Dice Oneka Zaballa que cuando conoce a alguien y le dice que es ganadera la miran “un poco raro”. Queda por saber si las caras de asombro son porque es joven, mujer, licenciada en Derecho o porque el sector primario, entre la subida de precios a causa de la invasión de Ucrania y la sequía, está atravesando una temporada de vacas flacas y cuesta entender su vocación. “Hice la carrera porque tienes que tener un plan B, pero siempre he tenido muy claro que yo no era abogada, que yo soy ganadera”, afirma con orgullo esta vecina de Lemoa, titular de una explotación con un centenar de cabezas de vacuno a caballo entre Dima y Orozko.

En casa de Oneka “toda la vida ha habido vacas”. “Empezó mi tío, que compró unas pocas para comer las fincas de alrededor del caserío. De él la ganadería pasó a mi ama y, al de unos años, cogí yo el relevo”, cuenta con naturalidad, como si fuera el sueño de cualquier universitaria. “Es un trabajo muy esclavo. Son animales y tienes que estar con ellos 365 días al año, 24 horas. Supone muchos quebraderos de cabeza, esfuerzos y sacrificios, pero yo lo hago a gusto. Es una forma de vida”, asegura esta treintañera, que vive con su pareja. “Te ves cuando te ves. A veces no puedes ir a una cena o tienes que renunciar a otros planes porque el deber te llama”, reconoce Oneka, que por las mañanas trabaja como técnica en el sindicato ENBA y por las tardes y los fines de semana se dedica a su explotación.

En ella le echa una mano su padre, Pedro Zaballa, un veterano del sector que achaca esta mala racha a una fatal combinación. “No sé si la puntilla ha sido la guerra de Ucrania o la sequía porque ha venido todo junto. Solo hemos podido hacer un corte y escaso para alimentar a los animales en invierno y a eso se suma que los costes del forraje y el pienso están altísimos”, señala, sin olvidar el precio del gasoil para los tractores, que casi se ha duplicado. 

Oneka Zaballa, titular junto a su madre, Itziar, de la ganadería Fidel Abans, cepillando a las vacas Borja Guerrero

"Mi intención es continuar"

A pesar de lo duro que pueda resultar su profesión y de las dificultades por las que atraviesa el sector, Oneka no parece dispuesta a abandonar su sueño. “Mi intención es intentar continuar con la ganadería. La situación es muy complicada y hay veces que te dan ganas de dejarlo todo, pero esto es como una familia. No puedo renunciar porque no me vería haciendo otra cosa. Ya iremos viendo qué pasa”, dice con cautela, consciente de los tiempos que corren.

El “principal problema” al que se enfrentan las explotaciones ganaderas en Bizkaia es, a juicio de Oneka, la falta de terreno. “Hoy en día la forma más rentable de tener vacas es que puedan comer hierba y alimentarse sin tener que comprar pienso o forraje y que te suponga mucho gasto. En Euskadi el terreno es muy limitado. Si tuviésemos posibilidad de acceder a más hectáreas, donde las vacas pudiesen estar pastando diez meses al año, sería una oportunidad muy buena para hacer rentables las explotaciones, que es lo que todos y todas queremos ahora mismo”, reivindica. En definitiva, añade, “queremos poder vivir de ello dignamente, que sea rentable y que, si tenemos algún día algún gasto extraordinario, podamos hacerle frente, sobre todo, tal y como están las cosas hoy en día”.

“Estamos pasando una época de quitarse muchas cosas para soportar los gastos de la ganadería”

Oneka Zaballa - Ganadera

El panorama, ciertamente, no es para echar los cencerros al vuelo. “Ahora mismo estamos pasando una época de quitarse muchas cosas para poder soportar los gastos de la ganadería. Si el Departamento de Sostenibilidad y Medio Natural de la Diputación no hubiese hecho el esfuerzo que está haciendo para que podamos seguir adelante, sería muy difícil, así que agradecemos mucho que nos ayude con lo que pueda”, señala, en referencia al plan de choque de la institución foral vizcaina que contempla ayudas directas al sector primario de 1,2 millones de euros para amortiguar la pérdida de rentabilidad de las explotaciones debido al incremento de precios de las materias primas.

