UE aquella, la suya, una familia singular y extravagante. Hijo de Miguel Zamacois, impulsor de la modernidad cultural de la villa, Ricardo creció en un entorno familiar ilustrado compuesto por escritores, músicos, pintores y actores, en el que también tenían cabida los aventureros, emprendedores y gimnastas entre otras dedicaciones. Digamos que de la veintena de hermanos y numerosos sobrinos que tuvo, muchos de ellos fueron artistas. Aunque de familia de Bilbao, el origen del apellido familiar se sitúa en Hasparren (País Vasco francés), donde el apellido se transcribía Samacoys en el siglo XVIII. Durante varias décadas del siglo XIX, una saga de artistas paseó el nombre de Bilbao por el mundo: eran los Zamacois. De la mano de la música, el teatro, la zarzuela o la pintura rompieron moldes. Charles Dickens, Jacinto Benavente, José Orueta, Antonio Trueba, Ernest Meissonier, Mariano Fortuny, Federico Madrazo, Joaquín Gaztambide, la reina Isabel II de España o el presidente Santana de México, entre otros, se toparon con el hacer de algún Zamacois de Bilbao.

El suyo, el de Ricardo Zamacois Zabala, fue uno de tantos dones de la familia. El suyo fue el arte de Talía, el de las tablas, el ancestral universo del teatro. Se inició tempranamente en ese mundo, realizando una notable carrera como actor cómico y lírico. Tras realizar estudios en Madrid y París (estudió escultura y dibujo en París, sí; pero en 1863 tras reunirse con su familia ingresó en la Escuela Militar de Madrid y en el Real Conservatorio de Música y Declamación, donde al poco tiempo obtuvo la medalla de oro...) comenzó a actuar de forma esporádica en sociedades y funciones de aficionados hasta ingresar en el Real Conservatorio de Música y Declamación de Madrid, donde recibió cierto reconocimiento por su participación en obras como Don Tomás, de Narciso Serra o Lo que son las mujeres, de Stahl. Compagina la actividad escénica con colaboraciones en el diario La Política. En 1867 actuó en la obra Quiero y no puedo, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, llegando a formar parte de la compañía de declamación hasta 1868. Allí alcanzó diversos éxitos tanto en teatro como en el género lírico, gracias a su participación en obras como Un hallazgo literario, Don Quijote de la Mancha, Las huellas del crimen, El molinero de Suiza o La gata de Mari Ramos. En 1871 intervino en el reparto de Don Juan Tenorio, en el Teatro Principal de Valencia. Eran tiempos, ya ven, trepidantes.

Cuentan las crónicas que era un hombre especialmente dotado para la comedia y el género lírico. Inició su carrera en el Café San Isidro de Madrid, ciudad en la que desarrolló íntegramente su carrera artística. Pasó por el Teatro de la Comedia y posteriormente por el Eslava. Se caracterizó por su gran versatilidad y capacidad para interpretar personajes de lo más variopinto, cosechando siempre un gran éxito en su época.

Era una vida intensa en la que se cruzó en su camino la cara oscura del amor. En 1879 se casó con la también actriz Emilia Ballesteros. Ocho años más tarde, en 1887 y cuando cosechar un notable éxito, el enésimo de su vida, con la obra El padrón municipal, en la compañía del Teatro Lara, se retiró tras sufrir una enfermedad a causa de una infidelidad de su esposa, que terminó en un intento de suicidio. Fue ingresado en una institución mental en Barcelona, donde falleció a los cuarenta y un años de edad, el 18 de febrero de 1888.

¿Se acaba ahí la historia? No, todavía no. Queda algún detalle. Aún en 1888 se formó la Sociedad Cómico-lírica Ricardo Zamacois y el actor recibió un breve reconocimiento póstumo en las páginas del capítulo sexto de La Regenta, de la mano de Leopoldo Alas Clarín.

Destacó por su vis cómica e imitación de celebridades en diversos teatros como el Variedades y el Circo Price

Tras su fallecimiento el actor recibió un breve reconocimiento póstumo en las páginas del capítulo sexto de 'La Regenta'