El Athletic Su triunfo del domingo sobre Osasuna en un derbi de claro color bilbaino le ha dado una nueva oportunidad, ya la última, de mantener viva la llama europea. Ver para creer. El Athletic, en este sentido, ha presumido de resiliencia, un término muy recurrido durante la pandemia del covid-19. Ha rondado el precipicio en muchas ocasiones, en las que incluso se daba por perdida cualquier opción de aspirar a coger una plaza europea y competir en el Viejo Continente cinco años después, y ha tenido más vida que un gato. Los pinchazos durante la segunda vuelta ante el Mallorca, Celta, Getafe, Valencia y Granada no le han pasado de momento toda la factura esperada y se sostiene gracias a que el Villarreal también ha fallado más de la cuenta. Así las cosas, los dos equipos dirimen el próximo domingo, en el cierre de la liga, por la conquista de la séptima plaza, que da la pedrea de la Conference League, la tercera competición de la UEFA y de nuevo cuño.

Como se sabe, el Villarreal, que cuenta con un punto más que el Athletic, depende de sí mismo. Si gana en el Camp Nou al Barça, se llevará el premio. Si no lo hace y sí el conjunto rojiblanco en el Sánchez Pizjuñan frente al Sevilla, será este el que lo celebre. También se puede dar el caso de que el submarino amarillo pierda y el Athletic, venza, combinación que sonreiría a los leones. Se da la circunstancia de que tanto el Barça como el Sevilla no se juegan nada, solo la recompensa dineraria por clasificación en el supuesto del equipo sevillista, que debe defender su tercer puesto.

Como ocurriera este último domingo, será una noche (el partido se ha retrasado a las 22.00 horas) de transistores. Para que se vuelva a repetir la carambola soñada, el Athletic está obligado a hacer sus deberes en un estadio que no le trae muy buenos recuerdos cuando se menciona el vocablo Europa. Es más, el Pizjuán le ha penalizado con crueldad en dos momentos todavía muy frescos en la memoria athleticzale. El primero de ellos sucedió hace seis años, entonces en plena Feria de Abril de Sevilla. El Athletic, dirigido por Ernesto Valverde, se jugaba el pasaporte a las semifinales de la segunda competición continental después de haber noqueado al Valencia en los octavos. El encuentro de ida en San Mamés se cerró con una dolorosa derrota de los leones por 1-2, lo que les exigía a vencer en el Pizjuán y marcar por lo menos dos tantos. El Athletic ganó al Sevilla que curiosamente dirigía Unai Emery, hoy técnico del Villarreal, y lo hizo también por 1-2, con goles de Aduriz y Raúl García, con lo que forzaba una prórroga en la que desperdició la gran oportunidad. Fue a los siete minutos de la misma, cuando Markel Susaeta gozó de una situación inmejorable en un mano a mano ante David Soria, meta sevillista, tras un gran servicio de Beñat, pero el entonces capitán quiso resolver con una picada que se le fue fuera y también el hipotético 1-3 que hubiera finiquitado probablemente la eliminatoria, decidida en una tanda de penaltis que benefició al Sevilla, a la postre campeón de aquella Europa League.

El otro bofetón en el Pizjuán data de la jornada final de la liga 2018-19, ya con Gaizka Garitano en el banquillo y Aitor Elizegi en la presidencia. El Athletic se presentó en el campo del Nervión con la necesidad de sumar como mínimo un punto independientemente del resultado que firmara el Espanyol, que sí ganó. Al Sevilla, que dirigía el extécnico rojiblanco Joaquín Caparrós, también le valía el empate para sellar su séptima plaza, y a nadie le extrañaría las tablas, pero el equipo sevillista se adelantó y los leones, que jugaron mal, no fueron capaces de marcar. Lo pudo hacer Iñigo Martínez en el descuento, pero su golpeo con la derecha se estrelló en el larguero de la meta de Vaclik y el rechace propició la contra hispalense para sentenciar con el 2-0. Un desenlace durísimo para un Athletic que se quedó con la miel en los labios.