O era un tiempo, aquel vivido en lejano siglo XVIII, en el que las mujeres tuviesen especial protagonismo en la sociedad. Más al contrario -y pese a la tradición de las etxekoandres y el matriarcado bilbaino del que tanto se habló...-, resultaba complicado que brillase el papel de la mujer en la sociedad. Es por ello que la aparición de estos dos nombres en los ríos de la memoria con apenas veinte años de diferencia: María Rita Barrenechea y Morante (Bilbao, 1757-Madrid 1795) y María Josefa Patricia Muñoz y Jarabeitia (Bilbao, 1777-París 1840), llaman la atención. No porque reluciesen en su tiempo sino porque aún hoy hay testimonio de su paso por la villa.

María Rita Barrenechea era una desconocida autora de teatro del siglo XVIII. Marquesa de Solana y condesa de Carpio, emigró a Valladolid y más tarde a Madrid donde se casó y mantuvo relación literaria con Jovellanos. Fue amiga de la poetisa ilustrada María Rosa Gálvez. Nació en el seno de una importante familia bilbaína. Su padre era José Fernando Barrenechea Novia Salcedo y su madre, Ana María Morante de la Madrid, mantenía el título de marquesa de la Solana.

La dramaturga apenas dejó escritas dos obras: Catalín y La aya. Su lenguaje era sencillo, directo y adecuado a cada personaje. De hecho, en Catalín introdujo una canción popular en euskera para dar frescura y verosimilitud a la obra. La escritora dejó sin publicar una obra de teatro infantil para ser representada por su hija, apuntes para otros textos dramáticos, un libro de viajes y diversos ensayos. Si quieren hacerse una idea de su semblanza acudan al museo del Louvre, donde hoy puede contemplarse el retrato de ella que pintó Francisco de Goya.

Apenas tenía 18 años María Joasefa Patricia Muñoz Jarabeitia cuando le sobrevino la prematura muerte a la condesa de Carpio en Madrid. María Muñoz -llamémosla así por economía de espacio y porque ese es el nombre con el que le recordará la ciudad con el paso de los años...- nació el 18 de marzo de 1777 en el Casco Viejo de Bilbao. No hay mucha constancia documentada de su vida aunque se sabe que era hija de Manuel Muñoz y de Manuela Jarabeitia, nieta por línea materna de Domingo Ignacio Jarabeitia y Urza, Caballero de Santiago y patriarca de una de las familias con más hidalguía de Bizkaia. Se casó con Pierre de Etienne, de origen francés, y vivió en París hasta que falleció el 13 de marzo de 1840. A su muerte había donado su fortuna a la Santa Casa de Misericordia y al Santo Hospital Civil de Bilbao.

Pasaron los años. El arquitecto Severino de Achúcarro y Mocoroa, (1841-1910) que presidía en 1875 la Comisión de Fomento Municipal, fue quien propuso la apertura de una calle bajo el nombre María Muñoz, decisión que se aprobó a finales de dicho año. Se encuentra en terrenos de la parroquia de los Santos Juanes, pasa por donde estaba la capilla dedicada a la Encarnación Virginal del Hijo de Dios de la Santísima Virgen María, que fue fundada el 2 de julio de 1618 por Antonia de Zamudio y Martiartu, que posteriormente donaría toda su fortuna y pertenencias a la Compañía de Jesús. Tenía esta capilla un precioso altorrelieve, llamado de la Encarnación, atribuido a La Roldana, (Luisa Roldán 1656-1704), representando a María como niña sobre la bola del mundo pisando la cabeza de la serpiente.

El Ayuntamiento, a cambio de la capilla, cedió unos terrenos del antiguo convento de los jesuitas, llamado Escuelas de María. La capilla se derribó en 1877 para dejar paso a la calle. La calle se inauguró, al fin, el 24 de febrero de 1881, cuarenta años después del fallecimiento de María Muñoz, el primer nombre de mujer registrado en una calle de Bilbao. Fue todo un salto.

Ocurrió en 1881 para honrar a la principal benefactora de la Santa y Real Casa de la Misericordia y del Santo Hospital Civil

En el siglo XVIII compartió protagonismo con otra mujer bilbaina de 'plumas' tomar, la dramaturga María Rita Barrenechea