autoestima, eso debe llenar mucho".

"Lo importante no es la nota"

Este es el tercer curso en el que Arantxa Villanueva, una de las coordinadoras del proyecto de apoyo socio-escolar Biziki, que ya cuenta con 18 voluntarios, se pone manos a la obra para que dos tardes por semana un puñado de diez menores crezcan en todos los sentidos. "No nos preocupa tanto que hagan ese deber, sino darles herramientas y motivarlos para que vean que pueden hacerlo. En los coles los menores que transgreden son apartados en el aula, aquí son valoradísimos. Aquí lo importante no es la nota, lo importante son ellos", subraya.

Con media hora de merienda, una de refuerzo y otra media de juego se intenta que palíen sus carencias, por ejemplo, su falta de integración. "Muchos han venido hace poco, por el idioma a veces no se juntan con otros niños, en el cole los demás no socializan con ellos, pero cuando van a Biziki se va haciendo el grupo más grande, les enseñamos estrategias de sociabilización y se atreven más, tienen otras armas para defenderse", explica Arantxa, quien insiste en la importancia de "darles confianza en el tema académico y reforzar el euskera y las mates".

Decretado el anterior estado de alarma, el voluntariado encargado de llamar para interesarse por los menores actuó como un detector "Ahí te das cuenta de las carencias, el que estuvieran en una habitación o incomunicados, hasta la alimentación, porque en el aula tenían la comida y en este momento no", cita como ejemplos Arantxa. "Si no tenían wifi se iba a los colegios a buscarles el material, si había algún problema económico se le comunicaba a Cáritas... Para ellos fue difícil y tener un grupo apoyándoles ha sido importante".

Impacto y falta de hábitos. "Se ha detectado un impacto emocional y psicológico en los niños y las familias, una pérdida de hábitos y costumbres, una falta de contacto entre iguales y carencias de recursos materiales y personales para seguir el ritmo escolar, así como un desfase curricular y pérdida del nivel de euskera. Con la vuelta a las aulas, poco a poco estas cosas se van recuperando", explica Monika Martín.

Cambios en los proyectos. "En la mayoría de los proyectos de apoyo socio-escolar se ha suprimido la merienda conjunta y se está intentando dotarlos de herramientas tecnológicas para ponerlas al servicio de menores y familias".

"Se ha hecho cesión de equipos informáticos a familias que lo han necesitado".

"Se ha preparado una formación para padres y madres en cuestiones básicas que tienen que ver con el mundo digital en la escuela. La pandemia ha supuesto un empuje a las nuevas tecnologías, los niños y niñas se han adaptado muy rápido, pero algunos padres y madres van al ralentí".

600

"Cáritas Bizkaia tiene 27 proyectos de apoyo socio-escolar en diferentes municipios en los que trabaja con 600 menores".

"Para mi hija fue muy importante sentir que alguien se preocupaba por ella en la pandemia"

Madre de niña que acude a Biziki

"En los coles los menores que transgreden están apartados en el aula, aquí son valoradísimos"

Coordinadora de Biziki

"La pandemia ha supuesto un empuje a las nuevas tecnologías y algunos padres y madres van al ralentí"

Área de Familia de Cáritas Bizkaia