El triunfo sobre el Atlético de Madrid a finales de abril dio pie a la fabricación de un aliciente sin excesivo gancho que a fecha de hoy aún mantiene su vigencia. Estaba muy reciente el tremendo disgusto que supuso la gestión de las finales de Copa y arrogarse el papel de juez del campeonato de liga se adoptó como un modo de incentivar el ánimo, de darle algo de sentido al último tramo del calendario. A falta de un puñado de jornadas existía asimismo la posibilidad de pelear por una plaza continental, aunque la nula fiabilidad que desprendía el equipo no invitaba a tomarse en serio dicho objetivo. El tiempo ha venido a confirmar que efectivamente no merecía la pena alimentar la esperanza, así que el único consuelo que le ha quedado al Athletic es influir, siquiera parcialmente, en la adjudicación del título que premia al conjunto más regular de la temporada.Aquella derrota del líder en San Mamés, 2-1, fue muy celebrada y enseguida se enlazó con otros resultados favorables obtenidos frente a los máximos aspirantes de la categoría. Fue aprovechada para recrearse en el asombroso éxito de la Supercopa vivido en La Cartuja a mediados de enero. El Athletic, que acababa de cambiar de entrenador, superó en el plazo de tres días a Real Madrid y Barcelona para hacerse con el trofeo y, de paso, encender la mecha de la euforia con las finales de Copa en el horizonte. Sin duda fue el momento más feliz del curso, el único en realidad. Pero esto era algo que entonces no cabía ni imaginar, pues la explosiva reacción que propició el fichaje de Marcelino García sugería el comienzo de un período pleno de satisfacciones.

Antes de doblegar al cuadro de Simeone, el Athletic no pasó del empate con el Betis, que jugó 80 minutos en inferioridad numérica, y en la cita posterior volvió a empatar con el Valladolid, en uno de tantos encuentros donde se desperdició la ventaja de ir por delante en el marcador. Siguió la visita al Sevilla, cuarto clasificado que amenazaba seriamente con entrometerse en la pugna que en la cima sostenían Atlético, Barcelona y Real Madrid. El Athletic volvió a armarla, tumbó a los de Julen Lopetegui con un solitario gol en el 90 y les descartó para el título.

La sonada victoria en el Sánchez Pizjuán constituía un argumento de peso para reforzar la condición de juez de la liga, aunque tampoco valió para que el Athletic se beneficiase porque la ansiada escalada en la clasificación, tantas veces abortada, sufrió un nuevo revés con el empate en casa ante Osasuna. Para rematar su errática trayectoria, sacó la peor versión en El Alcoraz, donde el honrado Huesca ganó con justicia.

Llegados a este punto, con dos jornadas pendientes, el Athletic recibe al Real Madrid, el único que podría dar alcance al Atlético después de que el Barcelona se hiciese el harakiri en sendos fiascos frente a Granada y Levante. Los merengues se hallan a dos puntos de los colchoneros, en cuya agenda figuran dos compromisos en principio asequibles, Osasuna y Valladolid. Se antoja razonable pensar que si los chicos de Zidane se van de vacío de Bilbao, la suerte de la liga estará echada. Simeone saldrá campeón, logro que conquistó en la campaña 2013-14 en una edición tan emocionante como la actual, pues sumó tres puntos más que Barcelona y Real Madrid. Por cierto, el cuarto, aunque no en discordia puesto que obtuvo veinte puntos menos, fue el Athletic dirigido por Ernesto Valverde.

la especialidad

Así las cosas, mañana a las órdenes de Marcelino dispone el Athletic de la oportunidad de brindar una pequeña alegría a su gente y de paso apuntalar su rol de animador de la competición. Para ello debe incorporar a su hoja de servicios la victoria sobre el Madrid, misión complicada pero que de materializarse tampoco se recibiría como una sorpresa. No después de que recientemente Atlético y Sevilla hayan probado la medicina que administra con cuentagotas. En un ejercicio plagado de decepciones, el Athletic se ha especializado en resolver los partidos que mayor dificultad entrañan sobre el papel. Reserva sus mejores galas para bailar cual Fred Astaire con los grandes, mientras que con los rivales modestos no acierta con los pasos, se le enredan los pies y acumula un sinfín de tropiezos. Una tónica que le ha condenado a la intrascendencia.

En la relación de partidos donde ha burlado el pronóstico, además de los ya apuntados en el marco de la Supercopa y los posteriores a las finales de Copa, se ha de contabilizar que también venció al Sevilla en la primera vuelta. Ocurrió en octubre en La Catedral, En Nesyri adelantó a los andaluces y Muniain y Sancet protagonizaron la remontada en un final apoteósico que dio oxígeno a un cuestionado Gaizka Garitano, que había encajado tres derrotas en las cuatro jornadas anteriores. Este recuento de hazañas pudo haberse ampliado el 15 de diciembre en Valdebebas. Allí acudió el Athletic a jugar cara a cara con el Madrid y antes del cuarto de hora resultó expulsado Raúl García. El grave contratiempo presagiaba una escabechina, pero deparó una respuesta encomiable de los rojiblancos. Terminarían cediendo, 3-1, pero hasta el añadido compitieron de tú a tú, de hecho acariciaron el empate, frustrado por una excelente intervención de Courtois a remate de Vesga. Luego, Benzema, quién si no, firmó la puntilla.

Con la perspectiva que concede un calendario que expirará en breve, aquel esfuerzo vano quizá fuera una advertencia, una premonición de lo que luego sucedería en la Supercopa. El duelo que tendrá lugar en unas pocas horas decantará el signo del clásico en la presente temporada. El balance dice que Athletic y Madrid han ganado un asalto cada uno. Toca desempatar.

Jornada 37

Atlético de Madrid-Osasuna

Athletic-Real Madrid

Barcelona-Celta

Jornada 38

Valladolid-Atlético de Madrid

Real Madrid-Villarreal

Eibar-Barcelona