Cuando sobre la frente de la mujer vasca vemos la bandera vasca decimos: Euskadi llegará a su libertad”. Estas locuciones forman parte de un documento del Bizkai Buru Batzar del PNV de 1933. Tres años después, militares golpistas españoles dieron un golpe de Estado y la legítima Segunda República plantó cara a un gigante antidemocrático. La célebre oradora Haydee Agirre hizo gala de tener una de esas frentes en las que se proyectaba la ikurriña. Formaba parte de la asociación de mujeres patriotas Emakume Abertzale Batza y acabaría con sus huesos en la cárcel. Fue la primera integrante de este colectivo que terminó en prisión, en aquel caso en 1932. “Sí, fui la primera. Estuve con las presas comunes, lo que no fue muy agradable. Era un lugar sucio, oscuro y hostil. La causa: Supuestos insultos al Gobierno”.

Llegó a ingresar una segunda vez junto a sus compañeras Polixene Trabudua y Miren Nekane de Legórburu. Esta vez en Larrinaga. “Entonces ya estuvimos en una celda. Vivimos una noche memorable, la más hermosa de todas las de mi vida”, detallaba a la primigenia revista Argia y pasaba a detallar lo acontecido: “Oímos voces fuertes de hombres que rompían el silencio de la noche… Era un grupo de arrantzales de Bermeo vestidos de azul, que cantaban Aurrera Polixene, aurrera Haydee! Beti Euzkadi askatuta!”. Sentimos que no estábamos solas, que aquellos hombres de mar compartían nuestra soledad. Y es que nuestra soledad era un poco como la de ellos en mitad de las tormentas del mar de Bizkaia”, valoró quien protagonizó una huelga de hambre ante los funcionarios de prisiones.

Haydee Agirre Doradell fue una personalidad nacionalista vasca nacida en Santurtzi el 26 de febrero de 1907. Realizó los estudios de cultura general en un centro religioso. Formó parte -según fuentes de Euskonews- del “sector propagandista más radical del PNV” durante los años de la Segunda República, ingresó dos veces en la cárcel, la primera el 20 de diciembre de 1932, por sus actividades y su negativa a pagar las multas que le fueron impuestas. Colaboradora del semanario Jagi-Jagi, diario Euzkadi de Bilbao y Amayur de Nafarroa. “Su carácter apasionado le llevó a figurar entre los cientos de videntes de la Virgen de Ezquioga”, valoran.

Durante la guerra

En la guerra militar de 1936 fue enfermera de primeros auxilios en el hospital de Basurto y también de la Ertzaina Igiletua, policía motorizada del Gobierno Vasco hasta agosto de 1937. Su padre, por desgracia, fue fusilado en el camarote del barco que capitaneaba. Trabajó, asimismo, en el hospital de La Roseraie de Bidart (Lapurdi). Viajó, además, con el coro patrio Eresoinka ejerciendo labores de propaganda de la causa republicana vasca por París, Bruselas, Holanda o Londres. Vivió en Andorra durante 30 años hasta su regreso a tierra vasca. Tras su lucha continua por la soberanía vasca en la que creía, murió en Bilbao el 15 de febrero de 1998 a los 91 años de edad.

Entrevistada por Argia, se autocalificaba como “oradora trágica y agresiva”. En una ocasión llegó a decir las siguientes palabras: “Al extraño que viene a respetar nuestras leyes, nuestro idioma y nuestras costumbres lo recibiremos con amor, porque en euskara tenemos un nombre para el extranjero: Arrotz, que también significa huésped. Pero al que venga en contra de nuestra naturaleza lo recibiremos a palos”, recalcaba e iba más allá: “Sí. Al amor con amor, a los palos con palos, a los tiros con tiros. Porque si por la libertad de Euzkadi tenemos que derramar nuestra sangre, la derramaremos”.

La cronista entrevistó a Haydee por las calles de Biarritz. A juicio de la entrevistadora, Agirre era alta, elegante y cuidadosa con esmero de su persona. “Nací en Santurtzi, de familia nacionalista vasca. Todos eran del PNV. Mis padres y tíos eran marinos. Siempre estaba el mar presente, así como la vigilia de esperar a nuestro capitán después de la tormenta. Eso fue así en mi niñez”.

Haydee recordaba que “el PNV nunca admitía sacerdotes en sus filas militantes, pero la religión católica era la religión de la inmensa mayoría del País Vasco y es estaba en la esencia del partido”, valoraba quien había viajado a Barcelona a dar una conferencia sobre el lema jeltzale de Jaungoikoa eta Legezarra.

Y de oradora en tribunas a enfermera en batallones de gudaris. Aseguraba que no era fácil ver morir hombres jóvenes, ni curar heridas de metralla fascista, “ni ver cómo mutilaban piernas hechas para andar y brazos fuertes para trabajar”. Estuvo, incluso, en las últimas horas de los gudaris en Santoña. “Hicimos cuanto pudimos con una gran sinceridad y profundo convencimiento. La idea de Euzkadi estaba en nosotros como un estado de gracia”.

Zarpó al exilio en un barco griego llamado Bobby. Y acabó residiendo en Andorra. “En mi soledad de Andorra tengo un saco de tierra vizcaína y si la muerte llega para mí antes de pisar mi pueblo, el puñado de tierra acompañará mis huesos en su última estancia”, aseguraba.

Agirre relataba que sufrió mucho durante la guerra, como capítulo más doloroso citaba el asesinato de su padre, el 20 de agosto de 1936, solo casi un mes después del golpe de Estado. Ella se sentía de algún modo culpable de aquella muerte. “Fue muerto en su propio barco, en Vigo, y lo mataron por ser mi padre”, por ser el padre de la conocida oradora abertzale Haydee Agirre.

Tras la caída del franquismo, la vizcaína lamentó haber estado “cerrada sobre mí misma cuarenta años y eso es demasiado tiempo para un corazón”. No obstante, nadie consiguió cambiar su dogma. “Aquello que hicimos y que quisieron cortar de raíz, está vivo y triunfante, después de ese largo invierno de cuarenta años. Eso es lo importante. Para mí cuarenta años es toda mi vida… pero para un pueblo tan viejo y tan nuevo como Euskadi, cuarenta años es muy poco tiempo”.