A figura y obra de Jesús Guridi Bidaola (1886-1961) goza de una fama internacional, siendo el músico vasco más interpretado dentro y fuera de nuestras fronteras. Entre su amplia y variada producción destacan obras de temática vasca como las óperas Amaya, Mirentxu, la zarzuela El Caserío, las Diez melodías vascas, o Eusko Irudiak. Sus arreglos del Ator, ator mutil o del Boga, boga se escuchan frecuentemente en boca de nuestros coros e incluso su Tríptico del Buen Pastor es estudiado por estudiantes de órgano en los Estados Unidos. Sirvan estas líneas para acercar algunos aspectos biográficos, familiares y humanos de nuestro autor más universal.

Cuatro generaciones de músicos

Jesús Guridi parecía predestinado a ser músico. Remontándonos en la historia y repasando su árbol genealógico encontramos que su bisabuelo Nicolás Ledesma (1791-1883) fue maestro de capilla y organista de la entonces basílica de Santiago de Bilbao, así como destacado músico local en iniciativas civiles. Su hija, Celestina Ledesma, fue profesora de piano y compositora, siendo su obra objeto de estudio y de recuperación en la actualidad. Celestina casó con Luis Bidaola, organista que a la sazón sucedería a su suegro en 1854, siguiendo una cierta tradición de la que hay ejemplos desde los tiempos de J. S. Bach. Fruto del matrimonio de Celestina y Luis nació Trinidad Bidaola que, siguiendo la tradición familiar, aprendió el piano y se casó, ¿lo adivinan?, con un músico: el violinista Lorenzo Guridi. Es en el seno de esta familia musical que nació Jesús Guridi un 25 de septiembre de 1886, siendo el sexto hermano.

Vitoriano de nacimiento y bilbaíno de adopción, Jesús tiene sus ancestros repartidos por los 4 territorios vascos de este lado de los Pirineos. Su padre Lorenzo Guridi era de Gernika y su madre Trinidad Bidaola era de Pamplona; sus abuelos paternos Xabier Guridi y Nicasia Area eran de Arrasate-Mondragón y de Vitoria-Gasteiz. respectivamente; siendo los abuelos de la rama materna Luis Bidaola, de Segura y Celestina Ledesma, de Tafalla.

Lorenzo había conocido América (Argentina, Chile y Uruguay) en su juventud donde vivió no pocas aventuras, quizás por ello no es de extrañar que un día de verano llevara a sus hijos a Urretxu y les hablara con emoción de Iparraguirre, el bardo viajero, carlista, músico y poeta venerado por los vascos de ambos lados del Atlántico. Tan honda huella dejó esta experiencia que el Guridi niño preguntaba a su madre en el momento de acostarse “¿Podré ser yo algún día como Iparraguirre?

Breve Biografía

Es en este entorno musical y familiar que pasa Guridi su infancia. Vitoria, Zaragoza y Madrid son las ciudades en las que residen sucesivamente los Guridi Bidaola. Un negocio fallido -más bien una estafa relacionada con una inexistente mina- lleva a los Guridi a plantearse emigrar a América, no sin antes viajar a Bilbao en 1899 para despedirse de familiares. Allí, animados por sus parientes, deciden realizar un último intento en el ‘botxo’. Bilbao por entonces gozaba de una creciente actividad musical impulsada por la sociedad El cuartito, bajo cuyo impulso había visto la luz la Sociedad Filarmónica.

Guridi estudió con Alaña y Sainz Basabe en Bilbao habiéndose formado previamente en Madrid con el ordiziarra Valentín Arín. Becado por Tomás de Zubiría, Guridi estudia en Schola Cantorum de París donde conoce a José María Usandizaga, forjándose entre ambos una amistad que duró hasta la muerte del segundo en 1915. En 1905 se traslada a Bruselas para estudiar con el compositor y organista Joseph Jongen, completando su formación en Colonia y Munich.

En 1910, ya de vuelta en Bilbao, estrena Mirentxu, entidad de la que en 1912 es nombrado director y donde conoció a la que será su futura esposa, Julia Ispizua, con quien se casó en 1922.

Tras casi diez años enfrascado en su composición, en 1920 se estrena en el Coliseo Albia de Bilbao la ópera Amaya,Amaya encargo de la Sociedad Coral de Bilbao y considerada la gran obra vasca de este género.

En 1926 estrena en Madrid con enorme éxito de crítica y público El Caserío,El Caserío zarzuela con libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw. Instalado en Madrid desde el final de la guerra civil, es nombrado catedrático de órgano del Real Conservatorio de Música de Madrid en 1944. En 1953 obtuvo el primer premio del concurso convocado con motivo de la inauguración del monumental órgano de la catedral de San Sebastián con su Tríptico del Buen Pastor. Falleció en Madrid el 7 de abril de 1961.

Académico “gracias a los vascos”

El acceso de Jesús Guridi a la Real Academia de Bellas Artes fue mucho más azaroso de lo que pudiéramos pensar a priori pues hubo de presentar su candidatura dos veces. El reglamento establecía que cada candidatura debía ir avalada por tres académicos y así, convocada la plaza de Arbós y tras conseguir Guridi estos avales, el 22 de abril de 1940 se procedió a votar entre los cuatro candidatos presentes. Tras una primera ronda quedaron el pianista José Cubiles y Jesús Guridi; Cubiles obtuvo 19 votos y Guridi 14. No pudo ser. Cinco años mas tarde hubo de cubrirse la vacante de Joaquín Larregla -compositor navarro, de Lumbier-.

