A Guerra Civil española despertó el interés y concitó el compromiso internacional durante todo su desarrollo. Las derivaciones políticas del conflicto se extendían más allá de la vida peninsular: reflejaban la preocupación, el miedo, las esperanzas y los objetivos del mundo occidental. Exponían las amenazas a los ideales democráticos durante el ascenso del nacionalsocialismo alemán y del fascismo italiano en las décadas que mediaron entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. El apoyo de intelectuales como Ernest Hemingway, la vitalidad de las Milicias Antifascistas, la ayuda internacional sistemática hacia las víctimas civiles, pero también la creación del Comité de No Intervención -que detuvo la cooperación internacional con el Gobierno de la Segunda República- son, sin duda, ejemplos de la preocupación y la tensión que promovió fuera de España.

A medida que las hostilidades crecían en violencia y se alargaban en el tiempo, las consecuencias en la salud y en la calidad de vida de la población infantil se convirtieron en una preocupación creciente para la opinión pública internacional. La evacuación de contingentes de niños y niñas hacia la Unión Soviética, México, Francia o Gran Bretaña contribuyó a alejar de catástrofes vitales a estas víctimas inocentes. Desde Europa y América Latina, además, se organizaron cadenas de socorro humanitario para la infancia, financiadas por asociaciones civiles y de inmigrantes españoles que incluían alimentos, ropa, calzado y material de estudio. Estas ayudas se sumaban a las que promovía la diplomacia española en el exterior, como el Comité de Ayuda a España que presidía Diego Martínez Barrio.

Durante esos años, el socorro infantil a Euskadi fortaleció los lazos de las comunidades vasca y catalana a través de un grupo de inmigrantes catalanistas de Buenos Aires, la capital de Argentina. Este sector de la colectividad porteña, conocido como Los Catalanes de América, se significó inmediatamente contra la asonada militar que lideraba Francisco Franco. Desde las páginas de su revista vocera, Ressorgiment, que se editaba desde 1916, se condenó de manera contundente el alzamiento, con la convicción de que solo en un contexto democrático podría debatirse el problema catalán. Esta toma de posición incluyó a todo el catalanismo americano y se difundió a través de Ressorgiment, de la edición barcelonesa del periódico Euzkadi y del Butlletí Especial per als Catalans Absents de la Pàtria, por nombrar solo algunos periódicos. Pero este compromiso no fue solo ideológico. Desde la lejana Buenos Aires se privilegió la acción social a través de la conformación de una red de ayuda humanitaria a las víctimas catalanas de la guerra totalmente independiente de las que organizaban la legación española, así como de las que patrocinaban el gobierno y la población argentinos. A través de dos de sus asociaciones en Buenos Aires -el Casal Català, creado en 1908, y el Comitè Llibertat, que se había fundado en 1922 para llevar a cabo actividades políticas desde el exterior en favor del catalanismo- enviaron por vía marítima al menos ocho grandes cargamentos de víveres, ropa e insumos hospitalarios a Catalunya. Todos ellos fueron subvencionados exclusivamente por los socios de estas agrupaciones y miembros de la colectividad que compartían su deseo de colaborar desde la distancia. Durante los años de la guerra, el Comitè Llibertat, además, coordinó el esfuerzo humanitario que llevaron a cabo otras asociaciones catalanistas del interior de la Argentina.

Ressorgiment desvela que el interés por Euskadi no era nuevo para el catalanismo porteño. Aspectos de la cultura y la política vasca eran contemplados en el contexto de la crisis del modelo liberal español y contribuían a analizar la coyuntura del problema catalán. Por lo tanto, a medida que la Guerra Civil se alargaba, el grupo porteño también prestó atención a la situación en territorio vasco. En 1937 y 1938 la creciente cantidad de víctimas civiles generó una ola de refugiados que buscaba ponerse a salvo de las calamidades de la guerra. Ante la cada vez más peligrosa presencia de los "nacionales", los limitados esfuerzos de los "catalanes de América" que estaban asociados al Casal Català se decidieron a ayudar también a los niños y niñas vascos.

