Estas tres trabajadoras sociales no se conocían, pero el coronavirus las unió e idearon un proyecto tan humano como social. "Se me ocurrió recoger la idea que habían iniciado unas sanitarias de La Paz, no solo para hospitales, sino también para la residencias que están siendo tan azotadas por el virus. La idea es unir personas y publicar cartas en la red", explica Rosa Robles, alma mater de Creando Redes y trabajadora de los servicios sociales de base del Ayuntamiento de Barakaldo. Junto a Izaskun Artola y Alejandra Díaz se ha comprometido porque "creemos que en este momento de ansiedad, miedo y soledad, un mecanismo tan ancestral como las cartas lanzan un mensaje de esperanza, ánimo, lucha y transmisión de emociones, que llega a todos".

"Cada vivencia, cada situación es diferente y por ello, es importante poder transmitir lo que sentimos en estos duros momentos", señalan. Su objetivo es claro, ayudar desde el trabajo social. "Ver y sentir a través de las palabras que no estás solo, saber que la red de personas que formamos esta gran comunidad estamos unidas, y no solo persiguiendo la erradicación del bicho, sino compartiendo y acompañando", dicen, desgranando la esencia de la iniciativa. Los mayores de las residencias son un objetivo preferente y, por ello, en muchas cartas se les da las gracias por "tener ganas de leerme, de abrir los ojos y de entrecerrarlos, al dibujar una sonrisa".

Pero además el proyecto tiene una segunda parte de ayuda comunitaria que, fundamentalmente, lideran Díaz y Artola. "Con el paso de los días, vimos que podíamos dar un poquito más creando una consultoría, "ya que las consecuencias de este estado de emergencia van a ser muchas y las dudas son enormes". "Desde Creando Redes queremos aportar nuestro granito de arena con esta consultoría socio-jurídica que ya está recibiendo muchas consultas y en la que contamos con la colaboración de una abogada, dispuesta a acompañar en esta situación", indica Díaz. La última aportación de la red es ofrecer apoyo psicológico a personas que viven solas en sus domicilios.

"Un abrazo de mucho querer, abuela Oliva"

Rosa Robles, alma mater de Creando Redes, no habla de oídas. Ella sufre en primera persona esta terrible epidemia y sus trágicas pérdidas. Cuando hablamos, le acaban de comunicar que Oliva, la abuela de su marido, no va a superar este trance. "Es muy duro afrontar un duelo sin la posibilidad de poder despedirse", murmura emocionada. Por eso también vierte en una carta todo su dolor y toda su admiración. "Hace unos días te daba la bienvenida a tu casa abuela, ¡qué puñetero es el destino!, y hoy de nuevo en el hospital del que, nos han dicho, no saldrás".

"Solo quiero que sepas que dejas un legado estupendo y una familia unida. Y más que nunca, en estos momentos, queremos decirte que tu fuerza y tu valentía servirán de ejemplo para todos tus nietos y biznietos. Que las próximas navidades no serán lo mismo sin tu hija. ¿Qué tal tus padres? ¿Y los niños? Siempre preocupada por los demás".

"He sido de las últimas en llegar a esta familia, pero puedo decir que no me puedo sentir más afortunada por haberte conocido a ti y toda tu estirpe de valientes guerreros y guerreras".

Visiblemente afectada, Robles ha querido volcar sus sentimientos en una carta porque "para mí la escritura es una terapia y la palabra es un gran método para plasmar nuestros miedos y enfrentarnos a ellos cara a cara. Nos ayuda a reflexionar sobre lo que está pasando y aligerar ese peso con el que cargamos".

Y porque su iniciativa es un canto a los más vulnerables, también tiene su espacio su querida Oliva, porque "creo que te mereces, abuela, un gran homenaje, sin muchas filigranas ni mucho ruido". "Te quiero y te querremos eternamente abuelita Oliva, como te llama Oier. Para él has sido la tercera abuela que pierde en poco tiempo..., pero como pequeño sabio que es, sé que me dirá; Ama, es ley de vida. Ella seguirá con nosotros siempre en nuestros recuerdos y corazones. Un abrazo de mucho querer, abuela Oliva", se despide Rosa.

