Liborio Vendrell Eduardo, un militar que viajó por varias colonias españolas en la segunda mitad del siglo XIXEl arte de esgrimir el sable”El arte de esgrimir el palo

Según revela una ficha hallada en el registro sacramental de Bizkaia, Liborio nació en Bilbao el 28 de diciembre de 1841, hijo de Ramón Vendrell Olmedo y Carmen Eduardo Amestuy (escritos ambos apellidos así). Lo más probable es que su padre llegara al País Vasco destinado como militar, dado que algunos otros registros arrojan informaciones sobre el paso de varios miembros de la saga familiar en otras latitudes tan lejanas como el Perú, así como la muerte del padre en Madrid.

En todo caso, y según algunos habitantes de Eribe (aldea que hace parte del concejo de Zigoitia, 15 kilómetros al norte de Vitoria-Gasteiz), a Vendrell se le enmarca en una tradición de militares con una posición económica desahogada. “Llegó al pueblo con dinero, se le recibió bien y compró tres casas antiguas. Las tres siguen en pie. Una, creo que es la que sube de la carretera junto al muro de piedra. Otra es la del cercado, que ahora han dividido en dos viviendas, y la tercera es en la que más vivió. Se reconoce porque es de tipo caserío vasco y tiene el escudo de la familia que lo construyó hace siglos”, asegura el nonagenario Iduya. Terminada una vida de servicio castrense en la que lo mismo tuvo que pasar por varios acuartelamientos de la península como algunas temporadas en Filipinas, Vendrell encuentra refugio y acomodo en Eribe, que viene a ser el inicio de la llanada alavesa tras descender del Gorbea. Es probable que conociese la zona a raíz de su último puesto como interventor en el Parque de Artillería de Vitoria-Gasteiz. Sea como fuere, en un archivo del Ejército de Tierra encontramos un documento fechado el 3 de enero de 1891. En él se recoge la concesión de la Cruz de María Cristina por las operaciones practicadas en la campaña de Joló entre 1887 y 1888.

De estos también se desprende que a finales de 1905 (fechas en las que creemos llegó a Eribe y comenzó a escribir sus novelas) cobraba 562 pesetas mensuales como subintendente retirado. Una pensión excelente para un abuelo decidido a volcarse en la literatura.

Sus novelas de aventuras

Felizmente instalado en Eribe y bajo lo que podría ser el influjo del oficial de Marina y célebre escritor francés afincado en Hendaia, Pierre Loti, Vendrell dio rienda suelta a su vocación de novelista dejando atrás el carácter técnico de sus dos libros anteriores. Así pues, parece -y solo parece, pues no hay fecha de edición- que se estrena en el género de aventuras con De Manila a Zamboanga, impresión que cuenta con unas magníficas ilustraciones firmadas por un tal Seijas, quien bien podría ser Enrique Varela de Seijas, artista que dibujó para Vicente Blasco Ibáñez, otro notable viajero de la época.

Si bien Manila es conocida por ser la capital filipina desde su independencia (1898) de Zamboanga cabría destacar que fue uno de los puertos estratégicos desde el cual el imperio español luchó contra los piratas musulmanes en el mar de Joló, un territorio que la Corona jamás pudo llegar a pacificar.

Así las cosas, no cabe duda de que allí estuvo Vendrell navegando con varios marinos vascos que pudieron despertar su interés por la impronta de nuestros navegantes, algunos de ellos con un papel histórico en aquel siglo, como fue el caso del donostiarra Juan Antonio de Urbiztondo, el más terrible enemigo de los piratas moros en el Sultanato de Joló. No en vano, en la extensa e interesantísima Historia de la piratería malayo mahometana en Mindanao, Joló y Borneo (de José Montero y Vidal) aparece Vendrell brevemente, así como también en Apuntes para hacer un libro sobre Joló (de Miguel Espina).

