ODA una trepidante vida en la hostelería le dieron fama y fortuna pero con el paso de los años bien pudiera recordársele como amo y señor de la media tarde, por aquello que el fue el fundador de la cafetería Toledo, probablemente la última de las grandes en un Bilbao que ya no es lo que era ni lo que fue. No les hablo de Bilbao mejor o peor, sino distinto. Y en ese Bilbao Alfredo Lozano fue más, mucho más, que la referencia de esa media tarde que les decía. Cuando acaben de leer el recorrido por su vida, si tienen la paciencia de acompañarme, ya me dirán lo que opinan.

Había nacido con el siglo casi, el 17 de agosto de 1901, en el pueblo riojano de Matute y con apenas 14 años, en aquel 1915 turbulento y contradictorio, vino a Bilbao. Era entonces una ciudad donde reinaba el buen humor y un aire cachazudo y cachondón, a la par que estallaban las huelgas generales de principios de siglo, la lucha de clases y los enfrentamientos en la calle entre la derecha y la izquierda.

Aquel Alfredo joven era serio, perfeccionista y con ganas de comerse el mundo. Entró a trabajar en La Concordia, propiedad entonces de Francisco Echezartu, junto a Elías Segovia, quien acabaría convirtiéndose en leyenda. Alfredo, llevado de sus deseos de forjarse un porvenir, alzó el vuelo.

Dirigió entonces el bar Los Luises de los Jesuitas (la Residencia) entre las calles Ayala y Luchana, hoy llamada Padre Lojendio, el mismo que le brindó su protección mientras entre los años 1918 y 1920 se hizo cargo de la Residencia. Pero Alfredo era un hombre inquieto. Deja el club de Los Luises y el 5 de diciembre de 1922 se inaugura el Bar Metropol, en la calle Astarloa número dos en el mismo lugar que ocupaba el Majestic-Hall. Los dueños, el señor A.Bajineta y Román Felipe dan un lunch y dice la prensa bilbaina,que lo dirige el conocido barman de Bilbao, Alfredo Lozano que se ha puesto al frente del negocio, con los más modernos adelantos, incluida una máquina de hacer café, riquísimo, no conocido hasta ahora en Bilbao. Se rumorea que lo han traído de Estados Unidos. Y Alfredo dale que te pego. No para.

Fue conocido que María Teresa Pérez Carranza, su mujer desde 1932, era su pigmalion. Le aconsejó y consiguió que se interesase por las distintas facetas culturales, la pictórica, la musical y la cultura en general. Va a la ópera, lee, viaja, compra arte. En febrero de 1933 le nombran presidente del gremio de Cafés de Bilbao y ya es referencia en la ciudad.

En agosto de 1936 inaugura la cafetería Toledo, Restaurante y Salón de té, en Gran Vía 34, para las fiestas de Bilbao. No son buenas fechas para la celebración pero poco a poco va haciendo nombre. El restaurante tuvo mucho éxito. Al principio tenían un pequeño obrador para hacer los pasteles que servían en la cafetería, pastelería y bollería principalmente. Pero viendo el éxito que tenían decidieron abrir al público en una lonja contigua a la cafetería, un nuevo local: la pastelería Suiza.

Se puede decir que creó escuela. Alfredo enseñó y formó a los mejores barmans y maitres de Bilbao: Paco el del Ducale, Josetxu, el del Kirol o el no menos célebre, José Luis por Madrid. Expande su modelo hostelero, la cafetería Hawai en la calle Buenos Aires en el año 1955. Lugar de mucho paso con tres cines, sábados y domingos éxito asegurado. Daba comidas en la barra y era una cafetería americana.

El 21 de octubre de 1972 se cierra el café Toledo y su pastelería para siempre. El 11 de setiembre de 1972, en Gran-Vía 56 empezó a funcionar el nuevo café Toledo con cincuenta y seis empleados.

En ese mismo año abrió la Pastelería Suiza de Marqués del Puerto cuatro, debido al éxito de la anterior. Luego vino lo de la media tarde. Ya me dirán. l

Trajo de Estados Unidos la máquina de hacer café y fue maestro de Paco el del Ducale, Josetxu, el del Kirol, o José Luis, ‘rey’ de Madrid

Alfredo contó con la protección del Padre Juan Lojendio que entre los años 1918 y 1920 se hizo cargo de la Residencia