A la lista de los titulares que por su rendimiento están cuestionados o son directamente señalados se ha agregado en la presente temporada uno inesperado: Unai Simón. En su tercer curso en el equipo, el portero se ha visto envuelto con cierta frecuencia en situaciones negativas, lo que ha mermado el crédito ilimitado de que gozaba desde su debut en agosto de 2018. Sus reiterados errores gruesos, unos cuantos con resultado de gol en contra, han agudizado la sensación de fragilidad de un equipo que ya estaba expuesto a la crítica por esta cuestión concreta. La justificada inclusión de Simón en un apartado que solía estar copado por sus compañeros, sobre todo los que ocupan demarcaciones defensivas, acaso sea un fenómeno pasajero, aunque cause preocupación. Se daba por hecho que la portería estaba muy bien cubierta y ahora surgen las dudas.

Después de que en su primera campaña completa, la anterior, sobresaliese por su fiabilidad, Simón ha experimentado un retroceso. Ha dejado de ser una garantía, intercala actuaciones convincentes con otras desconcertantes. El asunto podría resumirse en que de ser una pieza capaz por si sola de aportar puntos ha pasado a perderlos él solito. Así enunciado quizás se simplifique en exceso la realidad, puesto que el portero se halla muy expuesto al examen público, más que el resto de los futbolistas, y la faceta defensiva es competencia del conjunto. De hecho, en numerosas ocasiones interviene para subsanar deficiencias ajenas. Sin embargo, la alarma se enciende cuando resulta imposible repartir responsabilidades porque el error protagonizado no es de recibo.

Al portero se le pide básicamente que transmita seguridad y que, como decía un clásico, no se meta los balones que van fuera. Realizar paradones no es una exigencia, sino un plus que distingue a los mejores. Simón, que pronto cumplirá 24 años y renovó hasta 2025, está llamado a marcar una época en el club. La entereza que mostró en la compleja transición vivida en la portería del Athletic, con los episodios que condujeron a Kepa Arrizabalaga y Alex Remiro al Chelsea y la Real Sociedad, anunciaba un tiempo de bonanza en una demarcación que San Mamés somete a un singular escrutinio desde el adiós de Iribar.

El primer año pagó el peaje del novato, fue relegado al banquillo en favor de Iago Herrerín El veterano respondió, pero era obvio que más pronto que tarde el futuro inclinaría la balanza del otro lado. Simón adquirió la condición de fijo en el inicio de la temporada 2019-20, un relevo que enseguida confirmó las expectativas. Fue uno de los destacados y prácticamente el único joven que se asentó en la formación tipo de Gaizka Garitano. Todo apuntaba a que el Athletic había salido ganando con la apuesta. El alavés comenzó una etapa sin fecha de caducidad.

En el presente ejercicio, Garitano insistió con Simón, quien no tardó en recibir la llamada de Luis Enrique. Debutó con España a principios de noviembre, en un movimiento que se interpretó como una forma de espolear a De Gea y Arrizabalaga, que no atravesaban un momento dulce en sus clubes. El tiempo demostró que no, que el seleccionador iba en serio. Tanto es así que hoy Simón se perfila como el favorito para defender la meta hispana en la próxima Eurocopa. Curiosamente, este espaldarazo no ha tenido el efecto esperado.

ezkieta, casi inédito

La internacionalidad de Simón ha llevado aparejado un descenso en sus prestaciones en el Athletic. Cuesta hallar una razón que explique este proceso, pero lo real es que a día de hoy Simón está opositando a que Marcelino le indique el camino del banquillo. Es improbable que tal cosa se produzca, si bien atendiendo al nivel brindado en bastantes citas se antoja una decisión lógica. Lo sería al menos si se tratase de un jugador de campo, pero es posible que un portero precise un tratamiento diferenciado en sus crisis. Por falta de alternativa no será. Se llama Jokin Ezkieta, fue fichado del filial del Barcelona, tiene una edad similar y permanece casi inédito, asunto este que asimismo merecería una reflexión.