Más se aprende en la derrota que en la victoria, es una máxima muy manida en el mundo del fútbol. Se basa en que los malos resultados fomentan la reflexión, un análisis más exhaustivo que cuando vienen bien dadas, así como la autocrítica y el afán de enmienda. Por otra parte, digerir un revés es un ejercicio cuyo coste suele ir asociado a la trascendencia del mismo, ya sea por sus consecuencias, que sería el fondo, o por la forma en que se produce, es decir, la imagen dada, en definitiva el rendimiento ofrecido. La experiencia vivida en Mestalla, que significó la eliminación en puertas de una final de Copa después de un encuentro bastante deficiente, se enmarcaría en el apartado de tropiezos de difícil asimilación.Tras el partido, el turno de la palabra no mejoró el nivel observado en el campo. La asunción de responsabilidades fue bastante tibia, por usar una expresión generosa. Los profesionales sostuvieron que el trabajo desplegado no estuvo mal, incluso afirmaron que estuvo bien y que, desde luego, fue superior al del Valencia. A la hora de profundizar en las causas del desenlace, ha prevalecido la teoría, alentada desde algunos medios de comunicación, de que se perdió por detalles.

En concreto, se ha cargado las tintas en un par de jugadas que prácticamente se registraron una detrás de la otra. En la ocasión que Iñaki Williams no acertó a resolver en el minuto 41, la más nítida del bando rojiblanco en toda la noche, y el remate que apenas transcurridos unos segundos Guedes clavó en la red, descansaría pues la clave del objetivo no cumplido. Estos serían los detalles importantes, los únicos a considerar. Sucede que apelar a la impericia y la eficacia concentradas ambas en un suspiro, se antoja un argumento muy simplista para explicar o justificar el signo de una historia que duró 101 minutos. Pero los discursos han ido por ahí, restando valor a aspectos y decisiones que marcaron el desarrollo del juego, cuyo nivel ni por asomo colmó la expectativa generada en torno al Athletic.

Y dado que se ha vuelto a incidir en el déficit de puntería, cuando computado el número de llegadas peligrosas para la portería del Valencia el problema principal se localizaría en la creación, en la construcción, en cómo percutió o más bien dejó de hacerlo el Athletic, no puede obviarse un episodio que tuvo lugar en el tramo final del partido. Huelga decir que en dicha fase era urgentísimo forzar la máquina, hacer lo imposible por poner balones en zona de remate a fin de cazar uno que forzase la prórroga.

la opción del búfalo

Bueno, pues poco antes del 80, Marcelino ordenó a Villalibre que calentase. Un delantero, un ariete, un especialista de área. La única baza ofensiva en el banquillo, donde había un portero, cuatro defensas y un centrocampista. En el 82, el técnico agotaba el cupo de relevos y elegía a Zarraga para suplir a Vesga. Un medio por otro. Y casi seguido, le decía a Iñigo Martínez que subiese a rematar. El recurso de la desesperación. A una volea de Yuri a la salida de un córner, que se marchó a dos metros del palo, se redujo el balance atacante antes de que el árbitro decretase la conclusión.

Que el entrenador prefiere el resto de alternativas que baraja para diseñar la delantera no constituye un secreto a estas alturas. Villalibre no es de su gusto e insiste en combinar a Raúl García, Iñaki Williams y Sancet. El vizcaino es titular para que los demás descansen, como ocurrió en el Camp Nou en vísperas de la semifinal, o ante el Rayo en una semana de septiembre con tres citas. Cierto es que estuvo largo tiempo en la enfermería, pero su participación rara vez alcanza el cuarto de hora por partido.

Williams no es un goleador, la pujanza de Raúl García ha decaído, Sancet acaba de destaparse en la culminación y Villalibre ni siquiera es válido en una situación crítica para, por ejemplo, emularse y mantener con opciones al equipo a la manera de la final de la Supercopa conquistada en enero de 2021.

Consumado el varapalo, en el hotel de concentración del equipo, Aitor Elizegi y un empleado del club se afanaron en esparcir entre los alicaídos seguidores rojiblancos el mensaje que luego rebotarían diversos medios: “Nos falta un nueve”. He ahí la explicación oficial del adiós a la final.

325

Son los minutos que ha disputado esta temporada Villalibre. En liga ha participado en once partidos, dos como titular (313 minutos). En Copa, solo ha jugado un encuentro, saliendo desde el banquillo. No ha metido ningún gol.