Un arranque de Liga para no sacar pecho
Pese a los seis puntos sumados, Ernesto Valverde insiste en la imperiosa necesidad de mejorar el rendimiento El Athletic impone su eficacia, pero no gobierna los partidos como su técnico desea
bilbao. Los resultados no lo son todo, pero tienen una incidencia directa en el ánimo general, en la respuesta del entorno, en el día a día de Lezama, en el tratamiento de los medios de comunicación, podría decirse que regulan la calidad del aire que se respira. El Athletic de Ernesto Valverde acaba de firmar un pleno, dos victorias consecutivas en el inicio de una Liga enfocada a superar el influjo negativo que proyectan en la memoria o en el subconsciente las sombras de la última temporada. No hay mejor antídoto para la decepción que el éxito, que en este caso posee encima la virtud de la inmediatez, así que cómo cuestionar la importancia de lo realizado por el equipo, capaz de invertir de buenas a primeras la tendencia previa al verano. Sin embargo, conviene modular esa sensación de felicidad que se percibe hoy. Ni ahora ni nunca todo puede reducirse a lo que rezan los marcadores, que no se olvide además que en este caso no dejan de ser un par nada más, porque por sí solos, sin el complemento del análisis, suelen inducir a interpretaciones erróneas, a malos cálculos, que son la antesala de la decepción.
De momento, este Athletic puede alardear de eficacia y también está legitimado para sentirse feliz porque le ha sacado mucho jugo a las nuevas instrucciones que le imparten en Lezama, pese a que solo las haya sabido plasmar de manera parcial. Apunta cambios sustanciales en su comportamiento como colectivo, pero los jugadores no están todavía ensamblados, les cuesta tener una cuota de protagonismo que sea del gusto de su entrenador y se afanan en compensar con generosidad su insuficiente punto de forma física. Vamos, que el equipo no debería sacar pecho y no lo va a hacer si nos guiamos por lo escuchado en la sala de prensa de Anoeta, donde Valverde se apresuró a despejar de un punterón cualquier atisbo de euforia. Así sintetizó su impresión: "Me quedo con el ambiente y el resultado, tenemos muchas cosas que mejorar". Ambiente y resultado que vienen a ser sinónimos, casi la misma cosa, se retroalimentan cabría decir y emergen poderosamente a los ojos de la afición, pero no consiguen nublar la mirada del profesional.
Al derrotar a Valladolid y Osasuna, Valverde gana tiempo al tiempo (un bien muy preciado también en el fútbol) en la fase de la temporada menos comprometida en términos de exigencia, al menos sobre el papel, fase que se le ha de conceder a todo entrenador para que ejerza su influjo sobre la plantilla, fase en que ha de convencer a su tropa, mientras va puliendo defectos y potenciando virtudes. En la medida en que seduzca al futbolista y este compruebe que se halla en buenas manos, la tarea será más llevadera y se multiplicarán las probabilidades de éxito. Valverde está disfrutando de la inmensa suerte de que el triunfo le ha querido acompañar durante este período que todo entrenador precisa para dar forma a su idea.
sin quejas El club ha tratado de poner los medios para favorecer una transición inmediata, una salida del estado depresivo que afectó a plantilla y afición hacia a un rebrote de la ilusión. Ha elegido un responsable idóneo al que le ha confeccionado un grupo que mejore lo que había y lo que hubo en un pasado no muy lejano. En este sentido, Valverde no puede tener queja y ya se ha puesto a gestionar el plantel como acostumbra, introduciendo variantes, probando, abriendo la mano a nuevos valores, incrustándolos en una estructura que ya existía y había recibido un cursillo acelerado de cómo competir.
En Anoeta, el Athletic alcanzó el pitido final con Herrerín (pese a la errata de la ficha que ilustraba la crónica), Saborit y Morán en el once. A Valverde no le tiembla el pulso, sabe rectificar, exhibe cintura y genera un nivel de competitividad en el seno del equipo que a la fuerza ha de rendir beneficios. Dispone de personal suficiente para responder a las circunstancias de cada partido, el banquillo ha dejado de ser un elemento de relleno, sin incidencia real, sus integrantes van a ir rotando porque el acceso a la titularidad está abierto. Aparte de cuestiones de método en lo que atañe al reparto de responsabilidades (minutos de juego), se ha podido observar un trabajo distinto en la contención y una serie de decisiones de orden táctico que aprovechan mejor las cualidades de los jugadores y evitan sobresaltos.
No es casual que Muniain parezca transformado, que Iturraspe haya recuperado peso en el círculo central, tampoco que Iraola y Susaeta hayan reeditado su excelente relación por el costado que ocupan. Todos estos y algunos más vienen de rendir por debajo de lo que pueden en la segunda campaña con Bielsa y se diría que van cogiéndole el tranquillo al entrenador y, a la vez, la medida al campeonato.
Gurpegi y Aduriz continúan haciendo valer su oficio, un saber estar al que deben ir poco a poco abonándose bastantes hombres con suficientes batallas a sus espaldas aunque sean jóvenes. Con todo, el equipo ha de perfeccionar sus sistemas, los automatismos y ganar en regularidad durante sus actuaciones, aún le falta autoridad para no verse a ratos excesivamente dependiente del quehacer de sus rivales. Osasuna, por ejemplo, le tuvo maniatado muchísimos minutos, sin creación, sin una salida nítida, una realidad que se subsanó con repliegue y brega, pero que no se corresponde con la imagen pretendida y los recursos que atesora el plantel.
Seis puntos en el casillero son un colchón y previsiblemente el botín que tenga el Athletic tras rendir visita el próximo domingo al Santiago Bernabéu al Madrid de Ancelotti, de donde por cierto Valverde sabe lo que es salir victorioso dirigiendo al Athletic. Seis puntos a estas alturas sirven para coger carrerilla, para adquirir confianza y pensar en que se está trabajando correctamente, pero para nada más. Contra el Real Madrid habrá más novedades en la alineación y seguramente se notará una progresión, un avance en el rendimiento, que es de lo que se trata ahora porque a este equipo, tal cual está diseñado y pese a que esté ganando, le queda un buen trecho que recorrer para rendir a plena satisfacción.