EIBAR: Dmitrovic; Correa (Min. 72, Tejero), Oliveira, Bigas, Rodrigues; Diop, Recio (Min. 46, Quique González), Kadzior (Min. 46, Pedro León), Edu Expósito, Inui (Min. 84, Arbilla); y Kike García (Min. 90, Muto).

ATHLETIC: Simón; Capa, Núñez, Iñigo, Yuri; Muniain (Min. 85, Córdoba), Unai López (Min. 90, Vesga), Dani García, Morcillo (Min. 58, Villalibre); Williams (Min. 85, Sancet) y Raúl García.

Goles: 0-1: Min. 40; Unai López. 1-1: Min. 47; Kike García. 1-2: Min. 87; Unai López.

Árbitro: Cordero Vega (Comité Cántabro). Amonestó a Diop, del Eibar; y a Kodro.

Incidencias: Partido correspondiente a la tercera jornada de liga disputado entre el Eibar y el Athletic en Ipurua. Sin público.

El sombrío panorama se aclara tras el paso por Ipurua. Hacía falta una reacción después de dos semanas muy incómodas, rumiando el tropiezo de Los Cármenes y cuanto se generó en torno a un episodio que dejó síntomas preocupantes. El Athletic parecía anclado en esos vicios tantas veces señalados que le convierten en un colectivo vulgar, presa fácil de rivales que maquillan su déficit de calidad con honradez y el orden táctico. Retratados ante un Granada correcto sin más, Garitano y su tropa no podían permitirse seguir alimentando el sentimiento de decepción palpado en el entorno.

Con una actuación seria en la contención e intercalando fases de cierto brillo en un guión que durante demasiados minutos corrió al gusto del Eibar, alcanzó un triunfo ansiado e incontestable, aunque corto a la vista de lo sucedido en las áreas. Al cabo de los ciento y pico minutos de brega quedó bien sentada la distancia que a día de hoy separa a los contendientes en cuestión de talento. La extraordinaria contribución de Unai López, fue determinante para que el Athletic traspasase a su vecino la losa que arrastraba desde el arranque del campeonato.

Con una alineación que a nadie pilló de sorpresa y el convencimiento de que el Eibar saldría a por todas, se embarcó el equipo en ese partido que ambos entrenadores habían anunciado. El primer cuarto de hora, infumable, de rompe y rasga, plagado de pelotazos, saltos e interrupciones, con un ritmo frenético, imposible de sostener, desembocó en una oportunidad de oro de Kike, incapaz de embocar desde tres metros un servicio venenoso de Inui. La acción nació en un rápido saque de banda de Kevin Rodrigues que pilló dormida a la zaga. Los armeros estaban en su salsa, pero enfrente aguantaron el tirón. Un rato después, la intensidad decreció y el balón empezó a correr un poco por el verde, se abrieron algunos espacios y paulatinamente se impuso la mayor variedad de recursos del Athletic.

Hubo otro susto, también a cargo de Kike en un lance similar, anulado por el linier, pero el derbi iba empinándose para los chicos de Mendilibar, cuya constante petición de fichajes resulta irrebatible. El Athletic fue hallando vías para trazar combinaciones que previamente ni intentó. La figura de Williams adquirió cierta relevancia, los centrales no podían con él, pero tampoco él resolvía. Curiosamente, llegó el gol seguido de que el Eibar ligase una docena de pases por todo el terreno como respuesta a un aviso de Capa, oportuno para percutir con profundidad, que exigió la estirada de Dmitrovic. El cuadro local empujaba en el instante en que Morci armó una contra. Recorrió más de medio campo y cedió a Williams, que recogió en la banda y apuró, levantó la cabeza y captó los brazos levantados de Unai López, que se detuvo en el borde del área mientras los demás se incrustaban en boca de gol. El interior recibió, controló y con la derecha dirigió el remate raso a la cepa del primer palo.

Una gota de precisión en mitad de un océano de sudor colocaba al Athletic en la posición ideal para gestionar el segundo acto. Mendilibar deshizo el dibujo original, cambió uno de los tres medios por un segundo punta y se encomendó al guante de Pedro León. Esta última decisión tuvo un efecto inmediato: córner tocado al primer poste para que Kike se beneficie de una manía que tienen muchos defensas en la estrategia. Núñez marcaba al ariete a medio metro, mirándole a la cara y sin mirar al balón, lo que le dejó sin opción de disputarlo.

EL REVULSIVO

Entraba el duelo en una fase interesante, había que descubrir cómo asumía cada cual el empate, resultado que a ninguno le solucionaba sus apreturas. El juego volvió a espesarse, con el Eibar renacido y el Athletic más pendiente que dispuesto a tomar la iniciativa. El gasto físico invertido en la hora consumida era otro factor a considerar. Entonces, Garitano se decantó por introducir un revulsivo, que es como catalogó la víspera a Villalibre. Tenía razón, el chaval se integra enseguida y se hace notar. Defenderle es un engorro porque se faja con quien sea, ganando balones al estilo de Raúl García, y además su activación le da para participar en la mayoría de las aproximaciones. Fueron unas cuantas y peligrosas. Así, fue el encargado de poner en bandeja el 1-2 a Williams, gol anulado por el VAR por digamos ¿unos centímetros o fueron milímetros?

La enésima prueba de la perversión de este deporte no desanimó al Athletic, que siguió agujereando la adelantada estructura del Eibar, creando situaciones nítidas para Raúl García y el propio Villalibre. Como sería la cosa que Mendilibar entendió que el punto se le escapaba: fuera Inui, dentro Arbilla. También Garitano refrescó el equipo, tarde, pero incidiendo en las posiciones de ataque. El premio se materializó en una jugada donde intervinieron Unai López, Sancet, Capa y de nuevo Unai López, quien se coló sigilosamente en una zona infestada de piernas para asegurarse que Dmitrovic ni la oliese con un sutil toque que fue a golpear en el mismo lugar donde colocó el tiro del gol anterior.

El Eibar ya no se repuso, acumulaba un rato largo sufriendo y lo más que rascó fue un violento chut de Rodrigues que salió a un metro del larguero. Más cerca de marcar estuvo Córdoba en un tramo donde el Athletic no desperdició la inercia positiva que le acompañó durante el segundo tiempo. El gol de Kike vino en realidad a retrasar un desenlace que cabía intuir. Verdad es que se hizo de rogar, pues el gol se concretó en el minuto 87, pero es asimismo innegable que el Eibar apenas inquietó arriba y abajo anduvo al garete por culpa del dinamismo de los laterales y delanteros rivales. En ese desequilibrio de fuerzas, la puntilla llevó la firma de Unai López, que agregó a su clarividente repertorio en la zona ancha, el instinto asesino que tanto se echa de menos en este equipo.