José María Belaustegigoitia Landaluce

El escenario fue otro. Belauste -como era conocido este bilbaino- fue el primer capitán de la selección española de fútbol y estaba presente en los Juegos Olímpicos de Amberes. Aconteció en 1920 en la ciudad medieval belga, y el futbolista del Athletic hizo referencia en su alocución a su compañero Sabino, es decir, Sabino Bilbao Líbano. Un libro de Patxo Unzueta narra el momento: “A mí el pelotón, Sabino, que los arrollo fue el santo y seña lanzado por Belauste para anunciar el gol que se disponía a marcar a los suecos en el tercer partido disputado por la selección española”.

El periodista Alberto Bacigalupe también recoge el momento en una biografía dedicada a Belauste, donde narra aquel gol del minuto seis de la segunda parte que posibilitó la plata. De hecho, acude a la hemeroteca en la que encuentra una versión del momento firmado por José Mari, y opina que puede ser José María Uníbaso Landa, en La Gaceta del Norte. Introduce la situación detallando que el león se puso al lado del delantero Patricio y el portero sueco, un poco adelantado. “Al tirar yo, me chilló con aquellas cosas que tenía. ¡A mí, Sabino, que los arrollo! Yo bombeé la pelota a la cabeza de Belauste. Este saltó por ella hacia gol. El balón entró y luego Belauste del impulso cayó sobre los demás. Cuatro o cinco estaban dentro de la puerta pero, como ve usted, la jugada fue legal y así fue como se produjo”.

En aquel tiempo, hubo otros jugadores que aseguraron que el recordado centrocampista únicamente gritó, “Sabino, aurrera”. El mítico portero Ricardo Zamora lo desmentía en la prensa. Belaustegigoitia, por su parte, detalló en entrevistas que “aurerra” era un grito de ánimo que le gustaba insuflar “a mis compañeros vascos del equipo nacional español constantemente”. Bacigalupe para la jugada al lector, y hace lo que entonces se llamaba la moviola. “Garantizada la veracidad del hecho en versión de su principal actor, puede que hayan observado un desliz”, apunta y defiende que es incierto que Sabino avanzara con la pelota porque estaba parado, a la espera de ejecutar un golpe de castigo contra la portería de Suecia. “Y eso se vio. No era cuestión de tener el oído más o menos aguzado. ¿Lapsus del entrevistado? ¿Error del plumilla? Apostamos por lo último”.

Por todo ello, fue conocido como el león de Amberes, un hombre nacido en una familia que siempre defendió el euskera. “Como sus hermanos, euskaldunberris, José María estudió el euskara”. Es más, su hermano Federico fue nombrado miembro correspondiente de la Academia de la Lengua Vasca por Bizkaia en 1919, año en que se creó Euskaltzaindia.

José María -en ocasiones nombrado como Joshe- nació el 15 de mayo de 1889. Llegó a ser abogado -carrera que estudió en Salamanca- y futbolista que ingresó en el Athletic en 1909. “Un buen mozo, con exquisito poder de seducción y la inteligencia tan despierta como el resto de sus fraternos”, valoraba Bacigalupe, y agregaba que era de gran corpulencia. De hecho, por esta razón, el escultor Higinio de Basterra le solicitó que fuera su modelo para una estatua de yeso bautizada como El palankari que durante años estuvo en la Casa de Juntas de Gernika.

JELTZALE

Su compromiso con el nacionalismo vasco fue máximo. Afiliado al PNV, y a pesar del carácter que algunos definen como tímido, dio mítines. Llegó casi a ser diputado en Cortes, pero no llegó a tener los votos que esperaba a pesar de tener a compañeros del fútbol como aliados en su propaganda. Lo sintió como un revés. Por sus ideas, se refugió en Iparralde. Fue lo que se denominó su primer exilio. Hablamos del año 1922. Regresaría y, a pesar de sus fervientes creencias católicas y aunque la familia fuera íntima de Sabino Arana, pasó a ANV.

Entonces llegó la guerra y parte de la familia sufrió el bombardeo fascista contra Durango. Su sobrina Iciar Belaustegigoitia perdió la vida en la iglesia San José de los jesuitas mientras oficiaban misa. Días después, un pariente Landaluce les facilitó zarpar desde Plen-tzia con destino final de París. El patrón de aquel viaje fue sorprendido a su vuelta con caramelos comprados en Francia y detenido salió del trance: “Se declaró franquista”.

En 1937 cerraban para siempre su piso de Colón de Larreategi, en Bilbao. Y de París buscaron la paz en México. Su primera parada fue en La Habana. Llegaron a Cuba donde fueron recibidos “con todo tipo de agasajos”. Meses después, recalaron en México, legando a la capital azteca. Belauste volvió a comulgar con el PNV, abandonando ANV. En el país americano colaboró con la publicación Euzko Deya y formó parte de la junta directiva del Centro Vasco.

Tras enfermar aquejado de un cáncer de pulmón, el diario Novedades publicó: “El león de Amberes ha muerto”. Quien había encadenado 20 temporadas con el club rojiblanco, un total de 93 partidos, celebrado 20 goles propios y con 7 Copas levantadas tenía 74 años. La triste noticia, curiosamente, tardó en llegar a su Euskadi del alma dos días más. “Se ofreció tarde y mal”.

El Correo de la época informó sobre su muerte y volvió a dejar en el aire la duda. “Aquel a mí Sabino, que los arrollo, puede ser una frase que nunca se ha pronunciado, pero que de haberse dicho tenía que salir de los labios de Jose María Belauste, como compendio de su pundonor y arrojo, que se hicieron célebres en la inolvidable Olimpiada de Amberes”.

Tras 27 años en México, aún hoy en su lápida del DF se puede leer: “Goyan bego” (sic).

La arenga podía parecer una última voz ante el paredón de una persona nacionalista como fue su caso y recordando a Sabino Arana

Desentrañan la historia los que han estudiado la figura de este jugador, nacido en una familia que defendió el euskera