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La enciclopedia de la forja encartada

El Museo de las Encartaciones edita un libro que recopila las piezas de esta tipología de la comarca

La enciclopedia de la forja encartada

NO sabe cuántos litros de gasolina habrá gastado en esta tarea, ni los kilómetros que ha recorrido en su coche por todos los parajes de Enkarterri sin dejar nada por escudriñar. Entre otras cosas, porque han transcurrido más de 25 años desde que el arquitecto Juan de Amesti se lió la manta a la cabeza para rastrear la comarca a la búsqueda de obras de forja, ya fuera en arquitectura civil o religiosa.

Aunque, como él mismo explica desde su estudio de Santurtzi, "a estos trabajos se les llama de arte menor", no es para nada menor el tamaño del libro en el que recopila el resultado de su trabajo, que acaba de ver la luz editado por el Museo de las Encartaciones. Nada menos que 3,5 kilos pesan las cientos de páginas recogidas Forja artística en Las Encartaciones de Bizkaia, un gigantesco tomo que contiene, a su vez, 1.934 figuras.

Todo empezó en 1982 como parte de un proyecto de colaboración con la Sociedad de Estudios Vascos. Le concedieron una especie de beca anual para subvencionar los viajes y las fotografías que tenía que sacar para después dibujar los objetos en el papel y a escala. Después, le examinaba "un equipo en el que estaban, entre otros, Barandiaran y Caro Baroja.

El resultado de sus estudios se publicó varias veces en la revista de arte Ondare, mientras le iban renovando la beca hasta 1988. Pero para llegar a ese punto había que pasar por varias fases.

inventario

Una composición de lugar antes de empezar el trabajo

Primero, y para hacerse una composición de lugar de la geografía encartada, consultó "una obra de referencia": el Libro de Escudos, de Javier de Ybarra y Bergé. "Se puede deducir que los edificios con escudos tienen cierta categoría y, por tanto, sería más fácil encontrar trabajos de forja que mereciera la pena destacar", indica.

Una vez sobre el terreno, "procuraba ir por la carretera de forma ordenada, anotando los sitios por los que iba pasando". Por supuesto, los lugareños se convirtieron en su mejor fuente de información. "La gente se portó genial y me ayudó mucho. Quiero aprovechar esta ocasión para dar las gracias a todos ellos", dice.

También tuvo que convencer a los propietarios de las casas para que le dejaran entrar en lo que, en definitiva, era su intimidad. "Es normal, sobre todo con la gente mayor. Cualquiera que ve llegar a un señor con un cuaderno y una cámara de fotos diciendo que quiere ver si hay alguna obra llama la atención y puede provocar sus reservas", justifica. Tras vencer los reparos iniciales "siempre terminaban contándome todos los detalles de la historia de los edificios e invitándome a merendar". Además, le recibían con los brazos abiertos cuando volvía. "Con frecuencia regresaba más de una vez para verificar que las medidas que había cogido estaban bien o porque después de haber estado me enteraba de que había más cosas que ver".

No ha estimado cuánta gasolina se dejó en el camino, pero sí que invirtió en esta labor titánica "cerca de 8.000 horas de trabajo" que le han servido para dibujar un preciso retrato de este patrimonio artístico.

Compensó, a costa de sacrificar vacaciones y fines de semana. "Lógicamente, al final de año me pedían rendir cuentas de todo el trabajo para la beca que me habían dado y confieso que, en alguna ocasión, me pillaba el toro. Había que sacar tiempo de donde se pudiera", recuerda.

Explotación de hierro

Una larga historia desde el Imperio Romano

A lo largo de seis años reafirmó lo que ya sabía: que "en Enkarterri hay construcciones preciosas y con historia, pero que a lo largo de los siglos han ido perdiendo sus elementos originales, en particular en las viviendas. Es lo que ha pasado en Balmaseda".

Los rastros más antiguos se remontan aproximadamente a la etapa barroca y "abundan más las obras entre el XIX y el XX, coincidiendo con la época de las grandes fortunas de los indianos".

"Sin duda, hubo más porque esta zona adquirió una gran relevancia en el comercio de hierro ya desde el desembarco de los romanos", indica. "En esta tierra se encontraba la montaña de hierro que describiera Plinio y que se denominaría Montes de Triano en honor del emperador de origen hispánico Trajano, gran amante de la minería", relata.

