Han tenido que posponer todos sus conciertos, pero en medio del confinamiento han editado Primavera,. “Ha sido diferente, pero el balance no es negativo”, cuenta María Blanco, vocalista de Mäbu. Además, la hija de Sergio y Estíbaliz ha sacado a la luz su lado cocinillas.

¿Cómo lleva el confinamiento?

—Las primeras dos semanas la verdad que fue todo bien porque coincidió con nuestro lanzamiento del EP Primavera. Fue algo novedoso porque la gente estaba ya confinada y aprovechamos la ocasión para que lo escucharan. Pero los siguientes días volvimos a la realidad, como todos. Tengo días buenos y malos, pero todos estamos bien.

Decidieron apostar por el EP.

Primavera es un adelanto del disco que vendrá, porque en sí tiene cuatro partes que son las cuatro estaciones del año.Primavera Como puedes imaginar no podíamos sacar Primavera en otoño (risas). Había que sacarlo, independientemente de cual fuera la situación.

¿Les han ayudado mucho las redes sociales?

—Sí, jugábamos con la baza del trabajo en redes porque sabíamos que no nos iba a fallar. Ha sido extraño de cara a los medios habituales, pero, curiosamente, hemos hecho más entrevistas de las que pensábamos. Ha sido diferente pero el balance que hacemos no es negativo.

Sin embargo, han tenido que posponer todos sus conciertos.

Eso es lo que más nos ha dolido porque es cuando tenemos contacto con nuestro público. Además, ahí es donde ganamos el dinero para vivir. En muchas de las salas estaba todo vendido y en otras quedaban pocas entradas. Los hemos pasado a noviembre y diciembre, cuando esperamos poder hacerlos porque son pequeños.

Han dado un concierto en la Sala BBK sin público.

—Fue una pasada, la verdad. Que un medio haya utilizado la cultura para crear contenido y entretener a la gente que está en sus casas es un gesto muy importante hacia la cultura. No fuimos de promoción, sino que fue un concierto pagado. Teníamos un papel del Gobierno vasco que decía que íbamos a trabajar porque estábamos en Madrid. Fue una sensación extraña porque era la primera vez que dábamos un concierto así.

¿Qué es lo que más echa de menos?

Un paseo por el monte, ir a Bilbao, el acantilado de Sopelana y poder pasear sin que nadie me mire.

¿Sale de casa?

—La verdad es que no. Una vez lo hice y me pareció todo muy hostil y horrible.

¿Cómo es su día a día?

Tengo un hijo y, por eso, mucho no puedo hacer (risas). Es difícil tener tiempo para uno mismo, sobre todo para componer, para nutrirte, leer... Estamos un poco limitados. Nos hemos puesto unas rutinas, yo trabajo por las tardes dando clases de canto y por las mañanas Txarli se queda grabando lo que saldrá más adelante.

¿No le ha dado por la repostería?

(Risas). Sí. Me he dedicado, como la mitad de la población, a intentar hacer bizcochos, pero no me terminan de salir porque me salen todos secos. No he conseguido que ninguno me salga esponjoso (risas).

“Que un medio haya utilizado la cultura para entretener a la gente es un gesto importante hacia nuestro sector”

“Me he dedicado, como la mitad de la población a hacer bizcochos, pero me salen todos secos”