UÉ lejos parecen ya los viejos tiempos en los que se escribían cartas de amor, días en los que los intelectuales cruzaban correspondencias, quién sabe si no conscientes de que la Historia leería esas cartas como si dibujasen un capítulo más de sus vidas. Escribía a casa el hijo que se había ido a la guerra y escribía el emigrantes desde tierras inhóspitas. De vez en cuando llegaban cartas ordinarias con noticias extraordinarias y lo mismo se enteraba uno que había aprobado una oposición que del fallecimiento de su tío de América. ¿Suena todo antiguo, verdad? Eran los días en los que se valoraba la caligrafía como una de las bellas artes, tiempos en los que el cartero era el heraldo que de vez en cuando tomaba café en casa cuando traía el correo.

Hoy las cosas son bien distintas. Hoy llegan más cartas del banco que de cualquier otro remitente. Y ya casi ni eso. Iba a seguir contándoles y de repente se activó la memoria. Fue un ¡clic!, una llamada de hace siete u ocho años que viene hasta este artículo. Les cuento que Sophie Cullinane es una periodista del rotativo The Debrief que quiso llevar a cabo un experimento: mezclar cartas de amor de hace cientos de años con las aplicaciones más modernas para encontrar pareja. Tinder, sin ir más lejos. Decidió darles una utilidad y combinar las palabras de hace siglos con las nuevas tecnologías de nuestros días.

Se animó a escribir en Tinder algunos de los fragmentos de estas misivas llenas de romanticismo esperando la respuesta de su ¿príncipe azul? Quería descubrir si la vieja escuela del amor aún tenía un lugar reservado en las apps para ligar. Fue todo un éxito y quedó claro que la literatura epistolar mantiene un hilo de atracción con el ser humano.

Permítanme un segundo viaje atrás con un porqué pocas veces recordado. ¿Que dónde detenerse? En una calle, en Alameda Urquijo. A la altura del número 19 está la central de Correos en Bilbao. Luego iremos allí. Ahora permítanme recordar a Mariano Luis de Urquijo y Muga, nacido en Bilbao el 8 de septiembre de 1769. Fue elegido alcalde de Bilbao y diputado de la Junta de Gernika. Fue procesado por el tribunal de la Inquisición por la traducción de la obra de Voltaire La muerte del César. En julio de 1800, fue nombrado por aclamación Diputado General de Bizkaia y Padre de Provincia, y el 3 de marzo de 1812 se le condecoró con el Toisón de Oro. Murió en París, el 3 de mayo de 1817 y fue enterrado en el cementerio del Père La Chaise. Bilbao todavía le recuerda con una calle.

Entremos ya por fin en la oficina de Correos , obra de Secundino Zuazo, que la construyó en 1927, tomando referencias de diferentes estilos. Optó por el ladrillo visto en su elegante y funcional fachada. Su alero, por otra parte, remite claramente a un estilo montañés. Y su entrada barroca, presidida por un gran escudo de águilas bicéfalas, parece sacada de la época de los Austrias. El edificio de Correos ocupa el frente de una manzana del Ensanche, con su fachada principal hacia la Alameda Urquijo y las laterales hacia las calles Bertendona y Euskalduna. Posteriormente un estrecho callejón lo separa del Teatro Campos Elíseos que recuerda a uno de esos escenarios de película del Bronx.

En 1925 se celebró en París la Exposición Internacional de las Artes Decorativas e Industriales Modernas, que tuvo gran influencia en la arquitectura española y en los jóvenes arquitectos que fueron adoptando una actitud más racionalista en sus proyectos. En esas fechas estaba en construcción el Palacio de la Música en Madrid, proyectado por Zuazo, quien a su vez visitó esa exposición y realizó un viaje a Holanda. Fue allí donde comenzó a soñar con este proyecto.

Por la definición de un volumen compacto y por la composición de sus fachadas, con la principal ligeramente curva acomodándose a la alineación del solar y achaflanada en sus laterales, puede considerarse como el primer ensayo de carácter urbano de Zuazo tras su viaje a Holanda. Se refleja al exterior la simetría de la composición interior, sin perder la unidad de sus tres cuerpos fundamentales. El tratamiento de los materiales, especialmente el ladrillo, y la limpieza de los paramentos hacen referencia a arquitectos holandeses como Berlage y Dudok.

Su simetría y el acceso a través del eje principal con el tratamiento barroco de la portada destacan su vocación de objeto urbano. La integración de los materiales de las fachadas (zócalo de piedra artificial, ladrillo visto y revoco) y la solución de los chaflanes laterales en esquina suponen interesantes aportaciones arquitectónicas de Zuazo. Además la cubierta inclinada, apoyada sobre un sotabanco y rematada en un gran alero del más puro estilo montañés, acrecienta su personalidad. Posteriormente se abrió un nuevo acceso en uno de los chaflanes laterales. En ese chaflán que desemboca en la calle Bertendona, en el de la segunda boca del dragón se ubican las bocas de tres leones que ejercen de buzones. Es raro el día que algún niño no se acerca a meter las manos en sus fauces, como si fuese una distracción urbana más.

Concebido como un bloque compacto, muestra el valor urbanístico de la arquitectura, adaptando de manera progresiva los valores tradicionales y evitando la experimentación, según aseguran los maestros de la arquitectura. Hablamos de un edificio sobrio, sólido y sin alharacas, hablamos de un edificio nacido para servir. Un señor de Bilbao.