Desde la edad media

Empiezan a proliferar las ferrerías

Siglos más tarde, las Encartaciones se unieron al Señorío de Bizkaia y tuvieron sus propios Fueros en la Casa de Juntas de Avellaneda, lo que se tradujo en "libertad para extraer mineral en terreno propio, al contrario de lo que sucedía en el resto del reino".

"Las familias más poderosas construyeron sus lujosas residencias y abundaron las ferrerías, primero en el monte y, desde el siglo XIII, las que se instalaron en los cauces de los ríos con el fin de aprovechar la potencia hidráulica", prosigue. Del rastro que dejaron "se puede nombrar la de los Mollinedo en Artzentales o la de los Artecona, en Gordexola". A partir de ahí, "desde finales del siglo XVIII comenzó el declive en el momento en que se introdujo hierro sueco y ruso, que pasaron a ocupar un lugar preponderante en el mercado europeo".

Aun así, a la vista de sus estudios, ha sacado la conclusión de que "Encartaciones ha sabido mantener su propia idiosincrasia y hacer una mezcla con todas las aportaciones recibidas de múltiples procedencias".

Características del estilo

Piezas relativamente sencillas y geográficamente dispersas

Gran parte de las obras analizadas en el libro "fueron fabricadas en su día con hierro de la comarca de Enkarterri y en sus propios talleres". La forja en Enkarterri se caracteriza por "la relativa sencillez de las piezas, y dentro de todo el abanico la de las iglesias suelen ser la más destacada".

En la de San Juan, de Balmaseda, que hoy se ha convertido en Museo de Historia, hay un púlpito precioso que es único en toda la zona", expresa. -En la actualidad se encuentra cubierto por una capa de pintura de tonos rojos y verdes-. "También la portada de Santa María de Güeñes o la reja de San Antonio de la Mella, en La Herrera, Zalla, son muy relevantes. En el valle de Salcedo está todo muy repartido", añade.

problemas del "arte menor"

Pérdida de obras con el transcurrir de los siglos

En las propiedades pequeñas, por el contrario, "a veces los dueños desconocen su valor porque el artista no dejó su firma y tampoco figuran en los archivos, así que hay objetos que se han perdido". Y, por desgracia, esto sigue sucediendo. "Muchas de las cosas que dibujé en la década de los ochenta ya no están", lamenta.

Es el caso de la aldaba en forma de perro que presidía la entrada a la casa de Arechabala en el barrio de Carral, en Sopuerta. Delicadamente tallada, "es de las cosas más valiosas que he encontrado y es una pena que ya no pueda admirarse".

Otras veces el arte no aparecía a simple vista y "tenía que golpear la pintura para descubrir lo que se escondía debajo", lo que "significó un obstáculo añadido a la hora de estudiar las formas y los cincelados de los objetos". En cualquier caso, "fue un trabajo absolutamente de campo", define.

Proceso meticuloso

De las mediciones de campo a los dibujos a escala

Y del campo a casa. El siguiente paso consistía en desplazarse a casa y plasmar en un papel y a escala los dibujos y las mediciones realizadas. Además, el libro también incluye un comentario comparativo y la contextualización de cada una de las piezas que forman parte de esta vasta obra.

Para lograr una mayor claridad, "opté por agruparlas en función de la tipología de los edificios -según fueran civiles o religiosos- o en base al municipio o valle de donde fueran originarias.

una recomendación

Mejor no transformar los restos del pasado

Pocas escapan a la clasificación genérica de balcones o aldabas de casas, rejas de iglesias, etc., pero sí hay una que el arquitecto aconsejaría visitar a los que dispongan de un rato libre para conocer Enkarterri. "En el barrio de Tueros, en Turtzioz, hay una construcción muy singular. Se trata de un pozo de cuyo algibe -una especie de arco situado en la parte superior- únicamente quedaba el contorno. Lo dibujé para el libro y el Ayuntamiento me pidió reconstruirlo", cuenta.

Es de las pocas ocasiones en las que ha quebrantado una de las máximas que defiende: dejar los restos del pasado tal y como los encontramos. Sólo que la intención era devolver al pozo su aspecto anterior y reivindicar el valor de la forja. El mismo objetivo que ha cumplido al reunir, por fin, la recopilación de sus investigaciones.