Posteriormente, en 1913, llegaría Una pesquería de bacalao en el banco de Terranova, la cual consta de poco más de 40 páginas editadas en la tipográfica de Fuertes y Marquínez de la calle Florida número 19 en Vitoria-Gasteiz. El texto tiene como protagonista al intrépido capitán Basterrica, un personaje -imaginamos, ficticio- originario de Bilbao, lo cual resulta algo llamativo dado que Bilbao, en términos vizcaínos, no ha destacado particularmente por ser cuna de capitanes.

En cualquier caso, el libro resulta entretenido y cuenta con unas ilustraciones de calidad. A este le sigue, De Cuba a Mozambique, editado en ese mismo año por Fuertes y Marquínez. El libro cuenta con 73 páginas y en él se habla de la trata de esclavos a ambas orillas del océano Atlántico, una penosa realidad que él conocería de primera mano, dado que España fue el país de Europa que mantuvo la esclavitud legal por más tiempo, especialmente en Cuba, donde dicho tráfico y explotación siguió en vigor hasta 1886.

Finalmente, ya en 1915, llegó la muy anunciada -pues la había venido publicitando en sus dos libros anteriores- De Parahyba a Valparaíso, en la que emplea la primera persona, no sabemos si por sus tintes autobiográficos o como simple recurso literario, aunque llevando el subtítulo Una excursión de hace 50 años por América del Sur, intuimos que esta obra contiene muchas de sus memorias. Al igual que en sus dos novelas anteriores, se trata de un texto ligero (unas 80 páginas) que en esta ocasión no cuenta con las ilustraciones utilizadas en las dos obras que la preceden.

Un autor por reconocer

Salvo una pequeña reseña recogida en la enciclopedia Auñamendi, y un artículo escrito a principios del siglo XX por el arqueólogo y escritor gasteiztarra José Colá y Goiti, de la vida y obra de Vendrell no se ha publicado apenas nada. Frente al caserío de la familia Iduya, Mariasun Pedrozo, antigua maestra y veraneante en Eribe, asegura que Vendrell es el ascendiente de un conocido político alavés. “Muchas de sus historias las conocemos por el abuelo de Maroto, el político del PP que fue alcalde de Vitoria. Era una familia de militares españoles a la que les gustó esta parte del País Vasco. Creo que Liborio fue el tatarabuelo del político”.

A Luis Iduya también le suenan esos lazos consanguíneos, aunque a él lo que le divierte es rememorar las anécdotas que de Vendrell le contó su padre. “Una vez se puso muy enfermo y pidió que le preparasen una perola de alubias con una arroba de vino. El médico que lo visitó dijo que le sirviesen lo que quisiera porque se iba a morir de todos modos, pero al final se tomó las alubias y vivió dieciocho años más”.

La biblioteca de la Fundación gasteiztarra Sancho el Sabio guarda algunos ejemplares de lo que Vendrell escribió, y no es difícil ni particularmente costoso hacerse con alguna de estas obras en el mercado de segunda mano. No en vano nos queda la duda de si existe más literatura de Vendrell por conocer, como podría ser el caso de la inédita El camino de Alhaurín, anunciada -como acostumbró a hacer- en la última página de su libro De Manila a Zamboanga.

También nos quedan por desvelar algunos misterios que rodean al patrimonio histórico de Eribe, como el origen del Cristo de marfil que se encuentra dentro de la iglesia de San Martín. La pieza data de finales del siglo XVIII y viene de Filipinas. ¿Acaso es tal y como sugiere Mariasun Pedrozo una donación de Vendrell a su parroquia adoptiva? Es otra de las preguntas que sobre la vida y obra de este autor nos quedan por responder.

Documentalista y periodista getxotarra, especializado en conflictos armados y Derechos Humanos con trabajos emitidos en BBC, Documanía y Al Jazeera. Dirige en Estocolmo (Suecia) la productora Independent Docs, y ha cosechado varios galardones en festivales como los de Houston, Florencia o Buenos Aires.

Muchas de sus historias son conocidas por el abuelo de Javier Maroto (PP). Liborio Vendrell fue el tatarabuelo del político, se dice en Eribe

“Venía del Ejército e impresionaba a los niños metiendo un duro de plata a balazos por la puerta de su casa”

Vecino de Eribe