"Sería ideal vivir sin ayudas"

Pese al gris horizonte, Oneka no pierde la esperanza. “Sería ideal un futuro en el que pudiésemos vivir sin ningún tipo de ayuda, pero somos conscientes de que es muy complicado, más aún teniendo en cuenta que no se valora nuestro trabajo como se debería y eso que somos los que producimos alimentos para toda la población”, lamenta. Hasta alcanzar ese “reconocimiento”, dice, “toda ayuda es bienvenida”. Tanto económica como para “visibilizar a la mujer” en el sector, “que también estamos aquí y también trabajamos”, defiende esta ganadera.

Con la vista puesta en un futuro más lejano, Oneka confía en pasar algún día el testigo a su descendencia. “Me haría muchísima ilusión tener algún día hijos o hijas, y que se dedicaran a ello. La vida del baserri, entre animales y en la huerta, para mí ha sido la mejor”, concluye.

Begoña Lumbreras, productora del caserío Momoitio de Berango, vendiendo sus hortalizas en Bilbao Oskar Gonzalez

"Los abonos han subido mucho"

Empezó con “un trocito de nada para unas lechuguitas y unas cebolletas” y, más de treinta años después, está al frente de una explotación agrícola con 6.000 metros cuadrados de invernaderos y más de 9.000 al aire libre en Berango y Gatika. “Mi marido es de caserío y mis suegros tenían vacas y huerta. Me fue gustando, empecé a ir a la plaza a Portugalete y fui aumentando la extensión”, explica Begoña Lumbreras, que en su trayectoria como productora de tomates y otras hortalizas no ha vivido una temporada igual. “Este año hemos perdido más que ganar. En todo el tiempo que llevo en el sector no he conocido nunca temperaturas tan altas y esta falta de agua. Tomate se ha quemado una exageración, hemos tirado muchas lechugas porque se han podrido...”, detalla.

“Hemos perdido más que ganar, no he conocido temperaturas tan altas y esta falta de agua”

Begoña Lumbreras - Productora agrícola

Por si fuera poco, añade, tras el conflicto de Ucrania “se ha encarecido todo un montón”, desde las turbas hasta las bolsas y etiquetas o los faldones que ponen a las cajas. “Los abonos han subido muchísimo y también el gasoil. Tenemos calefacción y no podemos poner lo que la planta necesitaría. Le ayudamos un poco por las noches para que la temperatura no sea tan baja, pero tampoco se puede porque no llega”, cuenta y confiesa el apuro que le da subir los precios de sus productos.

“Lo único que he subido un poquito ha sido el tomate, porque conlleva un montón de gastos: la semilla, la calefacción... Lo demás no te atreves, no sabes cómo hacerlo, porque también ves el panorama de la gente. A veces te conformas, en vez de ganar 4, ganas 3 o 2 y dices: Que salga el sol por donde quiera y a ver si el año que viene cambia. Como con la pandemia, piensas: Ya mejorará, ya saldremos”, dice con resignación esta productora, que siempre empieza la campaña con mucha ilusión. “Luego te vienen estas cosas y es lo que te paraliza y echa atrás. Dices: Bueno, vamos a ver si resistimos otro año más. Y así es nuestro día a día”, relata, convencida de que “para trabajar en este mundillo te tiene que gustar”. “Ojalá me equivoque y la juventud empiece a animarse, pero es muy difícil. Les oyes y dices: Madre mía, pensando en vacaciones, pero si en verano es cuando más trabajo hay”.

A Begoña no le gusta pensar en la jubilación, aunque sabe que algún día tendrá que colgar los aperos. Cuando eso suceda, su hija, que ahora la ayuda, no empuñará la azada. “Tiene su trabajo y en su día nos dijo que si mi marido y yo siguiésemos siempre, no lo dudaría, porque tiene la explotación montada y un mercado hecho, pero algún día faltaremos y ella no se ve, no quiere”, señala esta productora, a la que le afloran sentimientos encontrados. “¿Pena? Entre comillas porque yo veo lo que ha conllevado para mí este trabajo, lo que he tenido que dejar por el camino, y es duro. Como padres no queremos que los hijos estén tan esclavos como nosotros”.