EL Cuerpo de Miñones de Bizkaia, también conocidos como Forales, fue la policía provincial del territorio hasta que en 1937 fue disuelta por los militares franquistas. El Cuerpo era sostenido económicamente por la Diputación, pagando todos y cada uno de sus gastos, como las nóminas o el material.

El Real Decreto del 15 de junio de 1904 establecía que el Cuerpo de Miñones se organizaba militarmente, quedando sus integrantes sujetos a las ordenes del Ejército y al Código de Justicia Militar. El Reglamento del Cuerpo de 1922 establecía que los aspirantes a foral no podían bajar de los 20 años, ni sobrepasar los 35, tenían que tener una altura mínima de 167 centímetros y debían de saber leer y escribir.

A fecha del Golpe de Estado del 18 de julio de 1936, el Cuerpo estaba compuesto por 131 hombres, si bien durante la Guerra tres de ellos se jubilaron. Los Forales estaban ubicados en distintos puestos a lo largo de Bizkaia como, por ejemplo, Gernika, Plentzia, Ondarroa, Urduña o Karrantza. Su cuartel general se situaba en Bilbao, concretamente, en la calle Iparraguirre 46. El jefe del Cuerpo era el comandante Luis Montaner y Canet, mientras que tres capitanes eran los responsables de las tres zonas geográficas en las que estaba dividida Bizkaia: Eduardo Vallejo Juarrero, Casiano Guerrica-echevarria Usabel e Ignacio Anitua Ochoa de Eguileor. La edad media de los miembros del Cuerpo era de 40,79 años, situándose 2,33 puntos por debajo de la media de la institución provincial. Al menos 121 estaban casados, otros cuatro eran solteros y dos eran viudos.

La actitud del Cuerpo de Miñones y de sus jefes, a pesar de la disparidad política existente en el mismo, tras la sublevación de parte del Ejército fue la de mantenerse completamente fiel a la democracia republicana. Montaner participó en la reunión que tuvo lugar el 20 de julio de 1936 en el Cuartel de Garellano en la que estuvieron presentes distintos responsables del Ejército y de las fuerzas de orden público destinadas en Bizkaia, como el jefe de la Guardia Civil o el de la Guardia de Asalto, Juan Colina Guerra y Gabriel Aizpuru Maristany, respectivamente. La actitud de Montaner, a pesar de ser considerado derechista, fue la de exhortar a los miembros del Batallón Garellano a que “no se saliera de la legalidad, ya que el militar se debía al poder constituido y el uniforme obligaba a la lealtad”. Su actitud durante la guerra podemos considerarla como pasiva, ya que no se significó en el frente de combate frente a los sublevados.

Del resto de responsables del Cuerpo, el que mayor participación tuvo en el esfuerzo bélico del Gobierno vasco fue el capitán Guerrica-echevarria, que llegó a ser jefe del Cuerpo de Artillería del Ejército Vasco y luchó directamente en las batallas de Villarreal de Álava o en la de Peña Lemona. Ignacio Anitua y Eduardo Vallejo también desempeñaron distintos cargos dentro del Ejército Vasco, si bien Vallejo, de adscripción derechista, no mantuvo una actitud decidida.

Instructores Las órdenes otorgadas a los miembros del Cuerpo de Miñones tras el 18 de julio de 1936 fueron claras, mantener el orden público y sumarse a la constitución de los Comités de Defensa de la República que se formaron en la mayoría de pueblos de Bizkaia. El cabo Bernardo Romero fue secretario del Comité de Mundaka, mientras que Serapio Ugarte vocal del de Arakaldo.

La instrucción militar de la que disponían los Forales hizo que muchos de ellos se ofrecieran voluntarios para instruir militarmente a los milicianos, como el cabo de Ortuella Quirico López Vallejo. Este hecho también se dio entre miembros de izquierdas de la Guardia Civil y del Cuerpo de Asalto y fue muy necesario para la rápida formación de milicianos, ya que muchos de ellos no tenían formación militar.

