El laboratorio de Bielsa
Sus decisiones no han logrado compensar el cúmulo de ausencias respecto a la temporada anteriorEn casi todos los partidos ha modificado sobre la marcha y muy pronto su planteamiento inicial
bilbao. Después de diez partidos, cinco de Liga y otros cinco de Europa League, el Athletic ha sido incapaz de ofrecer un rendimiento que recuerde al de la mayoría de los meses del primer año de Marcelo Bielsa. Los resultados cosechados desde agosto, elocuentes, son el reflejo de una realidad incontestable donde el principal factor desestabilizador estaría conectado con la indisponibilidad, en diferentes grados, de la mitad o más de la alineación tipo en que se basó el rotundo éxito del técnico argentino. Los 900 minutos de competición consumidos han mostrado a un equipo inmerso en un proceso de ajuste, de consolidación, de adaptación, en definitiva, a una nueva coyuntura. Enfocado todo el trabajo a reeditar un modelo concreto de juego, que es conocido para la inmensa mayoría de la plantilla, cabe apreciar avances, se va quemando alguna etapa de esa búsqueda de la identidad propia, pero aún falta, aunque la actuación ante el Málaga fuese esperanzadora.
A Bielsa le está costando aproximarse a sus objetivos y a los jugadores tampoco les está resultando fácil responder al reto de superar los inconvenientes y expresarse con propiedad sobre la hierba. De momento, el Athletic no se ha distinguido por su fiabilidad, ha aparecido dubitativo, agarrotado, demasiado frágil para tratarse de un bloque que antes del verano lucía sus encantos ante cualquiera y donde fuera. Para ilustrar lo que está sucediendo se puede recurrir a datos tan significativos como que el entrenador ha tomado la decisión de realizar cambios en el descanso de nueve de los diez partidos jugados. Hasta 18 de las 29 sustituciones se han registrado en los intermedios de esos compromisos. Un porcentaje muy elevado, que triplica al de la campaña anterior en el mismo tramo del calendario.
rectificaciones A la vista de ello, se deduce que la preparación de los encuentros, el plan que inicialmente dispone Bielsa no cuaja, no le termina de convencer. Lo que diseña como ideal para aspirar al triunfo, en vez de consolidarse es objeto de revisión permanente, enseguida se corrige, pero las alternativas sobre la marcha tampoco resuelven. Quizás lo peor sea que las modificaciones se repiten como el ajo, tanto en cuanto a los hombres afectados como en las variantes posicionales. El ejemplo paradigmático sería el de Iñigo Pérez, que arranca de lateral para terminar incrustado en el centro del campo, y De Marcos, que hace la transición a la inversa.
No cabe duda de que este caso tendría su origen en la ausencia de Aurtenetxe, el lateral fijo del año pasado, y el rodaje que necesitaba Castillo tras pasarse un curso entero en blanco. La operación de Amorebieta en julio también ha incidido negativamente, sobre todo porque se ha unido a la marcha de Javi Martínez, todo lo cual ha desfigurado casi por completo una línea consolidada. La solución ha sido ubicar ahí a Gurpegi, quien ya ha tenido cuatro parejas: Ramalho, San José, Ekiza y Amorebieta. Cinco, en verdad, porque Iturraspe ha retrasado su posición con alguna frecuencia.
Poco a poco parece que se va taponando la hemorragia, pero el Athletic ha acusado este baile de nombres con un número de goles encajados que a la fuerza le complicaba la existencia, obligándole a buscar la remontada. Sería muy simplista cargar la responsabilidad en este apartado a los de atrás, más en un conjunto donde todos tienen interiorizada la consigna de colaborar en la presión y en las ayudas defensivas. Esa presión no ha funcionado, se ha ejecutado descoordinada y las consecuencias se han dejado sentir en el área de un Iraizoz que, pese a su irregular comportamiento, ha sido víctima de auténticos fusilamientos.
Y si la labor sin balón ha fallado es porque con balón el Athletic ha dejado mucho que desear. A menudo, los hombres encargados de iniciar la salida se han visto superados por un déficit de colaboración de quienes se sitúan a partir de la línea divisoria. Aquí, se ha podido notar la falta de Herrera, el enlace más natural de Iturraspe, pero Bielsa ha dispuesto de gente de su confianza como De Marcos o Muniain, y podría haber recurrido a Iñigo Pérez o a Galarreta, cuya situación cabe catalogar como curiosa.
La línea de medios ha fracasado a la hora de establecer el ritmo y aportar equilibrio a un equipo creado para volcarse en ataque, que cuando no lo logra tiende a la desorientación y el caos. Ha sido común ver al Athletic partido en dos, convirtiéndose así en presa fácil para enemigos que, por supuesto, le tienen viene estudiado. A veces, una presión sobre el trío defensivo basta para cortocircuitar el invento. Los apoyos de laterales e interiores no resultan y el trío de ataque, estático, además de no aportar soluciones ofreciéndose, queda sin suministro, muy alejado del resto.
ausencias y novedades Volviendo al arranque del análisis, al repasar la participación de cada futbolista, y una vez descontado el bávaro Martínez, se comprueba que Llorente, Amorebieta y Herrera han jugado menos de la tercera parte de los minutos: 197 el ariete y 180 los otros dos. Muniain está en 554, mientras que Aurtenetxe tiene el contador a cero. Quienes han asumido más protagonismo respecto al ejercicio precedente son Gurpegi (810), Ismael López (701) e Iñigo Pérez (621). Aduriz, de los pocos que ha cumplido con nota, lleva 478 y últimamente, por no se sabe qué criterio, se ve obligado a repartir su concurso con un Llorente lejos de su mejor forma. San José (369) y Ekiza (360) han compartido el otro puesto de central.
Entre los infrautilizados debe destacarse a Toquero (170) y a Galarreta (327). El primero, que arrancó como interior, es evidente que sale perdiendo por la existencia de dos arietes específicos. En cuanto al chaval, es llamativo que la baja de Herrera no le haya servido para promocionarse. Sobre todo porque sus características se antojan propicias para erigirse en el cómplice de Iturraspe, moviéndose entre líneas para asociarse con los delanteros, con un De Marcos que siempre va al desmarque o los laterales, remisos a subir a falta de una mayor posesión.
Bielsa le ha otorgado a Galarreta muchos minutos con el partido cuesta arriba o sin Iturraspe en el campo. Sólo tiene un partido completo, en Finlandia, donde fue de lo mejor. Con De Marcos y Muniain tratando de parecerse a sí mismos, ese fútbol escalonado que se activa a partir de que los dos o tres primeros toques hallen un receptor ya en terreno rival, apenas ha asomado. De modo que sin el control de la situación, el Athletic se ha mostrado deslavazado y vulnerable. No lo fue ante el Málaga. Sigue pendiente de aflorar la añorada alegría de la marca Bielsa, pero el equipo, muy bien dirigido por Iturraspe, tiró de paciencia y racionalidad, rifó menos pases y se hizo fuerte en lo táctico sin balón para no sufrir atrás, hasta que el cansancio hizo mella. Fue un paso adelante, pero Bielsa aún tiene que dar un par de vueltas a su idea, barajando mejor lo que tiene a su disposición.