A las 24.00 fueron los aplausos, cohetes y quedadas para celebrar que decaía el estado de alarma; hoy por la mañana esto se traducía en pasar la muga a Cantabria y La Rioja sobre todo, destinos preferidos de los vascos donde muchos tienen además una segunda vivienda. Por ese motivo o porque muchos salieron de madrugada no ha habido retenciones en las carreteras ni aglomeraciones en los establecimientos pero sí se ha notado que la ciudadanía recupera la movilidad perdida.

Un año y medio de pandemia y de estado de alarma para controlar la expansión del virus ha generado efectos colaterales que aunque nimios comparados con los daños mortales del virus no son desdeñables. La economía se ha resentido, pero también las relaciones sociales y alertan los sicólogos de que ha afectado de manera muy importante a la salud mental.

No es de extrañar, por eso, que este domingo para muchas personas fuera una fiesta digna de celebración, aunque también hay detractores temerosos de las consecuencias que pueda acarrear la recuperación de la libertad.

Libertad de movimientos, sin embargo, no quiere decir ser imprudentes o saltarse normas que aún deberemos respetar hasta que la pandemia esté controlada en su totalidad y sobre todo el índice de personas vacunadas garanticen esa seguridad que puede dar a la sociedad lo que se ha llamado la inmunidad de rebaño.

Pero este domingo lo que predomina es la ilusión por esa recuperación de la sensación de libertad. Esto es algo que los sectores más afectados agradecen después de las penurias que sufren desde que el covid-19 se cebó especialmente con ellos.

Por eso, libertad ahora es sinónimo de precaución y la ciudadanía debe ser cuidadosa con las normas que deberemos seguir cumpliendo para evitar nuevas olas que nos lleven a la casilla de partida.

A las 24 horas los cohetes, aplausos y quedadas fueron expresiones espontáneas del deseo más ansiado de la ciudadanía por recuperar la movilidad sobre todo.

Cantabria y La Rioja son dos comunidades que simbolizan la distancia que puede marcar una muga geográfica. Para muchos vizcainos y gipuzcoanos el Estado de Alarma ha sido sinónimo de renuncia a sus segundas viviendas. Y allí se ha echado de menos a los miles de vascos que cada fin de semana se desplazan para compartir y disfrutar en estos municipios donde son bien acogidos.

SATISFACCIÓN EN LOS BARES

"El killo", propietario del "Jamón y Vino", uno de los establecimientos emblemáticos en la calle La Rua de Castro Urdiales es un ejemplo de lo que ha supuesto un año de Estado de Alarma. Hoy vuelve a sonreír a la clientela dispuesto a recuperar la alegría perdida durante estos meses de confinamiento.

Una de las encargadas, Raquel, corroboraba que ya se notaba de nuevo la llegada de los clientes vascos, fundamentalmente de Bilbao a los que han echado de menos durante todos estos meses.

Según dice fundamentalmente vienen de Bilbao, Barakaldo y Sopela, entre otros sitios de la Comunidad Autónoma Vasca. Esperan que a partir del próximo fin de semana empiecen a venir los clientes de siempre. La proporción viene a ser un 50% de Castro y otro 50% de clientes de fuera del municipio.

Los vascos vuelven a Cantabria tras el fin del estado de alarma

Los vascos vuelven a Cantabria tras el fin del estado de alarma

Una media que los hosteleros de Castro han echado en falta durante en este tiempo. Pero como ellos también los comercios y hasta las pescaderías que ayer permanecían abiertas.

Maribel, propietaria del bar Macario en los soportales de la calle Correría no podía ocultar su alegría por la apertura de la movilidad. Hace 35 años que se encuentra al frente del negocio y confiesa que este ha sido un año muy malo.

"Estamos en el ojo del huracán entre Cantabria y Euskadi así que nos miran con lupa", señala. Maribel se queja de que en todo este tiempo de crisis "el Gobierno no me ha condonado ni siquiera un mes de renta y con dos empleadas y viuda he tenido que capear el temporal como he podido". Y a eso le suma que "las pocas ayudas recibidas las he tenido que devolver con la declaración a Hacienda".

Tenía muchas ganas de que decayera el Estado de Alarma y se abrieran las fronteras geográficas porque entre sus clientes tiene a muchos vascos a los que lleva tiempo sin ver. Pero, incluso, también a muchos vecinos de Castro que se quedaban en sus viviendas y no se atrevían a bajar al pueblo. "No es solo el negocio es también las amistades, gente a la que quieres ver", dice.

Ahora tiene un sentimiento agridulce, satisfacción porque se recupere la normalidad y miedo porque las medidas se relajen y vuelvan a confinar los municipios.

De momento, Castro como Ezkaray o como otros tantos municipios al otro lado de esta muga que ha marcado el covid-19 estaba hoy pletórico. Ha habido una explosión de júbilo y gente en sus calles aunque las normas siguen marcando la pauta en mesas y aforos.

Entre las callejuelas de la localidad una mujer que paseaba con sus siete perros se quejaba a otra vecina de la multitud que se encontraba ayer en Castro. "Yo ahora firmaba por cuatro Estados de Alarma más y que no nos invadiera tanta gente". Otra vecina le respondía, "pero esto es riqueza para Castro y también da alegría ver el pueblo en auge".

Nunca llueve a gusto de todos.