La fuerte resistencia militar en Catalunya contra el bando alzado la mantuvo durante años alejada del frente de guerra. Por esa razón, gracias a la rápida acción de organismos como el Comissariat d'Assistència als Refugiats o Assistència Infantil, distintos municipios acogieron contingentes de refugiados de casi un millón de personas en el último año de la guerra. La región del Maresme, que para 1938 había acogido a más de 7.000 personas, fue el lugar escogido por el Casal Català para subvencionar una colonia infantil de refugiados de Euskadi. Así, en marzo de 1938 comenzó a funcionar la Colònia Escolar de Mas Dorca, con sede en Torrentbó. Fue inaugurada por el president Lluís Companys quien, como Ressorgiment informó a sus lectores, resaltó la solidaridad hacia los niños de Euskadi que llegaba desde Buenos Aires: "Al rubricar la magnífica realización de la bella iniciativa del Casal Català de Buenos Aires sosteniendo una colonia de nenes vascos (€) quiero destacar la tarea de ayuda constante a la metrópoli que lleva a cabo el alto sentido patriótico y la solidaridad humana de nuestros hermanos catalanes que viven en tierras americanas." Al acto asistieron también el conseller de Cultura de la Generalitat, Carles Pi i Sunyer; Josep Riera i Puntí, en representación del Casal, y el lehendakari, José Antonio Aguirre, quien, según informó el Butlletí Especial per als Catalans Absents de la Pàtria, también enfatizó su agradecimiento por la creación de un hogar escuela "para los niños vascos huérfanos y fugitivos de la patria, venidos a este país donde encontraron calor humano y amor. Muchas gracias a vosotros, catalanes bravos y nobles. Así engrandeceremos nuestras patrias, las cuales llevaremos a la libertad. Nuestro amor y nuestra voluntad hermanados construirán nuestra felicidad. Muchas gracias, de nuevo. J. A. Aguirre".

Mas Dorca acogió hasta el final de la guerra a un máximo de cincuenta infantes, la mayoría huérfanos. Según recogió el Euzkadi barcelonés, su organización se destacó por su excelencia en las condiciones de enseñanza, que estaban homologadas a las establecidas por el Gobierno vasco, su preocupación por la salud física y moral de los internos y por el mantenimiento de las premisas culturales vascas y los valores democráticos. La colonia estaba concebida para hacer olvidar a los pequeños la dolorosa experiencia de la separación familiar y del exilio a partir del estudio, las actividades culturales y la distracción proactiva, en un ambiente familiar que buscaba profundizar la convivencia en armonía y proveer de una alimentación sana y cuidada. El maestro José Etxaniz y la profesora y licenciada en Filosofía y Letras Josefina Imaz llevaban adelante una escuela que no se apegaba a un plan rígido, pues tenía en cuenta los inconvenientes en la formación que ocasionaban las evacuaciones y el cambio brusco de costumbres. Los maestros impartían clases de escritura, aritmética, geometría, dibujo y geografía sin descuidar las necesidades espirituales de los niños, empleando el método analítico a viva voz, la enseñanza natural sobre el terreno y la preparación de trabajos prácticos. En el quehacer cotidiano todos tenían sus obligaciones: limpieza de las habitaciones y tendido de mesas, las niñas; preparar la leña para el día, los niños. Pero lo importante era el bienestar de cada huésped: por la mañana, aseo personal, caminatas por la playa y clases; reposo y ocio durante las horas de la siesta; actividades culturales recreativas y paseos por la montaña durante la tarde, antes de prepararse para la cena. Euskadi estaba presente en la bandera que se izaba cada mañana y en las narraciones vespertinas, que se hacían en grupos.

En 1939, el contacto entre Argentina y la dictadura franquista recién llegada al poder provocó la reducción drástica de la ayuda humanitaria, y suspendió el envío de recursos desde el Casal Català porteño. No obstante, en su breve funcionamiento, la Colonia Mas Dorca acercó los esfuerzos catalanes y vascos contra Franco desde la lejana Buenos Aires, y convirtieron al socorro humanitario en un enclave de cooperación asistencial que se nutrió no solo de contribuciones económicas, sino de la acción social de entidades no gubernamentales y de los ideales democráticos de los pueblos ibéricos.

Doctora en Historia por la Universitat Autònoma de Barcelona. Investigadora del Instituto de Historia de España de la Pontificia Universidad Católica. Investigadora asociada al Istituto di Storia dell'Europa Mediterranea (Consiglio Nazionale delle Ricerche), Cagliari, Italia. Coeditora de la revista 'Estudios de Historia de España', ISBN 0328-0284. 'Proyectos de I+D (escogidos): La patria hispana, la raza latina. Intelectuales, identidades colectivas y proyectos políticos entre España, Italia y Argentina' (1880-1945) (HAR2016-75324-P); Grupo de Investigación: País Vasco, Europa y América: Vínculos y Relaciones Atlánticas de la Universidad del País Vasco.

La fuerte resistencia militar en Catalunya contra el bando alzado la mantuvo durante años alejada del frente de guerra

El socorro infantil a Euskadi fortaleció los lazos de las comunidades vasca y catalana a través de inmigrantes en Buenos Aires