N febrero del año 2020 Borja García y Jorge Albaladejo, que ahora tienen 30 y 35 años, fueron agredidos por un grupo de cinco jóvenes en el barcelonés barrio de Gracia al grito de “maricones de mierda” mientras salían de casa rumbo al aeropuerto.

La pareja vivía en el barrio y salieron de casa a las seis de la mañana hacia el aeropuerto para viajar a la ciudad andaluza de Granada, pero cuando estaban llegando a un puesto de bicicletas municipales un grupo de cinco jóvenes les rodeó “abriéndose como un abanico” y uno de ellos se les acercó para pedirles un cigarro.

No les dio tiempo a contestar porque comenzaron a pegarles, unos golpes que iban acompañados por el grito de “maricones de mierda”, cuenta la pareja. Cogieron un adoquín “que no sabemos de dónde salió, porque en esa calle no hay adoquines”, añaden las víctimas al tiempo que recuerdan: “Nos pusimos contra una pared y nos intentamos defender como pudimos”. Consiguieron escaparse y correr calle abajo mientras el grupo les perseguía y lanzaba el mismo adoquín con el que antes les habían golpeado, hasta que consiguieron meterse en un taxi.

Le dijeron al taxista que, a pesar de todo, los llevase al aeropuerto -“solo nos faltaba quedarnos sin viaje”, bromean- mientras llamaban a los Mossos d’Esquadra para explicar lo que había pasado y que les orientaran sobre cuáles eran los siguientes pasos para denunciar los hechos.

Jorge tenía un golpe en el labio y a Borja le habían roto las gafas, por lo que cuando llegaron a Granada fueron a hacerse un parte médico para presentar la denuncia a la vuelta. Recuerdan que el caso se hizo mediático porque “lo comentamos a unos amigos del barrio y uno de ellos lo tuiteó”, algo que hizo que durante esos días hicieran varias entrevistas y que, cuando fueron a interponer la denuncia, fueran recibidos por un inspector de los Mossos que ya sabía quiénes eran. Los agentes les explicaron que esa misma noche se registraron otras tres agresiones similares, lo que parecía indicar que fueron llevadas a cabo por las mismas personas.

“Aparentemente normales”

Ha pasado año y medio y no les ha llegado ninguna información de que se haya identificado a ninguno de los agresores: “Probablemente haya sido gente sin ningún tipo de antecedentes y es muy difícil identificarlos”, lamentan Borja y Jorge.

“Los vimos de frente y no nos dieron miedo; si no, hubiésemos pasado por otro sitio” relatan, para poner de manifiesto que los agresores fueron jóvenes “aparentemente normales”; algo que no ayuda a su identificación: “Si no tienen nada peculiar es muy difícil reconocerlos”.

“El odio es transversal”

Las dos víctimas aseguran haberse sentido bastante arropadas durante todo el proceso que siguió a la agresión, tanto por los Mossos -que los acompañaron a la zona para recoger las grabaciones de las cámaras- como por el Observatorio contra la Homofobia, poniendo los hechos en conocimiento de la Fiscalía, y la Oficina contra la Discriminación del Ayuntamiento, que les hizo un seguimiento y un año después los llamó para interesarse por cómo seguían.

Cuentan que en ese momento “lo que quieres es que se sepa”, pero que en un primer momento lo hicieron de manera anónima porque tenían más miedo y no sabían qué consecuencias les podía traer: “Es importante saber que esto pasa en una ciudad moderna como Barcelona porque el odio es transversal”.

Más de un año después de sufrir la agresión homófoba y tras el aumento de las noticias sobre este tipo de violencia reivindican que se trate como lo que es: “No es que nos hubieran pegado y fuera violencia gratuita. Es que nos golpeaban al grito de maricón”.

“No es lo mismo pelearte con una persona racializada que pegarle a alguien por su raza”, ejemplifican.

Apenas un mes después de la agresión llegó el confinamiento, un tiempo en el que García comenzó a escribir lo sucedido para desahogarse y que se convirtió en Garbanzo, un libro que publicó en abril de este mismo año y en el que cuenta episodios de su vida que para las personas LGTBI puede ser parte de la vida cotidiana...