O puedo creer lo que dicen hoy las noticias, no puedo cerrar los ojos y hacer que desaparezca”. Así comienza la canción de U2, Sunday Bloody Sunday un himno en recuerdo al Domingo Sangriento, la manifestación que terminó en masacre en Derry en 1972. 50 años después el Bloody Sunday sigue estremeciendo nuestras conciencias. Una tragedia sin la que es imposible entender las décadas de terror y violencia que vivió Irlanda del Norte.

Aquel 30 de enero de 1972 no fue el único domingo sangriento que había sufrido la isla de Irlanda. Durante siglos los irlandeses trataron de liberarse del yugo británico a base de batallas, guerras e insurrecciones. En 1916 Pádraig Pearse lideraba la última gran insurrección irlandesa contra los británicos tomando el edificio de correos de Dublín. La rebelión fue un fracaso y sus líderes fusilados, pero emergió una rebelión que hasta 1921 puso en jaque al gobierno británico.

Liderados por un gobierno rebelde y con su propio ejército, el IRA, los nacionalistas irlandeses lograron por medio de una guerra de guerrillas que el Gobierno británico diese vía libre a su independencia. Pero los británicos exigieron una condición, que el norte de Irlanda, donde los protestantes que se sentían británicos eran mayoría, continuasen formando parte del Reino Unido. Líderes como Michael Collins aceptaron la oferta británica, lo que condujo a una guerra civil entre los nacionalistas irlandeses, ya que muchos rechazaban aceptar la oferta británica. Al final vencieron los que aceptaban la partición de la isla. Irlanda comenzaba su camino hacia la independencia, que culminaría en 1937 con la proclamación de la República de Irlanda.

Mientras, el norte de Irlanda continuó bajo bandera británica, dirigida por la mayoría protestante y probritánica, descendiente de los ingleses y escoceses que emigraron a la isla durante los siglos XVI y XVII. La minoría católica, que se identificaba como irlandesa, sufría una discriminación estructural en todos los ámbitos y no sería hasta los años 60 cuando se rebelase ante tal situación. Imitando la lucha por sus derechos de los afroamericanos en los EE.UU. y las revueltas estudiantiles de medio mundo, surgió el movimiento por los derechos civiles de Irlanda del Norte.

El movimiento siguió la senda del pacifismo, con manifestaciones y actos de protesta en las que se reivindicaban derechos sociales e igualdad de oportunidades para la comunidad católica. Pero para los más radicales, los lealistas, aquellas marchas despertaban viejos temores de rebelión y la posibilidad de anexión de los condados del norte a la República de Irlanda. Su respuesta fue el uso de la violencia contra las manifestaciones, a pedradas y a golpes, lo que no hizo más que elevar la tensión entre las dos comunidades.

El 12 de agosto de 1969, una manifestación lealista, convocada en Derry para conmemorar la victoria británica sobre los católicos en una batalla tenida lugar en el siglo XVII, acabó en disturbios entre las dos comunidades que se alargaron durante tres días. El 13 de agosto la violencia se desató en Belfast, donde turbas de radicales protestantes atacaron los vecindarios católicos. Muchas viviendas de católicos fueron incendiadas y sus residentes obligados a escapar. El primer ministro norirlandés tuvo que pedir la intervención del ejército británico, el cual fue recibido como salvador por los católicos. 8 personas murieron y 750 fueron heridas aquellos días. Era el inicio de los Troubles, el eufemismo con el que los ciudadanos de Irlanda del Norte se referirían en el futuro al conflicto irlandés.

Durante aquellos disturbios, algunos católicos irlandeses agredidos se preguntaron dónde estaba el IRA para defenderlos. El nacionalismo irlandés más radical había seguido vivo en el norte de Irlanda después de la independencia del sur, llevando adelante acciones armadas en las décadas de los 40 y 50 bajo las siglas del IRA. Se identificaban como herederos del IRA que luchó contra los ingleses en los años 20, y buscaban la reunificación con la República de Irlanda. Para 1969 poco quedaba de aquel IRA, la dirección había abrazado el marxismo y se planteaba incluso abandonar las armas. Un grupo de miembros que había hecho frente a las turbas de protestantes en los disturbios de agosto en Belfast decidió que era la hora de refundar el viejo IRA, con una actitud más agresiva y militar, con el objetivo de echar a los británicos al mar. Nacía el IRA provisional, el cual en muy poco tiempo llenaba las calles de Belfast y Derry de bombas y francotiradores, convirtiéndose en uno de los principales actores de la violencia sectaria que estaba a punto de estallar en todo el Ulster.

El 30 de Enero de 1972 una gran manifestación pacífica cruzaba Derry a favor de los derechos civiles de la minoría católica y, en especial, contra la ley de internamiento ilimitado de sospechosos que estaba en vigor en Irlanda del Norte. La marcha debía ser una demostración de fuerza del movimiento por los derechos civiles, que buscaba ser oído por el gobierno británico al margen del ambiente de guerra abierta que se vivía ya en el Ulster. La película de 2002 de Paul Greengrass sobre los hechos acaecidos relata fielmente los sucesos de aquel trágico día.

Una marcha pacífica

La marcha logró reunir a 15.000 personas que, de manera pacífica, cruzó el área católica de Derry. Al llegar la manifestación a la zona donde se hallaban los soldados británicos, los manifestantes más jóvenes comenzaron a lanzar piedras. En respuesta, las balas de goma hicieron su aparición mientras la organización de la marcha trataba de calmar los ánimos. A pesar de los incidentes, la manifestación prosiguió según tenía planeada. Para hacer frente a posibles incidentes, el ejército británico desplegó en la zona un regimiento de paracaidistas, inexperto en situaciones como aquella. Aquellos soldados fueron protagonistas de la trágica jornada.

Cuando los paracaidistas intervinieron, algunos jóvenes les lanzaron piedras y se les enfrentaron. De repente, los soldados comenzaron a disparar fuego real contra los manifestantes desatando el caos. Jóvenes, adultos e incluso personas que se acercaban para ayudar a los heridos fueron tiroteados.

Las imágenes del sacerdote Edward Daly con un pañuelo blanco ensangrentado abriendo el camino a unas personas que trasladaban al joven de 17 años herido Jack Duddy se convertirían en el gran símbolo de la masacre.

Duddy fue una de las 13 víctimas mortales causadas por los disparos de los soldados británicos aquel día. Otro manifestante que resultó también herido en los incidentes falleció meses más tarde a consecuencia de las mismas. Tras los sucesos la comunidad irlandesa quedó en shock. La embajada británica en Dublín fue incendiada. Los paracaidistas justificaron su actuación aduciendo autodefensa frente a ataques de francotiradores del IRA, pero no se encontraron armas a las víctimas. El Gobierno británico defendió a sus soldados justificando la actuación como defensa legítima. Nada sería igual en Irlanda del Norte.

Como diría el personaje de Ivan Cooper, organizador de la manifestación, en la película de Greengrass, el ejército británico dio la mayor victoria de su historia al IRA y, a la vez, acabó con el movimiento por los derechos civiles. Para muchos la masacre daba la razón a los violentos. La escena final de la película de Greengrass, donde la misma noche después de la masacre, una larga fila de jóvenes espera para ingresar en el IRA, lo refleja a la perfección.

Los paracaidistas adujeron autodefensa frente a ataques de francotiradores del IRA, pero no se encontraron armas a las víctimas