Desde 1979, las relaciones entre Irán y Estados Unidos pueden calificarse de "carrusel del odio" y hoy en día sirven para explicar la aparentemente absurda amenaza de Trump de destruir 52 objetivos iraníes.

¿Por qué 52 y no 50, 100 o 1.000? La explicación está en la revolución de los ayatolás de 1979. En aquella orgía de violencia y odio desencadenada por el ayatolá Jomeini a su regreso del exilio francés, sus partidarios asaltaron la embajada de los EE.UU. en Teherán el 4 de noviembre de 1979 y apresaron a todos sus ocupantes, diplomáticos y simples empleados.

El paso violaba el Derecho internacional y toda lógica, pero encajaba a la perfección con el clima revanchista y de odio con que Jomeini -desterrado a Francia por el Sha- se alzaba con el poder en Irán. Su odio personal contra Reza Pahlevi y el Gobierno estadounidense, que lo había apoyado durante todo su reinado, fue transmitido a las masas y la violación de la extraterritorialidad fue vista por los nuevos mandatarios iraníes como un "acto de justicia".

Un acto de justicia que los ayatolás prolongaron durante 444 días, manteniendo presos todo este tiempo a 52 ciudadanos estadounidenses. Esos 444 días los entendieron -y los recuerdan aún hoy en Washington y Teherán- como otros tantos días de humillación de los Estados Unidos. Muchos en Washington, con Trump a la cabeza, los siguen recordando así.

Y ese incidente no fue solo una humillación, sino también un ridículo infinito para los Estados Unidos aunque, esto último, por culpa de la Administración del Presidente Carter.

Al ver que ni las sanciones económicas -el bloqueo de las cuentas bancaria iraníes en los EE.UU., la suspensión de las compras de petróleo iraní; la rotura de relaciones diplomáticas, etc.- no daban ningún resultado, Carter ordenó una operación comando (Ojo de águila) de rescate de los rehenes.

Y en eso el Pentágono hizo todo un alarde de despropósitos. Preparó chapuceramente la liberación y la llevó a cabo de una manera espantosa. Los helicópteros que debían llevar el comando de rescate a Teherán se atascaron al estropearse sus motores con la arena del desierto; un helicóptero chocó con un avión militar, causando la muerte de ocho soldados.

Al final, la operación se abortó nada más comenzada, pero a ojos del mundo entero aquello más que una chapuza militar apareció como un ridículo vergonzoso y una huída precipitada ya que se rescataron a golpe a los soldados, pero se dejó en territorio iraní abundante material militar y, sobre todo, equipos y documentos del servicio secreto estadounidense.

La crisis se alivió apenas en 1981, después de que el sha Reza Pahlevi falleciera en julio del 1980; Irak invadiera Irán y el 4 de noviembre, en el segundo aniversario del asalto a la embajada, Jimmy Carter perdiera las elecciones presidenciales frente a Ronald Reagan.

El 20 de enero de 1981 y a los pocos minutos de la toma de posesión de Reagan como nuevo presidente, Teherán liberó a los 52 rehenes estadounidenses.

De ahí 52 rehenes, 52 objetivos de represalias estadounidenses potenciales y un odio que no cesa?, en ninguna parte.