Guridi comprobó que, pese a existir una cierta tradición de otorgar la plaza al candidato que en la anterior votación hubiera quedado finalista, en esta ocasión no sería así y habría de concursar de nuevo. Para más inri, el pleno de la Sección de Música -integrado por ilustres nombres como Moreno Torroba, Conrado del Campo, el padre Otaño o Higinio Anglés- apadrinaba al otro candidato. Por si ello no fuera poco, en esta ocasión incluso la obtención de los tres avales se tornó tarea casi imposible: todo eran buenas palabras e incluso algún académico como Fernández Bordas le propuso “esperar un poco” y presentarse a su vacante.

Cuando todo parecía perdido. Elías Salaberria -el gran pintor de Lezo en cuya basílica del Santo Cristo se casaron Guridi y Julia Ispizua- prestó su apoyo a Guridi junto con el de Muguruza y Moisés de la Huerta. “¡Tres vascos! Le fallarán a usted los músicos, que son unos... pero los vascos, nunca...” añadiendo: “Arrayua! Euzkaldunak beti zuzen ibiltzen gera...” Así se inició una ascensión al sillón de la RABB a la que ayudó la fama de su obra El Caserío y a la que se sumaron las Secciones de Arquitectura y de Escultura guiadas por los mencionados Muguruza y De la Huerta.

Se hacía necesario, por su valor simbólico, obtener el voto de al menos un músico y vino de la mano de Moreno Torroba. Su esposa Pilar Larregla, hija del fallecido cuyo sillón estaba vacante, afirmó: “La medalla de mi padre tiene que ser para usted... ¡Con lo que le admiramos en esta casa!” Finalmente, el 9 de junio de 1947 Guridi leía su discurso de ingreso bajo el título Canto popular como materia de composición musical.

Guridi y el órgano

El órgano acompañó a Guridi toda su vida y fue sin duda su instrumento más querido. Nieto y biznieto de organistas, el destino quiso que en 1918 ocupara la organistía de Santiago que antes habían desempeñado sus mayores. Previamente, en 1915, fue organista en el precioso órgano Walcker (1885) de la iglesia de Santos Juanes en Bilbao con el que siempre estuvo entusiasmado de tocar. En sus años de estudio en París, hacia 1904, los días festivos frecuenta Notre Dame para poder escuchar el órgano [Louis Vierne, famoso compositor ciego era por entones el organista titular] y asiste a la inauguración del monumento a Cesar Franck que todavía hoy podemos contemplar delante de la basílica de Santa Clotilde, donde fuera organista. Con una pieza de órgano Fantasía para órgano concluyó Guridi su primer concierto, integrado exclusivamente por obras suyas en la Sociedad Filarmónica de Bilbao, que contaba por entonces con un órgano Cavaillé-Coll Mutin, hoy en día en Villafranca-Alesbes, en Navarra.

Años más tarde, en 1947, sucedería en la cátedra de órgano del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid al berriztarra Bernardo Gabiola Lazpita. Esa faceta de concertista de órgano le llevaría a Jesús Guridi por toda la geografía vasca y española a inaugurar instrumentos en una lista inabarcable que incluye los órganos de Plentzia, seminario de Comillas, santuario de la Bien Aparecida de Ampuero, Limpias, basílica de Elche y catedrales de Calahorra y Pamplona, entre otras.

Ya jubilado del conservatorio, Guridi continuó como organista de la iglesia de San Manuel y San Benito, junto a parque del Retiro donde también contaba con un órgano Walcker como el que disfrutó en su juventud en los Santos Juanes de Bilbao.

Espeleólogo en Santimamiñe

En agosto de 1916, Jesús Guridi pasó unas vacaciones en una fonda de Kortezubi para hacer una cura de aguas sulfurosas. El hijo del dueño de la fonda, el joven José F. de Bengoechea, relató a Guridi el descubrimiento casual en compañía de varios amigos, en enero de ese mismo año, de una cueva en cuyo interior había dibujos de apariencia muy antigua, así como diversas estancias. Ni corto ni perezoso el ágil Guridi acompañó al joven y a varios de sus amigos por el interior de la cueva, estrecho y que requiere de material de escalada, hasta llegar a la hoy en día famosa sala de las pinturas. Ya de vuelta en Bilbao los esfuerzos de Guridi por comunicar el hallazgo no encontraron mucho eco hasta que se encontró con el pintor Manuel Losada, a la sazón vocal de la Comisión de Monumentos de la Diputación, cuya acta de 1917 recogió por primera vez información sobre este importante y milenario escenario abriendo las puertas a su investigación científica.

El Guridi más humano

Los testimonios de quienes le conocieron nos hablan de un Guridi afable, lleno de humor, “vivo pero distraído” en palabras de sus primeros maestros. Sirva como ejemplo esta anécdota: Escuchando Guridi a unos txistularis, les comentó: “No está mal lo que tocan, ¿de quién es? De usted”. Gocemos de la música de Guridi con su misma ilusión. l

Bilbaino de Begoña, es Ingeniero Industrial por la Escuela de Ingenieros de Bilbao. Realizó estudios superiores de acordeón y profesionales de órgano en los conservatorios de Bilbao y Donostia, respectivamente. Es coordinador del Festival de Órgano de Bizkaia ‘Bizkaiko hotsak’ que organiza la Asociación de Amigos del órgano de Bizkaia ‘Diego de Amezua’. Escribe programas de mano, artículos de prensa y colabora en ‘Klassikbidea’, revista vasca de la música y en el periódico municipal ‘Bilbao’.

En agosto de 1916 accedió a la sala de las pinturas de Santimamiñe y así se lo indicó a Manuel Losada, que trabajaba en la Diputación