A vigésimo primera jornada de la Liga Endesa deja al Bilbao Basket hundido en el sótano de la tabla clasificatoria, empatado con el Acunsa GBC en los puestos de descenso -penúltimos los vizcainos, últimos los guipuzcoanos- y con la salvación un poco más difícil todavía si cabe, no en vano Urbas Fuenlabrada y Coosur Betis, dos rivales directos, sacaron adelante sus compromisos ante el Herbalife Gran Canaria y el Unicaja, respectivamente, y dieron un pasito más para salir de la quema. Mal panorama tiene ante sí el conjunto de Miribilla, cuyas carencias quedaron al desnudo una vez más en el duelo ante el Casademont Zaragoza, un enfrentamiento que ni siquiera tuvo un cuarto y medio de competido y que quedó convertido bastante antes del descanso en un paseo militar para los visitantes.

El conjunto que dirige Álex Mumbrú presenta carencias en numerosas facetas del juego, pero se desangra sobre todo en defensa. En los veinte encuentros que lleva disputados en la competición doméstica encaja más de 87 puntos de media, una cifra incompatible con la victoria porque carece de arsenal y sobre todo sostenibilidad como para llegar a esos guarismos con cierta regularidad en la faceta atacante (solo lo ha hecho tres veces, en sus triunfos ante Obradoiro y Betis y en la derrota en la jornada inaugural en Gran Canaria, tras prórroga). En numerosas ocasiones, el Bilbao Basket parece afrontar los partidos como si de un intercambio de golpes se tratara, pero la gasolina no le da, llega un momento en el que colapsa y el rival de turno aprovecha para romper el partido. Es un guion de sobra conocido este curso. En el duelo del sábado, Mumbrú se desgañitaba en un tiempo muerto tempranero recalcando a los suyos que no quería que la contienda se convirtiera "en un intercambio de canastas", pero ni sus jugadores ni su pizarra fueron capaces de bajar el ritmo de las revoluciones de lo que acontecía en cancha para fabricar un ecosistema que favoreciera sus opciones de victoria. El duelo se disputó al galope, los anfitriones se cayeron del alambre en el momento en el que los triples dejaron de encontrar la red y los de Sergio Hernández anotaron por encima de veinte puntos en los cuatro cuartos.

Desde aquella victoria del 22 de noviembre en Sevilla (89-96) previa al parón por las ventanas FIBA, último duelo en el que los hombres de negro pudieron lucir buena parte de su esqueleto original (Aaron Jones había salido ya del equipo y Ludde Hakanson no pudo jugar por haber dado positivo por covid-19, pero Ondrej Balvin, que reapareció el sábado, y Quentin Serron, aún en el dique seco, no se habían lesionado todavía y Kingsley Moses fue de la partida), el conjunto vizcaino ha disputado diez partidos de Liga Endesa. En cinco de ellos ha encajado por encima de los 90 puntos, encuentros que tuvieron un denominador común: sus opciones de competir por la victoria fueron prácticamente inexistentes. En estos dos últimos meses, el equipo de Mumbrú ha recibido 106 puntos contra el Valencia Basket (derrota por 33 puntos), 105 en Zaragoza (perdió por 29), 96 el sábado ante este mismo rival (-23 en el luminoso final), 96 también en Burgos (-10) y 91 en casa frente al Unicaja (-16). Demasiados puntos para un Bilbao Basket muy limitado en ataque, debilitado por las lesiones y sin jugadores capaces de encadenar un puñado de partidos con actuaciones destacables.

Por contra, cuando ha conseguido domar al rival, hacer que sus guarismos no fueran tan alegres, ha sido capaz de competir y sumar victorias. Batió a domicilio a un Urbas Fuenlabrada al que dejó en 70 puntos (promedia 82,6) y superó, aunque fuera con muchos apuros, al Acunsa GBC, que se quedó en 80. Además, hace dos semanas el Andorra no pasó de los 72 puntos en un encuentro en el que los hombres de negro tuvieron bola para ganar, Estudiantes metió 78 en Miribilla en una contienda en la que el Bilbao Basket se pegó un tiro en el pie cuando la tenía en su mano para acabar perdiéndola en el último segundo y los de Ibon Navarro llegaron a 85 en el Bilbao Arena en la primera vuelta en un partido que se rompió en los compases finales.

Los números demuestran que esa es la barrera a la que tiene que limitar el Bilbao Basket a sus rivales si quiere ser competitivo, sumar victorias y tener opciones de salvación. Queda por ver si el equipo es capaz de llevar la teoría a la práctica de manera habitual. Balvin, su bastión defensivo en las cercanías del aro, está ya de vuelta y su rendimiento debería ir a más, y en las próximas semanas se espera que regresen Serron, el mejor exterior de Mumbrú en lo que a labores de retaguardia se refiere, y también Hakanson, necesario en las laboras de dirección, pero hará falta un paso al frente por parte de todos para solidificar unos engranajes demasiado endebles. La plantilla vizcaina no tiene en nómina a grandes perros de presa ni físicos que marquen diferencias y sus niveles de energía física y mental están muy tocados, por lo que desde el cuerpo técnico deberán llegar soluciones, quizás con planteamientos más conservadores, bajando el ritmo de los partidos o evitando apretar tan lejos del aro para no dejar a sus espaldas latifundios y pasillos enormes que los rivales aprovechan para lograr puntos sencillos. Sin frenar la sangría defensiva la salvación suena a misión muy complicada.

Los de Álex Mumbrú reciben 87 puntos de media, cifra a la que solo han llegado en ataque en tres de los veinte partidos disputados