Otra de las labores que desempeñaron varios miñones, entre ellos José Eguia Marcaida, José María Arteche Bolumburu, Domingo Ibarra Enciondo o Santiago Minteguia Eizaguirre, fue la de ser escoltas personales del lehendakari José Antonio de Aguirre. Este hecho revela un alto grado de militancia política y compromiso personal.

Pero la labor desempeñada por los miembros del Cuerpo de Miñones no solo se dio en retaguardia. Un número elevado de miñones partieron como voluntarios a los distintos frentes de combate para luchar contra los facciosos. Allí actuaron como mandos provisionales, milicianos o incluso policía militar. A lo largo de los 9 meses de conflicto bélico, al menos cuatro miñones desempeñaron un mando militar en los distintos batallones del Cuerpo de Ejército Vasco. Eduardo Abio Aguirrezabal fue teniente de la 2ª compañía del Batallón Jean Jaurés; Agustín Elorza Salazar y Daniel Zalvidea Sagastuy fueron tenientes del Batallón M. A. I. Irrintzi, cuyas siglas corresponden a Máquinas de Acompañamientos de Infantería. Por último, el miñón Julián Azpitarte desempeñó el cargo de sargento en el Batallón Rosa Luxemburgo.

La Diputación de Bizkaia y el Gobierno vasco no reprimieron a los miñones considerados derechistas, monárquicos o tradicionalistas, a pesar de que algunos de ellos se habían evadido a las líneas sublevadas. Los considerados desafectos al régimen republicano fueron destinados a retaguardia, concretamente, a la vigilancia de presos derechistas en los distintos barcos-prisión anclados en la ría. Este hecho mejoró el trato que recibieron estos presos durante su cautiverio.

El bombardeo de Gernika por parte de la aviación alemana producido el 26 de abril de 1937, y que ha sido estudiado en profundidad por Xabier Irujo, también afectó al Cuerpo de Miñones. Según las memorias de Guerrica-echevarria, Luis Montaner, jefe del Cuerpo, tuvo que desplazarse a la villa a llevar a Ignacio Anitua. La visión de la villa completamente destrozada horrorizó a Montaner, a pesar de que este tenía experiencia en combate. El objetivo de los sublevados había tenido éxito, y el terror se extendió por todo el frente republicano. A consecuencia de ello, Montaner huyó varios días después a las líneas franquistas. El miedo al fusilamiento o a la cárcel también motivó que el propio Guerrica-echevarria huyese en barco pocos días antes de la conquista de Bilbao por parte de las tropas sublevadas.

La mayoría de miembros del Cuerpo fueron hechos prisioneros en Bilbao o en sus propios puestos, aunque al menos diez de ellos partieron al exilio. Una vez capturados, los Forales fueron encarcelados en el Teatro Arriaga de Bilbao, y una vez tomada declaración fueron trasladados a otras cárceles de la villa o puestos en libertad. El Cuerpo de Miñones de Bizkaia, fue el cuerpo de la Diputación que más sufrió la represión física franquista, ya que nueve de sus miembros fueron fusilados: José Eguia Marcaida, Gregorio Urquijo Alberdi, Francisco Arrugaeta López, Félix Gallastegui Velar, Benito Barayazarra Uribe, Leandro Echevarria Arguinchona, Ángel Mardones Oteo, José María Egusquiaguirre Golzarri y Eladio García Pérez. A otros cuatro se les conmutó la pena de muerte por la de cadena perpetua; otros 9 fueron condenados a cadena perpetua; siete a pena de 12 años y un día y otros 19 a distintas penas de cárcel.

El precio que pagaron los miembros del Cuerpo de Miñones de Bizkaia por mantenerse fieles a la legalidad vigente y hacer frente a la sublevación fascista se saldó con la muerte, cárcel, depuración laboral y exilio. Además, las autoridades franquistas abolieron el Cuerpo el 23 de agosto de 1937 bajo la acusación de haber luchado contra el Ejército Nacional, por lo que significarse con la democracia y la legalidad también supuso la muerte para el propio cuerpo.