A pesar de haber vivido un enero negro con 320 muertos por covid, Euskadi se encuentra por debajo de la media estatal tanto en letalidad (número de fallecidos por mil contagios) como en tasa de mortalidad (número de decesos por población).

El promedio nacional del primer indicador es de 11,21 fallecidos por cada mil infectados mientras que en la CAV supone 10,19. La tasa de mortalidad se situaba de media en 1,92 en el Estado y en Euskadi ha oscilado entre el 1,8 y el 1,6.

Asimismo, y según refleja el Instituto Nacional de Estadística, ha contabilizado, por ejemplo, tres veces menos de defunciones (teniendo en cuenta los habitantes) que la comunidad de Madrid a lo largo de toda la crisis sanitaria.

Este organismo, el que ofrece unas cifras más fiables ya que creó específicamente una herramienta llamada Estimación del número de defunciones semanales, cifra en un 26% la diferencia en el periodo precovid (mayo de 2018 a marzo de 2020) y periodo covid (marzo de 2020 y enero de 2022) en Madrid, y un 9,7% en Euskadi. Así en Madrid se registran 84.733 defunciones vs. 107.045, mientras en la CAV son 38.964 vs. 42.741.

EXCESO DE MORTALIDAD

Los datos del INE coinciden en lo esencial con los del MoMo, que monitoriza los excesos de mortalidad que se van produciendo a lo largo del año. Hasta siete autonomías, entre las que no se halla la vasca, experimentaron el pasado diciembre, en plena sexta ola, periodos de exceso de mortalidad, la más destacable en Baleares.

En concreto, hasta final de enero en Euskadi se habían notificado 5.529 fallecidos con coronavirus como causa directa, 1.075 víctimas de 70 a 79 años, 2.207 entre 80 a 89 años y 1.515 con más de noventa.

Asimismo se constata que en enero y febrero de 2020, antes del comienzo de la crisis sanitaria, el número de muertes no es muy diferente al del año anterior. Sin embargo, en marzo, cuando el virus ya se había extendido y sobre todo en abril, la tendencia cambió radicalmente.

Por comunidades, los peores datos son los de Madrid. Es la autonomía que mayor incremento de muertes sufre respecto al año anterior y se da la circunstancia que los dos territorios fronterizos con esa comunidad, son el segundo y el tercero más afectados.

LA PRIMERA OLA, DESTRUCTIVA

Rafael Cascón, profesor e investigador de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) que lidera el sistema de investigación MoMo, invita, en cualquier caso a la prudencia con la estadística. “Lo que pasa con esas tablas es que si metes la primera ola, lo distorsiona todo. La primera ola atacó fundamentalmente en mortalidad a Madrid y las dos Castillas porque a Madrid llegó una semana antes con una propagación exponencial y el número de fallecidos fue tremendo”.

“Luego, en el resto de olas, la mortalidad es más o menos parecida en las comunidades con alguna particularidad”, destaca. De hecho, se demuestra que el porcentaje de defunciones es similar en la segunda y tercera ondas pandémicas y que, en ambos casos, la mortalidad fue inferior a la estimada en la primera oleada. Es la sexta, la que presenta más peculiaridades.

BAJA EL NÚMERO DE FALLECIDOS

Sea por el efecto protector de las vacunas o bien por la menor peligrosidad de ómicron o incluso ambas cosas, se ha ida bajando la tasa de fallecidos, cuando hace un año, el impacto mortal de la pandemia era enormemente mayor, y la letalidad era entonces casi quince veces más.

“En Euskadi llama la atención que en la última ola ha estado un poquito por encima en exceso de mortalidad ya que empezó antes, a mediados de octubre, en lugar de a mitad de noviembre”, especifica Cascón.

Los mejores resultados a nivel de fallecidos lo atribuyen los expertos a un posible efecto cosecha que suele observarse después de producirse una mortalidad significativa entre personas mayores, cuya salud ya estaba comprometida. Por otra parte, la optimización de la atención y los tratamientos, así como el impacto de la vacunación, han sido decisivos también para bajar el número de defunciones.