A llegada del Rayo Vallecano a San Mamés inevitablemente retrotrae al hincha del Athletic, y así se puede catalogar la final de la Europa League que el equipo rojiblanco, dirigido por Marcelo Bielsa, perdió (3-0) en Bucarest el 9 de mayo de 2012. Resulta que Andoni Iraola, el entrenador del equipo vallecano, lució en aquel encuentro el brazalete de capitán del Athletic y entre sus jugadores está él, Radamel Falcao García, el implacable delantero colombiano. Anotó dos goles en la capital rumana y se convirtió en el brazo ejecutor del Cholo Simeone, que cinco meses antes había sustituido en el banquillo colchonero a Gregorio Manzano para iniciar la etapa más gloriosa en toda la historia del Atlético de Madrid.

Iraola manifestaba la víspera de tan infausta fecha: "Nos conocemos y no va a haber sorpresas. El aspecto mental será muy importante". La web de la UEFA entrevistó a Radamel Falcao el 9 de mayo de 2020, justo 8 años después, a propósito de aquella final y coincidió con su actual entrenador en el diagnóstico: verdaderamente se impuso el otro fútbol, el que se juega con la mente. (¿Recuerdan los rostros desencajados de los jugadores del Athletic poco antes de comenzar el partido?). "Ellos estaban muy bien como equipo, y creo que practicaban un fútbol muy vistoso. Pero en ese momento creo que los hombres maduros, que sabían cómo jugar ese tipo de partidos, se impusieron. Ellos eran muy jóvenes (...) Nosotros teníamos jugadores con carácter y experiencia, como Diego, Gabi o Godín... Yo venía de disputar una final de la Europa League, y sabía cómo se jugaba una final. Al final ganamos a un gran Athletic, pero muy joven".

Porque justo un año antes el delantero colombiano había alcanzado el momento culminante de su carrera en el Oporto, donde ganó la Liga y Copa portuguesas y la Europa League anotando 17 goles, el récord de la competición que aún persiste.

El Atlético de Madrid pagó 40 millones de euros al club luso, una barbaridad entonces. Si Falcao fue determinante en la final europea frente al Athletic, un año después también lo sería en la Copa que el Atlético ganó al Real Madrid en el Bernabéu. Convertido en un referente mundial, el club colchonero aceptó los 63 millones que ofreció el Mónaco por su traspaso, con un contrato por cinco temporadas y ficha anual de 14 millones.

Profundamente religioso, los designios del Señor sin embargo pusieron a prueba a Radamel. El 22 de enero de 2014, en un partido copero frente a un rival de la cuarta división francesa, el delantero colombiano se rompió el ligamento anterior cruzado de su pierna izquierda y tardó seis meses en sanar. Falcao, sobre todo, tardó mucho tiempo en recuperar la forma y ese instinto depredador que propició el sobrenombre de El Tigre.

En la temporada siguiente fue cedido al Manchester United, donde palideció su estrella. Jugó 1.286 minutos, repartidos en 26 encuentros, y tan solo anotó cuatro goles. Al siguiente curso Falcao probó fortuna en el Chelsea: doce partidos, un gol. Una sombra de lo que fue. De regreso al Mónaco, sin embargo recuperó su olfato goleador y en las dos siguientes campañas terminó con 30 y 24 tantos, respectivamente. Concluido su contrato, en 2019 se enroló en el Galatasaray y el último día del pasado mercado de fichajes saltó la sorpresa: Falcao, en línea de otros ilustres goleadores en declive (Hugo Sánchez, Anton Polster...), fichaba por el Rayo, con 35 años. El pasado sábado debutó frente al Getafe (3-0). Entró a los 70 minutos y tuvo tiempo de anotar un gol y facilitar otro. Hoy estará en San Mamés y la memoria del hincha recobra la imagen de aquel fantástico equipo. Y de aquella enorme decepción.

El último día del mercado, con 35 años, Falcao fichaba por el Rayo. Debutó el sábado y marcó ante el Getafe. El depredador está de vuelta