"Con las manos limpias y el corazón muy triste"

Las personas mayores, las grandes damnificadas de esta tragedia, son las protagonistas de estas cartas, rindiéndoles tributo por escrito. Muchas veces los homenajes corren a cargo de los propios hijos. "Nunca tuve las manos tan limpias y el corazón más triste... Quizá cuando mi madre, mucho antes de esta horrible pandemia, nos machacaba como martillo pilón: Lavaos las manos, ya sabéis la cantidad de virus y bacterias que hay ahí fuera. Ella no es médico, ni enfermera ni siquiera terminó sus estudios de Primaria, pero es una de las mujeres sabias del mundo. Sabe cómo animarnos después de un día duro, sabe cocinar con cuatro granos de arroz y algo de la nevera. Sabe cuidar de todos y escribe como nadie porque lo hace con alma y corazón".

"Sí amatxu, tengo las manos limpias, tanto que por mi dermatitis atípica, están enrojecidas... pero prometo que jamás desoiré una de tus recomendaciones o advertencias. Incluso aunque resoplaba pensando ¡qué mujer! Ahora resoplo por no tenerte cerca. Estas allí en la casita del pueblo, cuidando desde la distancia a los tuyos. Y nosotros contigo, ama. Cuidaos mucho, aita y ama, porque pronto estaremos con vuestros nietos haciendo mucho ruido. Lo prometo". Firmado: Tu hija la pequeña.

En esta filial electrónica de Correos que Creando Redes ha montado, los homenajes a los mayores son recurrentes y las muestras de apoyo a su figura se multiplican. "Se está marchando la generación del lavadero y la cal, la del campo, la de la mar, la del pedazo de tocino y el mendrugo de pan, la que lo dio todo a cambio de ná, la de la guerra y la posguerra, la de la sangre, la de las lágrimas, la del sudor y la tierra, la del valor, la de los auténticos ideales y la precursora de los valores actuales, la que forjó a base de sacrificio nuestro estado del bienestar, la de las manos arrugadas. Se está marchando la generación a la que lo único que se le olvidó fue una cosa: disfrutar".

"Mamá, cuídate y aguanta, por favor"

"De repente, Disney no tiene magia, París ya no es romántico, Nueva York ya no se queda de pie, la muralla china ya no es una fortaleza y La Meca está vacía. Nos dormimos en un mundo y nos hemos despertado en otro", arranca una carta de este mes de abril que definitivamente nos han robado. "Abrazos y besos se convierten en armas y no visitar a padres y amigos se convierte en un acto de amor. De repente, te das cuenta de que el poder, la belleza, el dinero no valían nada y no podían conseguir el oxígeno por el que luchabas", asegura una de las misivas enviadas, de autor anónimo.

La carta que Mirian dedica a su madre no puede ser más emotiva. "Mi madre es incapaz de ver una película sin comentarla como si fuese una youtuber. Al Telediario le sigue llamando El Parte. No tiene ni idea de si la Cope es más de derechas que la SER. Mi madre lleva ochenta años menos seis meses sin clases. Escribe boquerones con v, pero te los limpia como si sus manos fuesen las de un carterista. Eso sí, tiene una curiosidad tan insaciable como sus ganas de que repitamos plato cuando comemos en su cocina".

"Mi madre repite 38.674 veces cuando no escucha bien el teléfono que es porque se está quedando sin batería, no porque apenas tenga cobertura. Jamás ha encendido un ordenador, pero guarda toda las letras que pagó para que yo sí tuviese uno cuando empecé la carrera". "Mi madre dice que no sirve para nada porque eso es lo que le repetía mi padre, torta va, torta viene. Pero un poco lista debe ser cuando ha criado a cuatro hijos sola y cuando es la única que consigue ahorrar en la familia, pese a que tiene una pensión no contributiva". "Mi madre, la tuya, la de muchos, pertenece a esa generación que no sabe quejarse, ni criticar ni engañar. Porque hace muchas cuarentenas que ya aprendieron lo que de verdad importa, que se quitaron las pamplinas con la vacuna de la viruela y la ansiedad, limpiando de rodillas". "Mamá, cuídate, aguanta por favor, que necesitamos tus abrazos para agarrarnos a la vida".