En la valoración de la campaña recién terminada, aquello de para gustos, los colores sería una expresión adecuada. Algunos estiman que el Athletic , bastante mejor que los anteriores porque con su forma de desenvolverse y competir se ha hecho acreedor a una recompensa superior a la obtenida, que ha sido la nada, tras caer en la final de la Supercopa, verse apeado por el Valencia en semifinales de Copa y ocupar la octava plaza en la liga. Sin duda, estos datos confirman que no ha estado lejos del éxito y que durante la totalidad del calendario ha opositado a convertirse en uno de los conjuntos destacados. Pero de igual modo darían pie a realizar la lectura a la inversa: la incapacidad ha prevalecido sobre la ilusión. El Athletic ha amagado con dar un salto de calidad y se ha quedado a medio camino, tal como consta en el balance.

Para afinar el juicio resulta conveniente perfilar el contexto, las condiciones en que Marcelino y su plantilla han desarrollado su trabajo. No hay ni punto de comparación con el curso anterior, marcado por un relevo en el banquillo en navidades y la disputa de hasta tres finales. Entonces, se arrancó con un ambiente un tanto viciado, como confirmaría luego la destitución de Gaizka Garitano, que sugirió un cambio radical gracias a la inmediata conquista del título de la Supercopa. El aterrizaje del técnico asturiano pareció sacudir al grupo, pero no pasó de ser un espejismo. Algo pasajero. Sendos desastres en las finales coperas y un último tramo liguero dejándose ir, generaron la sensación de que el Athletic había perdido el año.

Lógico que de cara al 2021-22 hubiese expectación, se depositasen grandes esperanzas. Marcelino, al que solo cabía atribuirle una pequeña cuota de responsabilidad por lo vivido previamente, contaba ahora con la temporada limpia para hacer y deshacer, para dejar su sello. Ya conocía la materia prima y enseguida declaró que la prioridad era conseguir un rendimiento regular. Quería un equipo fiable con vistas a codearse en la pelea por Europa y, a poder ser, visitar de nuevo La Cartuja y enterrar los aciagos episodios habidos con Real y Barcelona. Como objetivo no declarado explícitamente, la paulatina regeneración del plantel dando cancha a la media docena larga de críos a sus órdenes. Es algo que se sobreentiende como consustancial al club, aunque en la práctica se suele cumplir a medias o ni eso.

La tónica ha venido a ratificar la jerarquía de los veteranos, que han copado posiciones más por serlo que por merecerlo. Sancet y Vivian demostraron hallarse listos para ser protagonistas y a veces tampoco les valió para jugar, pero los demás chavales tuvieron un rol que dificulta, o retrasa, su asentamiento en la categoría. En caso de duda, el entrenador se ha inclinado por los pesos pesados, aquellos en los que se apoyó en sus primeros meses en Bilbao. Repetir dicha apuesta sería una de las razones que han hecho que su proyecto no cuaje, desde luego no como él hubiese deseado. Y tiene triste gracia porque Marcelino ya había sentido en su piel las consecuencias de fiar la suerte del equipo a determinados hombres que también con sus antecesores se vieron impotentes para dar ese paso adelante que se necesitaría y agradecería. Tener contentos a los veteranos es un método de gestión más viejo que el propio fútbol, pero en el Athletic es precisa, indispensable, sangre joven para que el corazón funcione.

comparando

Si se miran los números, obviamente sumar en liga 55 puntos implica un alza sustancial respecto al pasado campeonato (46), pero no se trata de un logro espectacular: en los dos que finalizó Garitano se llegó a 53 y 51 puntos. Y no fueron tiempos fáciles precisamente: hubo que remontar desde la zona de descenso y también apechugar con la pandemia. Quiere decirse con este apunte que siendo entendible y hasta aceptable que Marcelino describiese en clave positiva cuanto ha pasado desde el último verano, para contradecir o matizar sus argumentos no hace falta romperse la cabeza.

En principio, los resultados confirman que el Athletic ha seguido abonado a los altibajos como si ese proceder respondiese a un impulso vocacional. Su estilo ha podido ir evolucionando, es verdad que en cierta fase dejó de ser el bloque fuerte atrás que con balón propone muy poco, pero luego volvió a abrazar una versión que nace de la particular concepción del juego de Marcelino, quien maneja un repertorio táctico muy eficaz para protegerse y lo contrario para hacer goles.

En San Mamés, han caído en liga Villarreal, Real Sociedad, Betis, Atlético y en Copa, Barcelona y Madrid. Si al lado se coloca la lista de los empates (13 en liga), tropiezos y fracasos, sean en casa o fuera, la calificación final se resiente mucho. Tampoco procede sacar pecho porque la estadística señale al Athletic como el equipo más intenso y que más corre, pues la entrega y el poderío físico casi siempre han figurado como sus señas de identidad. Y ya puestos, qué tal si empieza a correr más y mejor la pelota.