donostia. LOs trastornos psiquiátricos no son exclusivos de la vida adulta. Los expertos no se cansan de repetirlo. Los niños y adolescentes también padecen estas dolencias en alza en la mayoría de los países y, en demasiadas ocasiones, en silencio. Sus progenitores no se percatan de ello y, posiblemente, sus pediatras tampoco. Sin embargo, en el Estado español hasta un 5% de los niños y adolecentes sufren esta dolencia del alma sin que nadie se dé cuenta. Suelen pasar meses, incluso años -una media de entre dos y tres años- en ser diagnosticados y, en consecuencia, tratados. Son menores que viven sumidos en la tristeza, lo que puede convertirse en una pesadísima carga para el resto de sus vidas.

"Aunque la depresión es una enfermedad presente e infradiagnosticada en todas las edades, la dificultad de detectarla en los menores es superior. Los síntomas no se manifiestan de forma clara y, muchas veces, se superponen o se enmascaran con situaciones como al niño le duele la cabeza o no quiere ir al colegio", explica el psiquiatra infanto-juvenil Celso Arango, director científico del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM).

En un elevado porcentaje de los casos, un niño/a con depresión tendrá trastornos afectivos en la edad adulta, "bien depresión u otro trastorno como bipolar", según manifestaron un grupo de expertos, en el IX Seminario Lundbeck Sumidos en la tristeza a cualquier edad.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de que en 2020 la depresión será la primera causa de años de vida perdidos en niños y ñiñas. "Las consecuencias del infradiagnóstico son dramáticas y el tiempo que pierde el menor por padecer esta dolencia es irrecuperable", insiste el psiquiatra, quien se refiere también al impacto académico, en su crecimiento y desarrollo personal, en sus relaciones interpersonales y familiares".

Una de las señales que pueden hacer sospechar que algo no va bien es la irritabilidad mantenida en el tiempo. La alerta no suele ser bien interpretada y los síntomas como el bajón de rendimiento escolar, apatía por salir con los amigos o trastornos de conducta... no se perciben como un síndrome depresivo cuando en ocasiones sí lo son. "El nerviosismo y las rabietas pueden ser signos de la depresión en el niño/a; muchos trastornos de conducta pueden ocultar una depresión", apunta Arango, que destaca el hecho de que el padre o la madre padezcan la patología como un factor ambiental de riesgo.

mejorar la detección Como en todas las enfermedades, el pronóstico de la depresión depende de la intervención temprana. En ésta también se sustenta la posibilidad de reducir el número de suicidios. Y es que la depresión es el principal factor de riesgo. "Cada año, dos millones de adolescentes intentan quitarse la vida tan solo en EE.UU. El suicidio supone ya la segunda causa de muerte en este grupo de edad, por detrás de los accidentes de tráfico", explica Celso Arango.

Este psiquiatra del Gregorio Marañón explica que en la Unidad de adolescentes del centro hospitalario, entre el 30% y el 35% de los ingresos están motivados por trastornos afectivos y se producen entre 70 y 80 casos anuales de ingreso por intento de suicidio o idea suicida.

Ante la preocupación que suscita este problema de salud pública entre los especialistas, y teniendo en cuenta el impacto creciente del suicidio entre la población adolescente, la Asociación Española de Psiquiatría del Niño y del Adolescente ha puesto en marcha un proyecto de investigación para indagar en los posibles factores de riesgo de la conducta suicida entre los chicos y las chicas entre los 11 y los 17 años.

Uno de los impulsores del proyecto es Juan José Carballo, psiquiatra infanto-juvenil, de la Fundación Jiménez Díaz . "Se pretende conocer mejor todos los factores demográficos y clínicos de nuestro medio que pudieran predecir la aparición de ideas y conductas suicidas y autolesivas durante los 6 meses de seguimiento de los pacientes, así como estudiar la relación entre la adherencia al tratamiento y la persistencia de la ideación suicida. Todo ello facilitará la posibilidad de reconocer grupos de alto riesgo que requirieran planes de intervención específicos",añade con satisfacción.

género Las manifestaciones de la enfermedad van cambiando según el desarrollo evolutivo del menor. "En cuanto al sexo, la prevalencia del trastorno depresivo mayor es similar entre niños y niñas, algo que cambia a partir de la adolescencia, cuando es mayor para el sexo femenino en una proporción de 2:1, algo que se mantiene así durante el resto de la vida", agrega la doctora Rosa Catalán, profesora de Psiquiatría de la Universidad de Barcelona, quien recalca que la depresión continúa estando infradiagnosticada en todos los grupos de población.

Los trastornos depresivos suelen ir de la mano del alcohol o consumo de drogas y asociados al mal humor, la inquietud, el aislamiento, la falta de cuidado en el aseo personal, promiscuidad sexual, trastornos alimenticios, sentimientos de no ser aceptado o la baja autoestima caracterizan la patología a lo largo de la adolescencia. "Un 70% de los niños y los adolescentes con estas señales no ha sido diagnosticado correctamente, ni recibe el tratamiento adecuado". ¿A qué se debe? "A que los síntomas difieren de los adultos. Asimismo existe una mayor dificultad para identificar como depresión lo que les ocurre y, además, por la falta de formación de los profesionales sanitarios", recalca Celso Arango.

Este experto coincide con la doctora Rosa Catalán, coordinadora de Calidad y Seguridad Clínica del Instituto Clínico de Neurociencias del Hospital Clínico de Barcelona, en que el diagnóstico precoz de la depresión en todas las edades ayudaría a la prevención y ahorraría - además del sufrimiento humano- millones de euros al sistema sanitario.

"En la infancia y la adolecencia es clave invertir en mejorar el diagnóstico, la asistencia y tratamiento de estas dolencias. En estos grupos los años de vida perdidos por estos trastornos son irrecuperables", insisten los expertos. Sin embargo, las autoridades no lo tienen tan claro. De hecho, el Estado español dedica tan solo un 5% de sus recursos de Sanidad a la asistencia y a la investigación de las patologías mentales,"situándose muy por debajo de la media de la Unión Europea, que se encuentra en el 13%", remachan.