- El calendario de este peculiar final de liga es una barbaridad. Da igual qué tramo del mismo se tome porque su exagerado grado de dificultad radica en la frecuencia con que se van encadenando las once jornadas. Así todo, cómo no admitir que cruzarse con Valencia, Madrid y Sevilla en nueve días entraña una exigencia superior. Es lo que acaba de hacer el Athletic, que solo ha sumado tres puntos gracias a que en Mestalla firmó su mejor actuación del verano. Su nivel en las dos citas siguientes experimentó un descenso y salió derrotado, aunque también influyó el errático criterio de los jueces, en especial los encargados de gestionar el VAR.

Perder con Madrid y Sevilla es hasta normal, no en vano figuran entre lo más selecto de la categoría. El Athletic, como le sucede a la mayoría, no pudo aguantarles la mirada ni el tiempo suficiente ni con la entereza y profundidad necesarias para intimidarles de verdad y cuestionar su superioridad. Admitido que se trata de dos reveses asumibles, de antemano y visto el desarrollo de ambos duelos, analizar el paulatino decaimiento de los rojiblancos a lo largo de la semana nos remite a un tema requetesobado a estas alturas. No es otro que el que servía para enfocar este artículo.

Van unas cuantas ocasiones en que se ha puesto en tela de juicio el modo en que Gaizka Garitano utiliza la materia prima de la que dispone. Su resistencia a distribuir minutos en la plantilla, convierte al Athletic en un espécimen raro. No hay equipo que al cabo de estas ocho jornadas haya diversificado el gasto de energía estableciendo diferencias tan abismales entre los titulares y el resto. En ninguna de las diecinueve alineaciones restantes se repiten partido tras partido tantos nombres, ni es fácil hallarlos con una participación cuantitativa semejante.

Hay que decir que era la dinámica habitual con el calendario de siempre, el que rigió de agosto a marzo. El entrenador prefería tirar de un bloque muy definido y si no era por causas de fuerza mayor introducía variaciones muy contadas. El método persistió en los meses en que el Athletic compaginó liga y Copa. Alcanzó para colarse en la final, no sin padecer auténticos calvarios y gozar de los favores de la fortuna, pero repercutió en el torneo de la regularidad, donde se fue abriendo una distancia en la tabla respecto a la zona europea que es precisamente la que ahora se pretende recortar. Contra lo que cabía pensar, Garitano no revisó sus hábitos para afrontar el saturado mes y medio al que ya solo le resta una semana larga. Ha continuado igual, aunque tendría sentido afirmar que en realidad su desempeño ha ido a peor, dadas las particulares condiciones que han asumido todos los clubes para competir y salvar así la temporada.

Por ello no extraña que lo comprobado en otras jornadas volviese a manifestarse ante Madrid y Sevilla: el Athletic decae en las segundas mitades. Pero no solo, pues los síntomas de cansancio afloraron desde el inicio. Ni el domingo ni el jueves tuvo frescura para jugar como puede hacerlo, su ritmo fue inferior al deseable y suplió el déficit de soltura a base de riñones, lo que pagó tras el descanso. Basta con fijarse en la identidad de los que intervienen para dar con la explicación. Hay mucha gente desgastada y se le nota; como hay mucha gente sin el rodaje preciso a la que le cuesta cuando asoma.

El jueves, la única novedad no forzada fue Vesga en relación al domingo (si se descuenta a Núñez) y el miércoles previos. Garitano gastó pronto un cambio por la lesión de Yuri y en el descanso quitó a Sancet para tapar con De Marcos a Reguilón por el ala que pisaba Muniain. El Sevilla había ejercido un control abrumador de inicio, encajó el gol de Capa, perdió pujanza y el asunto discurrió más parejo, si bien nunca el Athletic asumió la iniciativa. Luego, de nuevo el Sevilla apretó a fondo y sacó dos piezas de refresco a añadir a las seis que presentó de salida. Enfrente no hubo réplica, solo cesión de balón y de campo. Los rojiblancos quedaron a merced del oponente, Garitano nada hizo para variar ese rumbo y con el 1-2, triple cambio que incluyó a los infrautilizados Ibai y Kodro. Maniobró tarde el técnico y prescindió de Unai López, el mejor guía en nómina. Luego citó hasta media docena de veces los errores arbitrales, aunque aseguró que no eran excusa.

Entrevista en Radio Bilbao. Aitor Elizegi, presidente del Athletic, salió ayer en defensa del VAR, una herramienta que, como ya ha admitido en anteriores ocasiones ha llegado al mundo del fútbol "para hacer mejor al colectivo arbitral", pero aprovechó los micrófonos de Radio Bilbao para expresar su malestar por las últimas decisiones que han afectado a los intereses de su equipo. "No se pueden hacer trascendentes cuestiones menores ni equivocar al árbitro dos veces en la misma jugada. No sé por qué hay miedo a la corrección. A la velocidad a la que se juega es normal que nos corrijan. Los penaltis que duran seis segundos... tanto tiempo agarrando y tirar a un internacional como Iñigo cuesta. Esperemos que en el futuro esto se tenga en cuenta", expuso. El máximo mandatario rojiblanco negó categoricamente la existencia de manos negras y lanzó su propuesta de cara a mejorar la herramienta: "Que el VAR ordene los 90 minutos. Que trabaje en jugadas trascendentes sin miedo, revisémoslo. Y cuando no sea sí, que siga el juego. A veces interviene en acciones sin mucho peso y otras no lo hace cuando sabe que algo importante ha pasado".