OY, en la latitud más alta del parque de Doña Casilda, una placa de bronce les recuerda. Poca gente más lo hace, pese a que dejaron una gran impronta en Bilbao. Es el tiempo que difumina los recuerdos. Consciente de ello, la ciudad decidió, en 2013, pulir ese bronce para que quede huella y memoria. El Ayuntamiento de Bilbao rindió homenaje a Lope y Cleto de Alaña, dos de los principales impulsores de la cultura musical en la Villa a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, cuando la ciudad era un hervidero de negocios y culturas.

Se trata de una placa en bronce patinado de 50 x 50 centímetros, colocada en el pavimento del Paseo Eduardo Victoria de Lecea, frente al Hotel Meliá, y muestra la siguiente leyenda: "Cleto (1865-1939) eta Lope de Alaña (1850-1926) bilbotar musikarien oroimenez. 2013ko martxoa/En recuerdo a los músicos bilbainos Cleto (1865-1939) y Lope de Alaña (1850-1926). Marzo de 2013". En esas escuetas palabras se esconden mil y un avatares de una familia sonora, si es que me lo permiten decir así. Pronto verán por qué.

Lope y Cleto de Alaña, primos y bilbainos de pro, impulsaron distintas agrupaciones que, con el paso del tiempo, se convertirían en importantes entidades musicales de la villa, como la Sociedad Coral de Bilbao, la Sociedad Filarmónica, el Conservatorio o la Orquesta Sinfónica de Bilbao. Veamos cómo fue forjándose su camino.

Tres bilbainos, el violinista Lope Alaña y Errasti, Juan Carlos de Gortazar y Javier Arisqueta, conocidos como Los apóstoles, fueron los fundadores de El Cuartito del Kurding Club, levantando las principales estructuras musicales que aún hoy sustentan la actividad musical de Bilbao y Bizkaia y que influyeron, a través de sus músicos, en el panorama musical de la primera mitad del siglo XX en España. El club fue un auténtico hervidero cultural y algunos de sus socios, entre los que se encontraban músicos, pintores y escritores, jugaron un papel fundamental en la creación de las instituciones musicales y artísticas bilbainas más importantes como fueron la Sociedad Filarmónica, la Academia de Música Vizcaína (antecedente del Conservatorio), la Orquesta Sinfónica de Bilbao y el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Sus paredes, cubiertas con telas pintadas por algunos de sus componentes como Ignacio Zuloaga, Manuel Losada y Anselmo Guinea, fueron testigos de las sesiones de música que se organizaban en las que se interpretaban sonatas, tríos, cuartetos y lecturas a cuatro manos. Ese era el ambiente de la época.

Lope de Alaña era jefe de Hacienda del Ayuntamiento de Bilbao y, junto a sus inseparables amigos, ya citados, inició una frenética actividad para la difusión de la música clásica en la villa, con distintas iniciativas artísticas, empresariales y pedagógicas.

Su explosión comenzó un domingo de octubre de 1884, cuando Lope de Alaña descubrió en el interior de un baúl guardado en un viejo desván, las partituras originales de los Cuartetos de Juan Crisóstomo de Arriaga, la única obra publicada en vida del malogrado compositor bilbaino, fallecido en París con tan solo 20 años de edad.

Unos meses más tarde, el 1 de marzo del año siguiente, Lope de Alaña, con el violín del fallecido Arriaga sesenta años antes (Juan Crisóstomo dijo adiós a la vida en 1826...) y junto a su primo Cleto y otros tres jóvenes intérpretes bilbainos, ofreció la primera audición pública de la obra del Mozart bilbaino, que fue recibida con auténtico entusiasmo.

Ese fue el inicio de la denominada Sociedad de Cuartetos, creada al amparo del Kurding Club de Bilbao, que se reunía en un cuartito de descanso del Teatro Viejo, y fue el germen de la Sociedad Filarmónica de Bilbao, fundada en 1896, donde Alaña ejerció de tesorero, primero, y después de presidente.

En esta prestigiosa entidad cultural bilbaina, una de las principales labores desarrolladas por Lope de Alaña fue la creación de la Academia de Música (1903), que en 1920 se convirtió en el Conservatorio Vizcaino de Música, embrión del actual Conservatorio Profesional de Música de Bilbao. Además, Lope participó de forma muy directa en la creación de la Orquesta Sinfónica de Bilbao, que inició su andadura en 1922.

En 1921, junto a los demás apóstoles de la música en Bilbao, puso en marcha la Sociedad de Empresas Artísticas, con la que consiguió contratar y traer a la Villa a solistas europeos de talla internacional, como Eugene Ysaye, Raoul Pugno y Jacques Thibauld.

¿Y Cleto? Era violinista, al igual que su primo, y fue director de los coros creados por distintas sociedades culturales de la Villa, como el Coro de la Sociedad Euskalerria, fundada en 1880 por Fidel de Sagarminaga para impulsar la causa fuerista desde una ideología liberal; o el Coro de la Sociedad El Sitio, fundada por los liberales tras la tercera Guerra Carlista.

En 1886, con motivo de las Fiestas Euskaras de Durango, en honor de Pablo Pedro de Astarloa, Cleto de Alaña reclutó a los principales cantantes de los coros bilbainos desaparecidos y fundó el Orfeón Bilbaino, con el que obtuvo el primer premio en Durango. Eso le animó a crear la Sociedad Coral de Bilbao, el 3 de agosto de ese mismo año 1886.

Como docente del Conservatorio, Cleto de Alaña tuvo como alumno al gasteiztarra Jesús Guridi, quien con el paso del tiempo llegó a convertirse en director de la Coral de Bilbao. Fue, como ven, una familia única.